Alberto
Julián Pérez ©
Sobre
héroes y tumbas es la novela emblemática de la argentina de la década del
cincuenta. Publicada en 1961, tuvo un lento y trabajoso proceso de gestación (Carricaburo
XLVII-XLIX). Sábato consideraba a la novela el género representativo de la
problemática del hombre de nuestro tiempo. La veía como un género abierto, que
incorporaba múltiples estilos y discursos. Un género dinámico, que reflejaba en
su trama y en sus personajes la historia, y producía su propia filosofía del hombre.
Esta filosofía era puesta en juego en su escritura, que se apropiaba de nuestra
comedia humana en toda su diversidad y la proyectaba al plano de la lectura.
Esa era la apuesta de Sábato.
Sobre héroes y tumbas tuvo una
recepción extraordinaria en su medio durante la década del sesenta. Fue una época
políticamente signada por la resistencia peronista y la rebeldía juvenil. Los
intelectuales leyeron en la novela múltiples problemáticas y las discutieron
con la pasión que los caracteriza. (Cohen Imach 620-38). Las interpretaciones de
Josefina Ludmer y los jóvenes de la revista Contorno
testimonian el lugar central que ocupó la obra durante esa década ( Foffani y
Chiani 578-615).
La reciente edición crítica,
dirigida por María Rosa Lojo, estudia el proceso de su recepción y asigna a la
obra un lugar fundamental en la formación del canon literario nacional. Sobre héroes y tumbas transformó la
historia de la novela argentina y revaloró el papel del intelectual en nuestra
literatura. Luego de la irrupción de Borges y Sábato en nuestro mundo literario,
el escritor argentino de avanzada se define como un escritor hiperculto colocado
en la intersección de los saberes de la modernidad, desde donde observa el drama
de la vida contemporánea y lo interpreta.[1]
Es un testigo lúcido que sufre todas las limitaciones de los actores de la
sociedad civil. Ve mucho pero no puede cambiar las circunstancias. Comprende
pero resulta víctima de los hechos.
Trataremos en nuestro trabajo de
leer Sobre héroes y tumbas en su
política: entender en qué medida y cómo esta novela, a más de cincuenta años de
su publicación, nos habla de la Historia, de las historias argentinas. Veremos
si, independientemente de la voluntad y los propósitos de su autor, logra dar
testimonio integral de su tiempo, y si el arte se manifiesta en su
autenticidad, apelando a su propia historia, para comunicarnos su verdad. La
verdad de la novela refleja el poder del género para mostrarnos un acontecer
social que no podíamos ver en su complejidad y el arte del escritor hace aparente.
El deseo de Sábato era reflejar esa totalidad. Esa fue la ambición de la novela
de los años sesenta, que dio en nuestra literatura nacional al menos dos
grandes obras: Sobre héroes y tumbas,
1961, de Ernesto Sábato y Rayuela,
1963, de Julio Cortázar.
El autor y su política en la novela
Ernesto
Sábato sitúa la acción de su novela, Sobre
héroes y tumbas, en un período crítico del primer gobierno nacional peronista:
1953-1955. El destino trágico de sus héroes se define en ese lapso de tiempo. Comienza
en 1953, después de la muerte de Evita. El Peronismo sin Evita había perdido
parte de su carisma y su atractivo para las masas. La gran interlocutora del
pueblo, de sus mujeres y los desposeídos, ya era una mártir. Pero el impacto
del Peronismo en la clase obrera y en el empresariado era un hecho innegable,
así como el rechazo que la clase media y las oligarquías sentían hacia el
régimen. El momento culminante de la acción novelesca tiene lugar durante el
levantamiento de la Marina contra Perón y el ataque de la aviación a la casa de
gobierno y la plaza de Mayo, que costó tantas vidas de civiles inocentes, en
junio de 1955, y la subsiguiente movilización de los militantes peronistas y sus
ataques contra la Iglesia, que había estado implicada en la insurrección
militar contra Perón (Potash 114-20). Se avecina el final de la década
peronista. La vida de los héroes de la novela queda enmarcada en esa etapa
dramática de la historia nacional.
Sábato
crea para su ambiciosa novela una compleja estructura. Va integrando distintas
narraciones y episodios, procurando que estas partes interactúen y se
relativicen en la experiencia del lector. Busca una forma nueva, para darle a
su novela una dimensión distinta: esa “profundidad” que ambiciona y considera
esencial para el género (El escritor y
sus fantasmas 792-802). Esta estructura novedosa que concibe permite que
sus personajes participen de diferentes tiempos y se sumerjan en el pasado
nacional. La novela yuxtapone el pasado con el presente y se proyecta al
futuro, y divide el espacio en dos: el espacio superior y el inferior. El mundo
existe en dos diferentes niveles, que reflejan el bien y el mal. Fernando
desciende al mundo subterráneo de la ciudad de Buenos Aires, en busca del poder
secreto y tiránico que domina a la humanidad.
Sábato
trabaja por separado las partes de la obra, en un lento proceso de escritura
que le toma varios años (Carricaburo XVVII-XLIX). Concibe una forma abierta. Va
escribiendo cada parte, organizándola, incorporándole episodios nuevos,
corrigiendo. Las dos primeras partes forman una unidad y pudieran ser una
novela en sí, que termina con la muerte de Alejandra. La tercera es el informe
de Fernando y el descenso al mundo de los ciegos. La cuarta es una
reinterpretación crítica de las dos primeras partes desde la perspectiva del
personaje que escribirá la historia: Bruno. Bruno es el alter ego de Sábato,
quien a través de él discute muchas de sus ideas y vuelca en su novela numerosas
memorias de su vida. El autor se proyecta y proyecta su biografía en la novela.
Se pone en juego dentro de la misma, en un proceso que continúa en su próxima y
última novela, Abaddón el exterminador,
1974, donde figura como personaje, con su nombre escrito sin acento, como en el idioma
italiano: Sabato.
La
novela, indiqué, presenta un mundo formado por dos estratos: el superior y el
inferior, el visible y el invisible. El mundo secreto inferior es el que
controla al superior. Hay un poder que domina al hombre, contra el que éste debe
luchar para alcanzar su libertad. Ese mundo es inestable. Las acciones
voluntarias de sus personajes se combinan con situaciones imprevistas y
azarosas.
Esta forma
de interpretar el poder condiciona su imagen del hombre y la política. Su
visión existencial está teñida del liberalismo pequeño burgués que caracteriza
a la intelectualidad argentina de esa época. Hay una búsqueda absoluta y
metafísica de la libertad, y también un deseo egoísta y mezquino de estar sólo
y no depender de los otros. Cada uno trata de defender a toda costa su libertad
cuando la siente amenazada. Desconfía de los demás y considera que todo poder
es potencialmente tiránico y peligroso y debe ser limitado. Sobrevalora el
derecho a la libertad individual y desconfía de las asociaciones grupales.
Sus personajes
se rebelan contra las fuerzas capaces de limitar su libertad de pensamiento y
su creatividad: el poder político, la razón científica, el interés material. A
Sábato lo obsesiona el destino del artista, que necesita de esta libertad para
poder realizarse. El artista está en el mundo y en la historia, y el autor
busca en esta novela dar testimonio de su condición existencial.
Sábato concibe su novela
fundamentalmente como novela de personajes. Los personajes viven la historia
como parte de la sociedad civil: son sujetos de la historia, pero no (salvo el
General Lavalle) actores relevantes o dirigentes. Quienes dirigen son los
otros. El Peronismo tiene el poder político, y los ciegos poseen un poder
secreto. Sábato crea una fantasmagoría alegórica sobre el poder oculto que rige
el mundo.
El
autor, que tiene una interpretación muy personal de la realidad social, nos
plantea dónde está la verdad. Sábato posee una historia política e intelectual compleja:
pasó por el anarquismo, el comunismo y el existencialismo. Se desplazó de la
ciencia a la literatura. Estas etapas fueron experiencias absorbentes, momentos
de autodescubrimiento y conversión. El hombre y la sociedad, para Sábato, están
siempre en estado de crisis. Acepta que la vida es inestable. Su objetivo es
entonces describir al hombre en crisis y la crisis del hombre en su contexto
histórico.
Las preocupaciones y problemas de la
vida privada determinan la búsqueda de los personajes. La historia gravita
sobre ellos y los condiciona. Es una fuerza del presente y una fuerza
subterránea, un substrato. La Argentina contemporánea del autor vive sobre los
conflictos heredados del pasado siglo, los antagonismos entre unitarios y
federales, entre liberales y nacionalistas. El Peronismo reactualiza ese
enfrentamiento que se despliega dramáticamente durante la acción de la novela.
La política de los personajes
Sábato se mete en la vida de cada
personaje y va creando una vasta comedia humana. El autor idealiza a sus
personajes buenos y libertarios, Martín y Bruno, y nos presenta como a un
mártir al cuestionable General Lavalle; condena a los endemoniados: Fernando,
Alejandra, y a sus ayudantes: los empresarios cínicos Bordenave y Molinari. Los
personajes buenos son desinteresados y antimaterialistas, los malos necesitan
del dinero y del poder. El mundo que presenta es bastante maniqueo, pero crea
una gran obra de arte: logra analizar y explicar las motivaciones de sus
personajes, y profundizar y trabajar en el mundo de éstos.
Hay de
su parte una entrega total a su oficio de novelar, tal como él lo concibe. Unió
su arte a su vida y siguió un camino ascético lleno de sacrificios: renunció a
la ciencia, a la seguridad, a los empleos. Podemos pensar que ése fue un
proceso necesario para poder entregarse a su misión (Oberhelman 17-27).
El
arte para él no es gratuito. Su noción de compromiso se parece a la forma en
que lo concibieron los existencialistas: compromiso con la condición humana y,
sobre todo, con su propia condición como individuo (Sartre 24-8)). Sábato cree
en el individuo y busca la libertad individual. Por eso termina rechazando
todas las doctrinas políticas que comprometen la libertad individual: el
anarquismo, el comunismo, el fascismo. Interpreta al Peronismo, igual que
muchos artistas e intelectuales liberales, como un movimiento inspirado en el
fascismo europeo: totalitario, populista, nacionalista (Sábato, El otro rostro del peronismo 11-25).
Sábato,
como profesional e intelectual pequeño burgués, vive distanciado de la
experiencia de las masas y el proletariado. Pero el artista en su búsqueda de
verdad procura acercarse a ellos: sitúa la acción de la novela en barrios
proletarios de Buenos Aires: La Boca y Barracas. Aparecen en la novela los
bares donde van los pobres, sus aficiones y sus temas: el fútbol, el amor a los
padres, el tango, la amistad y el gobierno del General Perón. Quienes
rescatarán a Martín, el joven recién salido de la adolescencia, de los peligros
que lo amenazan, serán sus amigos proletarios: Tito, la sirvienta Hortensia y
el camionero Bucich.
Las
historias de la novela
Sus personajes angustiados no pueden
escapar su condición existencial. Sufren la soledad y el rechazo amoroso, el
amor no correspondido o pasajero, y ven el fracaso de sus ideales. Algunos son
víctimas y otros victimarios. Viven encerrados en sus espejismos y en sus
ilusiones, y tienen un sentido limitado de la realidad. El presente es reflejo
del pasado y lo repite. Martín, después de mucho padecimiento, se va de la
ciudad, buscando aliviarse de su mal. Bruno, el escritor que aún no ha
publicado obra alguna, será el testigo de estas historias plurales que
desarrolla la novela, tal como se las cuenta Martín y lee en el informe de
Fernando. Historias que Bruno compartirá con un narrador omnisciente que lo
testimonia a él.
Los personajes se cuentan mutuamente
sus historias: ven y son vistos. Martín le cuenta la historia de su vida a
Alejandra, Alejandra a Martín, Fernando a los lectores del Informe, Bruno a su narrador
testigo (Sábato?). Las historias que cuentan no son sólo las propias, porque
cada historia individual está imbricada con otras historias familiares: la de Martín
con la de sus padres, la de Alejandra con la de sus ascendientes, los Olmos, y con
su propia infancia, la de Bruno con la historia de Fernando y su familia en su
pueblo.
Estas
historias se ramifican en otras: la historia de la familia de Alejandra con la
historia de las Invasiones Inglesas y la campaña de Lavalle contra Rosas, la
historia de Fernando y la de Bruno con las luchas anarquistas y comunistas en
Argentina, el Informe de Fernando con el poder oculto que domina a la humanidad,
la historia de Martín con el mundo de los inmigrantes de La Boca, el pueblo
pobre y sus pasiones. Estas historias desembocan en el presente en el que los
personajes se encuentran para vivir otra historia y desencadenar el drama. En
ese presente completan el cuadro las situaciones que se desarrollan tras los
personajes principales para crear una comedia de la vida contemporánea: las
historias de los empresarios amigos de Alejandra, de Wanda y su boutique, de
Quique el crítico de teatro, la historia de Martín luego del atroz suicidio de
Alejandra, la historia del ataque de los peronistas a las iglesias luego del
bombardeo de la Plaza de Mayo y la insurrección militar fracasada contra Perón
en junio de 1955.
El
lugar del héroe
En estas historias que se imbrican
Sábato se enfoca en sus héroes. Cada personaje se siente sólo frente al mundo y
busca su salvación. Desean valores absolutos y no siempre entienden lo que
quieren, viven en la confusión y el caos. El mundo de los personajes coincide
con la historia política, que también es desesperada y caótica. El individuo
está en crisis dentro de una sociedad en crisis.
Lo que guía a los personajes es su
pasión. El mundo y la historia los somete a un constante sufrimiento. Dentro de
ese mundo de dolor es que buscan sentido y su propia verdad. Cada uno la
encuentra a su modo. Los guía su deseo, y ese deseo parece justificar el fracaso
y el error. Hay una fuerza vital que los incita a luchar. Lavalle arrastra a
todos en su lucha. Finalmente encuentra la muerte. Su lucha es injusta: ha
matado a Dorrego y desencadenado una guerra civil. Se dejó llevar por los intereses
egoístas de los que lo aconsejaban (80). El objetivo de Lavalle era luchar
contra la tiranía y derrocar a Rosas. Lo derrotan pero no quiere aceptarlo, no
ve la realidad.
Fernando desciende al submundo y
asume su lugar como héroe del mal. Los héroes del mal crean un equilibrio con
los héroes salvadores. Los dos mundos se reflejan y se sostienen mutuamente. Un
mundo es reflejo (deformado) del otro.
Rebeldía e individualismo
Alejandra y Fernando son los grandes
rebeldes modernos. Se rebelan contra las fuerzas que condicionan la vida y
determinan la existencia. Se rebelan contra dios (Alejandra) y contra el poder
de la naturaleza (Fernando). Fernando es quien se sacrifica para entender el
mal, es un mártir del mal. Eligen la muerte. Están enfermos, según el narrador:
Fernando es un paranoico, y Alejandra siempre se muestra alterada: tiene
ataques de epilepsia y arranques de rabia.
Los rebeldes son individualistas, a
diferencia de los personajes del pueblo, que muestran sentimientos de
solidaridad y lealtad hacia el otro. En las escenas del bar de Chichín encontramos
una visión idealizada del mundo popular; Tito, el amigo y protector de Martín,
es un hombre del pueblo generoso y abnegado y se sacrifica por su amigo; los obreros
peronistas, que se rebelan contra el levantamiento militar de la Aviación que
masacra al pueblo en la Plaza de Mayo, y atacan las iglesias, son capaces de controlar
su rabia y comprender al otro, aunque
ese otro sea alguien de la oligarquía que los desprecia.
Para Sábato
el pueblo es un fuerza manipulable y puede ser destructiva. Es noble y bueno,
pero no ha conquistado una conciencia independiente y no conoce la verdad. Es
la fuerza social que apoya a Perón y puede llegar a conformar un fascismo
criollo. Perón, para él, es el gran oportunista que puede aprovecharse de la
lealtad de los trabajadores.
Perón en la historia
La figura de Perón domina la
historia contemporánea: todos se manifiestan en relación a él. Los pobres y la
clase trabajadora están de su lado. Los amigos de Martín en el bar de Chichín
son partidarios de Perón. Los obreros lideran, en defensa suya, la quema de las
iglesias, en el final de la segunda parte de la novela. La sirvienta que recoge
a Martín en su momento de peor crisis representa los valores de esta clase trabajadora,
a la que el Peronismo da un protagonismo histórico único. Son personajes
altruistas que se definen en su relación con los demás. Su finalidad es dar.
Los obreros y trabajadores forman
parte de una familia. Aceptan a sus padres, como Tito (que vive con su padre) y
Bucich, que habla con amor de su viejo, y se transforma en protector de Martín.
Ante el héroe más vulnerable, Martín, son figuras paternas (Tito, Bucich) o
maternas (Hortensia).
Los héroes de la Argentina liberal,
antiperonista, que consideran a Perón un dictador, son personajes egoístas, que
viven para sí. Aún si participan en partidos políticos, como en su momento
Fernando y Bruno, lo hacen buscándose a sí mismos. Los guía el deseo
pequeño-burgués de encontrar su verdad, como una posesión preciosa, para
sentirse justificados. No les importa realmente el otro, y por eso sucumben. Admiran
el altruismo de otros militantes, anarquistas o comunistas, pero ellos son
egoístas: Fernando busca el poder, sin importarle las consecuencias y Bruno quiere
entender a los demás para llegar a crear la gran obra de arte. Alejandra no
sabe lo que quiere, y es parte del mundo y el esquema de Fernando: están atados
dentro del círculo del incesto. Son personajes sin salida, que se autodestruyen
y arrastran a todos los que los quieren y se vinculan a ellos. Alejandra
destruye a Martín, Fernando a todas las mujeres con las que se relaciona.
Bruno, el gran testigo, es quien
vive y sufre las angustias de los demás. Empieza siendo amigo y luego víctima
de Fernando. Se le parece mucho. Es la parte buena de Fernando, que se salva en
el arte.
Los capitalistas cínicos están
dentro de este mismo esquema: son los hombres que aman el dinero, Bordenave y
Molinari. Se llevan bien con el poder y sacan provecho del régimen de Perón. Con
su sentido de la realidad aconsejan a Martín, y explotan y prostituyen a
Alejandra.
Martín es el personaje puente entre
el mundo proletario y el mundo pequeño burgués: une las dos historias de
Argentina, la popular y la liberal. Al final de la novela se va al sur del país
como ayudante del camionero Bucich. Se pasa simbólicamente al bando popular y
peronista, que siempre fue solidario con él.
El lugar de la verdad
Los héroes del bien, Martín y Bruno,
viven en un mundo en crisis, tratan de comprenderlo y luchan por encontrar la
verdad. Esa búsqueda resulta ser la razón última de la novela. El conflicto es
interior y exterior. Conflicto psicológico que se remonta a la historia
individual de cada personaje, y conflicto exterior con el medio social. Bruno y
Martín son los héroes que entienden poco y se equivocan, y por eso los héroes
que representan el mal, Fernando y Alejandra, los aleccionan. Fernando le
enseña a Bruno, y Alejandra a Martín. ¿Qué le enseñan? La verdad sobre el mundo
y el amor desde su perspectiva.
Fernando
y Alejandra viven una experiencia terrible: experimentan los extremos de la angustia.
Viven torturados por sus estados mentales y por los propios desafíos que se
imponen: Fernando, conocer el mal que domina al mundo; Alejandra, seguir a su
padre en un círculo amoroso fatal que los destruye.
Al
final de la novela el bien triunfa: triunfan Martín y su lucha, y Bruno y la
literatura. Triunfa el tipo de literatura que quiere hacer Bruno, que es la
misma literatura en que cree Sábato. Considera que la literatura es un proceso
de autoexpresión cultural en constante estado de evolución.
Sábato
encuentra un paraíso para el joven idealista que quiere amar, que busca la
pureza y la autorrealización, y para el novelista que quiere dar testimonio del
mundo. Este novelista, Bruno, persigue la profundidad y paga su precio. Vive la
angustia de todos los otros. La condición humana es terrible, porque el hombre
finalmente es una criatura condenada. Pero hay algo que tiene valor: la
literatura.
La
literatura es la panacea del hombre sensible, del artista pequeño burgués. Es
la institución del gran arte. Sobre
héroes y tumbas es una gran novela en cada sentido: extensa, comprensiva,
abarcadora, revolucionaria. Sábato escritor está buscando con ella su propio
absoluto.
Las fuerzas irracionales
La explicación del mundo para Sábato
no puede ser totalmente racional. Sus héroes no encuentran su verdad en la
lucha política ni en el amor salvador. Los consume una pasión que no entienden
del todo, en la que conviven Eros y Tánatos, el amor y la muerte. Construyen
para destruir después. Son víctimas del mundo, de su afán de saber y de la
fidelidad con que persiguen su propio destino. Las apariencias racionales son
engañosas. El anarquismo, el comunismo, son considerados autoengaños de la
razón. La verdad sólo puede ser el hombre y su existencia. Esta condición es
trágica y llena a sus personajes de pesimismo. Sufren, están desconformes, no
pueden ser felices. Culpan a todos de su condición: a sus padres, a los que
aman, a los explotadores, al gobierno que ven como tiránico.
Lavalle,
para Sábato, es un rebelde equivocado que sigue fatalmente su sino. Le inspira
respeto e inspira respeto a los demás. Líder de una insurrección militar contra
el gobierno federal, violó el orden institucional y mató injustamente al
Gobernador Dorrego, pero Sábato no lo considera un asesino. Siente que su lucha
contra Rosas lo justifica y testimonia su derrota. Le parece que actuó
legítimamente.[2]
La caída y la crisis
La grandeza del hombre, su soledad
espiritual, su agonía, sólo se manifiestan en su caída y en los momentos de
crisis. La crisis es consustancial, para Sábato, a la condición humana contemporánea.
Esa crisis lleva al hombre a buscar una salida y luchar por encontrar su
verdad. El origen de esa crisis es la falta de valores y la falta de dios: el
hombre contemporáneo es un ser arrojado del paraíso. Por eso anda en medio del
mal sin encontrar su salvación. Sí encuentra su perdición y su destrucción.
El
héroe que sobrevive esa situación, Martín, deambula en un paisaje minado,
amenazado por todo tipo de fuerzas destructivas: sin padres que lo apoyen, sin
madre que lo ame, sin amante que lo quiera y lo respete y lo ayude. Sólo se
compadecen de él los pobres, los peronistas, y Bruno lo escucha para escribir
su novela.
La
familia Olmos, de la que descienden Fernando y Alejandra, está podrida,
enferma: la amenaza la enajenación y la locura. Escolástica es una demente que
cuida la cabeza de su padre asesinado por la Mazorca, Bebe está loco, el abuelo
Pancho sufre de locura senil, Alejandra está enferma y Fernando tiene rasgos
dementes. (La huída de Lavalle ocurre también en un ambiente de enajenación: el
General no acepta la realidad y marcha hacia su propia destrucción).
Martín
tiene que sobrevivir en el ambiente hostil y terrible que le presenta la
sociedad de su tiempo. Bruno ya ha pasado por eso y ha sobrevivido a su modo.
Como Martín de Alejandra, Bruno estuvo enamorado de Georgina y sufrió su
desdén. Fernando fue superior a él. Fernando era miembro del círculo familiar,
y la historia de la familia Olmos se define dentro de su propio círculo: es la
clase que se devora a sí misma, la antigua oligarquía venida a menos,
decadente, llena de vicios. Otrora heroica, participó en la defensa de Buenos
Aires, impidiendo la colonización inglesa. Durante las guerras civiles se
alineó con los Unitarios centralistas contra los Federales, y luchó contra el
gobierno de Rosas. El tirano pudo más que ellos.
Bruno se salva dando testimonio de lo que ha
pasado. Es testigo de su tiempo. El es quien escribe la historia, y la Historia
transforma la caída en lección. Ante la vista de todos está la decadencia
argentina, la joven nación, víctima de sus taras históricas. La novela, gracias
a él, se transforma en una gran alegoría. Es la nación que ve Sábato. Su
pesimismo antiperonista y su desconfianza ante el poder del pueblo dominan su
visión.[3]
La conciencia intelectual de nuestro
tiempo
Si algo caracteriza a los escritores
de la década del cincuenta y del sesenta es la fe en el poder intelectual y en
el poder del intelectual, como artista y como vocero de los intereses de un
sector social, para participar en la formación de un saber al que podemos
llamar la conciencia intelectual nacional. Saber que busca concientizar y darle
a cada individuo un sentido ético de la vida. Su visión de la sociedad
contemporánea como sociedad en crisis les hace sentir que esa sociedad fallida
necesita el remedio que sólo pueden aportar los intelectuales: las luces
salvadoras. Herederos del iluminismo que fundó la revolución anticolonial e
independentista argentina en el siglo XIX, los intelectuales se mueven dentro
de la dialéctica de su evolución: la búsqueda del saber y la verdad, el cuestionamiento
a la opresión y a la ignorancia, la búsqueda de la libertad y del lugar del
hombre como individuo social.[4]
En
esta novela proliferan las historias intelectuales. Cada héroe es prácticamente
visto desde su historia intelectual: Bruno y Fernando, figuras antagónicas,
pero también Alejandra, y muchos de los personajes menores, como el artista
fracasado Vania, el obrero anarquista Carlos, el intelectual judío Max
Steinberg y su madre Nadia. El narrador trata cada trayectoria vital tomando en
cuenta la formación y las lecturas del personaje, dándole importancia al
aprendizaje y a sus inclinaciones hacia el bien o hacia el mal, que parecen ser
innatas.
El
conocimiento no da al sujeto una superioridad ética, hay saber del bien y del
mal, ejemplificado por Bruno y Fernando. Su visión de los seres humanos tiene
elementos cristianos: los mejores son los más humildes. Los pobres son buenos,
generosos. Ellos se salvan. Lo difícil es que alguien rico y poderoso pueda
salvarse. El dinero es el peor corruptor de la sociedad, mensaje
anticapitalista. Así, los empresarios Bordenave y Molinari resultan los peores,
porque mienten y corrompen (Bordenave prostituye a Alejandra), y no tienen
compasión (Molinari le niega trabajo a Martín).
El dinero
es maléfico. La secta de los ciegos utiliza el dinero para dominar el mundo. La
alianza entre el poder político y el poder económico crea una base de poder totalitaria.
Sábato
crea situaciones que tratan de demostrar que el Peronismo convive con la
ultraderecha. Así cuando Martín, junto a Alejandra, va a conocer a Bruno en un
bar del centro de Buenos Aires, los miembros de la Alianza hablan en la calle
por altoparlante contra la oligarquía y los judíos (138).
Sábato
consideraba que el Peronismo coartaba la libre expresión y la libertad de
reunión política, así que al proponer que los militantes de la Alianza tenían
permiso del régimen para manifestar en público está acusando a Perón de apoyar
el mensaje político de la Alianza o simpatizar con él. También en el episodio al
fin de la segunda parte, cuando manifestantes armados atacan y queman la iglesia,
un testigo dice que son de la “Alianza” (228). Martín interviene en la escena
junto a un obrero peronista y ayudan a una mujer de la oligarquía a salvar unas
casullas. Sábato presenta una situación ideológica confusa, dando a entender
que grupos de derecha properonista lideraban la acción. La mujer luego le
pregunta a Martín si es peronista y éste no contesta, ni afirma ni niega. Martín
se siente mucho más cerca del obrero peronista que de la mujer de la
oligarquía, que salva objetos de la iglesia pero afirma que hay que acabar con
Perón, y no manifiesta compasión cuando el obrero le dice que la violencia
contra las iglesias era una reacción por los bombardeos de la Plaza de Mayo,
que habían causado multitud de muertos (234).
En su
ensayo El otro rostro del peronismo,
1956, Sábato condena a Perón, al que considera un demagogo y un tirano, pero
reconoce la importancia que las ideas de justicia social tenían para los
trabajadores (40-43). Sábato expresa allí la necesidad de reivindicar socialmente
a los obreros. Defiende la justicia social.
Para Sábato el intelectual está
moralmente obligado a denunciar las injusticias y ser sincero, sin importarle
el riesgo personal. El mismo lo hace en sus escritos y de ahí su constante
conflicto con distintos sectores del espectro ideológico nacional (Foffani y Chiani
578-86). Se comporta como un intelectual sartreano.[5]
Liberalismo y vida social
La visión que presenta Sábato de su
sociedad tiene resabios organicistas. Sus integrantes son seres inestables que buscan
el equilibrio y la adaptación. Pueden enfermar y entrar en crisis. La locura y
el desequilibrio amenazan constantemente al artista, y a todo individuo
creativo, como Bruno y como Fernando.
Podemos entender Sobre héroes y tumbas como testimonio de
la manera en que los liberales pequeño burgueses de la sociedad civil argentina
vieron la vida social durante la década del cincuenta, y su interpretación de la
historia nacional, repetidamente referida en la
novela. Sábato da a la historia nacional un papel protagónico en el
desarrollo de la trama. Tiene personajes que la representan: el joven soldado
Elmtree, que llega con el ejército invasor durante las Invasiones Inglesas y se
enamora de una joven criolla, cambia de nombre y da origen al apellido Olmos;
el General unitario Lavalle, enemigo a muerte de la tiranía rosista; Carlos,
Fernando y Bruno, que militan en el anarquismo primero y luego en el comunismo;
Alejandra, joven bella y cruel, princesa y dragón, símbolo de la Argentina; el
obrero peronista que salva objetos religiosos porque íntimamente es cristiano.
Para
Sábato la historia es defectuosa y arrastra sus taras y enfermedades. No cree
en la interpretación dialéctica de la historia, según la cual la sociedad
evoluciona hacia su perfección y liberación. Esta historia liberal lleva a
Lavalle a la destrucción. Sábato superpone la visión mítica a la visión liberal.
La visión mítica condena a Fernando y a Alejandra y los lleva a la muerte. La historia es cíclica y recurrente, se
cierra sobre sí misma y la familia liberal no tiene salida: el padre viola a la
hija y la hija mata al padre y se suicida. La familia autocrática liberal,
representada por Lavalle, los Olmos, Fernando y Alejandra, se autodestruye. No
entienden la realidad, viven de espaldas a ella.
Los
trabajadores y obreros son íntimamente buenos y se salvan. Sus personajes, como
Tito, Bucich y Hortensia, no viven en pareja, pero tienen fe en los
sentimientos y en el amor. El amor filial para ellos es tan o más importante
que el amor erótico. Responden a los intereses de su grupo, al que defienden.
Son optimistas, creen en la vida y critican a su sociedad mezquina. El futuro
es de ellos.
Sábato
no cree en la salvación dentro de la Historia. Sus héroes trágicos se salvan en
la lucha individual contra el destino. Son héroes adquisitivos, pequeño
burgueses, que acumulan saber. Atraviesan pruebas terribles. En la novela sólo
Martín y Bruno pasan estas pruebas y logran sobrevivir. Estos dos héroes
permitirán a Sábato demostrar lo que es novelar y qué es la literatura: uno es
el personaje que protagoniza la historia central del libro y el otro el
narrador-testigo-personaje que escribirá la novela. La novela será el
testimonio de la experiencia excepcional de un personaje y de la búsqueda
incondicional de la verdad del otro.
La
novela es el espacio que acumula el saber de la historia fallida de la
modernidad y trata de ir más allá. La literatura es así una institución rica,
dinámica, moderna, adquisitiva y responde a la idea de progreso de la pequeña
burguesía nacional.
Podemos
leer la trama de la novela como la alegoría de las luchas de la pequeña
burguesía, que se enfrenta al peronismo populista y teme el poder del caudillo
sobre las masas. El Peronismo parece desencadenar un fantasma histórico del
inconsciente colectivo nacional: el de la barbarie. La barbarie de los
caudillos como líderes de las masas populares, representada por el gobierno de
Rosas, al que se enfrenta Lavalle, y la barbarie del gobierno peronista que
gobierna argentina durante el período en que se desarrolla la historia de la
novela.
Esta
novela epitomiza el momento de ascenso de la conciencia de la modernidad en la
Argentina de los años sesenta. Aclaremos que en esos años los intelectuales
conciben al menos dos modelos de modernidad: la modernidad existencial
representada por Sábato y la modernidad revolucionaria representada por líderes
de movimientos sociales como el Che Guevara. Superar ese momento histórico, con
todas las lecciones que dejó para nuestra sociedad, y pasar a la
postmodernidad, requeriría resolver las contradicciones que mostramos aquí. La
primera novela futura, que tendría posibilidad de ser leída en esa clave,
considero, sería Respiración artificial,
1980, de Ricardo Piglia.
La falla de la razón
Todos los personajes pequeño
burgueses de la novela son impulsados por fuerzas e intereses espirituales que
los llevan a una búsqueda sin atenuantes de una verdad personal. El artista
pequeño-burgués desea la realización espiritual, sobre todo dentro de su arte.
Lo impulsan fuerzas que no comprende del todo y lo arrastran. Estas fuerzas son
irracionales y pueden salvarlo o perderlo. Martín, el joven sensible que está
en pleno momento de desarrollo y aprendizaje, se salva, a pesar de haber
conocido a Alejandra, signada por la destrucción. Vania, sin embargo, termina
en la locura. El suicidio, el asesinato y la locura los asecha.
El héroe, dije, busca la verdad. Para
alcanzar la verdad el héroe tiene que aprender y aceptar la existencia con su
carga de tragedia. En la existencia reside un tipo de verdad, que no es totalmente satisfactoria ni se basta a sí
misma. Los personajes experimentan terribles sufrimientos. Los vaivenes de los grandes
encuentros y desencuentros azarosos moldean sus destinos.
El
arte expresa otra verdad posible. La visión del arte muestra que se puede
buscar un ideal de perfección y de autorrealización. El artista pequeño burgués
persigue su paraíso buscando una salida que sea a un tiempo espiritual e
individual, a medio camino entre el viejo ideal colectivo de la religión y la
búsqueda individual del antiguo arte
burgués. El hombre no se basta a sí mismo. Está incompleto y sufre su crisis
existencial.
Encontramos
un nuevo sector social que expresa una verdad colectiva, no individualista: el
de los obreros y trabajadores pobres. Son los nuevos actores de la política, el
elemento dinámico insoslayable. Y junto a ellos el actor que caduca: la antigua
oligarquía en decadencia. Su síntesis es la nueva argentina de Perón: Sábato,
el artista, refleja su tiempo.
El
pueblo obrero se enfrenta a la Iglesia, aliada del Ejército y de la alta
burguesía antiperonista. Comienza la resistencia del pueblo peronista ante la
embestida golpista. Sábato presenta el enfrentamiento de los actores políticos:
el pueblo, la oligarquía y la clase media, en la quema de las iglesias, después
del criminal bombardeo de Plaza de Mayo. En este punto concluye la trama
política de la novela y comienza una historia nueva: la gesta del pueblo
peronista que busca su liberación. La novela termina al comenzar la Resistencia.
Es el final del primer Peronismo.
Desde su perspectiva la razón ha
fallado. Esta es la convicción de Sábato: ya al rechazar la ciencia, en su
juventud, había planteado que la razón no le servía al hombre para vivir. La
razón estaba en conflicto con la vida y la vida debía prevalecer.
Este
vitalismo existencialista lleva a Sábato a pensar en el papel de los grandes
actores sociales, como Lavalle y Perón, en la historia. Si bien mira
críticamente ambos casos, plantea la necesidad ética de la justicia para el
pueblo y las masas. Las masas peronistas tienen sus razones para actuar:
quieren vengarse de los ultrajes padecidos. La oligarquía, en cambio, es brutal
y cínica, y aprueba la masacre del pueblo indefenso. La amenaza no es la
pulsión de las masas sino el egoísmo de los capitalistas.
En un mundo sin dios los personajes
sienten necesidad de buscar valores absolutos. No los pueden encontrar en su
sociedad, que es el espacio de lo circunstancial y lo relativo. El único mundo
capaz de albergar la necesidad espiritual del hombre, para Sábato, es el del arte.
La obra de arte puede contener su propia propuesta metafísica al problema de la
vida.
En el
arte el hombre se salva a sí mismo y salva al hombre. El hombre, el artista,
está obligado a salvar a la humanidad. Debe decir su verdad. Esta responsabilidad
agobia al artista, y lo llena de culpa. Por eso su aparente pesimismo. Digo
aparente, porque en realidad el artista sabatiano es un ser espiritual lleno de
esperanza, todo lo espera de la vida. Este artista de la vida es realmente un
humanista.
En
Argentina Sábato define un nuevo tipo de humanismo no marxista, que rechaza el
racionalismo lógico historicista, y busca la verdad cerca del hombre común, del
hombre del pueblo.
Conclusión
La novela no busca darnos un mensaje
unívoco. Sus personajes y sus historias son ambiguos y polivalentes,
mostrándonos al mundo en su diversidad. Procura apartarse de una imagen
esencialista del mundo. Lo que llamamos realidad no es definible en toda su
complejidad, sólo podemos intentar describirla parcialmente. Sobre héroes y tumbas es un intento por
captar la diversidad de la vida histórica y la conflictiva existencia argentina
durante el primer Peronismo.
Es fiel a su tiempo y las soluciones
artísticas que Sábato encuentra son sumamente efectivas. Es probablemente la
novela que mejor logra presentar la problemática argentina desde la perspectiva
del público ilustrado pequeño burgués que desea ver la literatura como reflejo
de su tiempo.
Sábato
trata de entender el populismo peronista desde su óptica liberal. Los liberales
polemizaban con el sector pequeño burgués nacionalista antiliberal, al que
pertenecía Perón, y que en Argentina representaban escritores como Scalabrini
Ortiz y Jauretche.
En la
Argentina de la época no hay otra literatura nacional que pueda competir, en
calidad y reconocimiento, con la que produce la pequeña burguesía ilustrada,
representada por escritores de gran prestigio internacional, como Borges,
Sábato y Cortázar.[6] Nuestra
literatura nacional ha tenido desde sus orígenes una élite de escritores
ilustrados, como Varela, Echeverría y Sarmiento, de tendencia libertaria y
jacobina, en la que vive el mejor espíritu de los enciclopedistas franceses,
que han guiado nuestro pensamiento político durante más de doscientos años.[7]
Algunos
escritores contestatarios disintieron con la ideología liberal pequeño burguesa
y se enfrentaron a ella, como José Hernández y Rodolfo Walsh, cuya obra nos ha
marcado profundamente. Estos últimos eran periodistas y estaban en contacto con
su pueblo. Vieron la realidad desde otra perspectiva: la del campo, la de la
fábrica, la de los barrios pobres de los trabajadores con los que se
identificaron. Su obra expresa profundamente su desacuerdo con la sensibilidad
liberal y la critican.
La
visión política de Perón y la de Evita también difieren, por distintos motivos,
con esa sensibilidad. Evita era una muchacha pobre de campo ganándose la vida
en el medio feroz y competitivo del teatro comercial porteño; Perón, oficial
del Ejército, había confraternizado en los cuarteles con los soldados pobres,
era antiimperialista, odiaba a la oligarquía y conocía mejor la geografía política
de la Argentina que las elites liberales urbanas.
Los escritores liberales no están de
acuerdo sobre lo que constituye el pueblo. Para la pequeña burguesía la noción
de pueblo es conflictiva: es muy diferente lo que entiende por pueblo Borges en
sus primeros libros de poesía y en Evaristo
Carriego, durante el Irigoyenismo, con el que simpatiza, que lo que
entiende Sábato en Sobre héroes y tumbas,
según la imagen que nos da de los personajes populares del bar de Chichín y de
los obreros que atacan las iglesias. Estos escritores no saben bien donde
ubicar al pueblo ni cómo interpretarlo. Lo observan desde fuera de sus
intereses de clase. O lo idealizan o lo demonizan.
El
pueblo adquiere visibilidad política y realidad tangible con el gobierno peronista,
que interpreta la política como acción y como doctrina. Perón da poder político
a los trabajadores, héroes de su Movimiento. Los organiza en una confederación
de sindicatos unificados, y con su gobierno los legitima. Frente a este
fenómeno la clase media liberal reacciona con desconfianza y mezquindad, y
comienza un enfrentamiento de clases como no se había visto antes durante el
siglo XX en Argentina. Este enfrentamiento de clases lleva a la epopeya de la
Resistencia peronista, que tan bien describen Pino Solanas y Octavio Getino en
su película testimonial La hora de los
hornos, 1968.
El arte liberal pequeño burgués testimonia,
sin comprenderlo, ese enfrentamiento. Demuestra que en toda sociedad el arte
verbal, independientemente de su intención e ideología, es producto de una
situación histórica concreta. La élite liberal expresa los intereses de aquello
que denominamos literatura culta, institución que se define en relación a la
historia de sus pueblos y a su lengua. La literatura no es una esencia, es una
práctica social, y cada uno de sus elementos es susceptible de ser entendido e
interpretado con criterio histórico.
La
literatura pequeño burguesa no está preparada ni sabe cómo entender ni
interpretar un fenómeno social popular como el Peronismo. Los sectores sociales
peronistas, sus militantes del pueblo pobre, no se sienten representados por la
literatura, que es un arte de clases limitado por las aspiraciones de un grupo.
Mejor los representa el arte popular: la canción popular, el cine popular y los
deportes, las fiestas populares. Sus intereses políticos se expresan mejor en
las marchas multitudinarias y las movilizaciones que en las reuniones
partidarias. Su problemática escapa a la comprensión individualista y limitada
del arte pequeño burgués. Sólo el cine documental y la crónica periodística
pueden captar el fervor de estas manifestaciones. Los documentos sociales más
importantes de aquella época, son la crónica de investigación Operación masacre, de Walsh, 1957, nuestro
nuevo Martín Fierro, y La hora de los hornos, 1968, la película
testimonial de Getino y Solanas que analiza el movimiento de masas que lideró
el Peronismo, y deja en claro que este movimiento criollo fue totalmente
distinto en su carácter y en los intereses que defendía de las movilizaciones
nacionalistas del fascismo europeo.[8]
Esta
novela de Sábato es un pivote que separa dos etapas de la vida argentina: la
etapa del primer Peronismo y la resistencia peronista, de la etapa de las
insurrecciones de izquierda y la militancia guerrillera de las organizaciones
armadas, que Sábato tomaría como tema de su próxima y última novela: Abaddón el exterminador, 1974.
Bibliografía
citada
Balderston, Daniel. Out of Context. Historical Reference and Representation of
Reality in Borges. Duke University Press, 1993.
Carricaburo, Norma. “Nota
filológica preliminar”. Ernesto Sábato, Sobre
héroes y
tumbas…XVI-LXX.
Cohen Imach, Victoria. “Ernesto
Sábato y los debates de un campo intelectual (1955-
1961)”. Ernesto
Sábato, Sobre héroes y tumbas…
620-638.
Foffani,
Enrique y Miriam Chiani. “La recepción de Sobre
héroes y tumbas en el campo
intelectual
y literario de los años sesenta.” Ernesto Sábato, Sobre héroes
y tumbas…578-619.
Oberhelman, Harley. Ernesto Sábato. New York: Twayne Publishers, 1970.
Pérez,
Alberto Julián. “El testamento político de Perón”. Historia 103 (Sept
2006): 28-43.
Potash,
Robert. “Las Fuerzas Armadas y la era de Perón”. Nueva Historia Argentina.
Los años peronistas
(1943-1955). Tomo VIII. Director del tomo: Juan
Carlos Torre. Buenos Aires:
Editorial Sudamericana, 2002. 79-124.
Traducción
de Horacio Pons.
Sábato,
Ernesto. El otro rostro del peronismo.
Carta abierta a Mario Amadeo.
Buenos Aires: Imprenta
López, 1956.
---. Sobre héroes y tumbas. Poitiers:
Colección Archivos/Alción Editora, 2008.
Edición crítica. María Rosa Lojo, Coordinadora.
---. El escritor y sus fantasmas. Obras II Ensayos.
Buenos Aires: Editorial Losada,
1970. 453-802.
---. Abbadón el exterminador. Barcelona:
Editora Seix Barral, 1991. Edición
definitiva.
Sartre,
Jean-Paul. L’Existentialisme
est un humanisme. Paris: Editions Negel,
1957. Primera edición
1946.
[1] Se
acusó a Borges de ser un escritor escapista, que no asumía los problemas
sociales de su tiempo. Muchos de sus cuentos, sin embargo, nos introducen en
situaciones históricas conflictivas. En “Deutsches Requiem” se mete en la
conciencia de un intelectual torturador para interpretar el por qué de la
ideología nazi, y en “El milago secreto” denuncia la victimización de los
intelectuales judíos durante la invasión alemana de Polonia. En “El fin”
condena el racismo del personaje de Martín
Fierro, cuando insulta y mata al negro, y escribe un nuevo final, en que su
hermano lo venga y mata a Martín Fierro. En “El informe de Brodie” el personaje
describe su encuentro de un pueblo “bárbaro” en Africa, demostrando su
humanidad y civilización esencial. En “Historia de Rosendo Juárez” reescribe la
historia de “Hombre de la esquina rosada”, mostrando cómo ha cambiado el
personaje, que, pasados los años, condena la violencia gratuita y aconseja
vivir en paz y trabajar. Si bien Borges no creía que el escritor estuviera
obligado a tener un compromiso político, su postura ética es central en su
visión del mundo (Balderston, Out of Context
1-17).
[2] Sábato, al juzgar el golpe militar que
derrocó al gobierno constitucional de Perón, se pone otra vez de parte de los
golpistas. Declara que es feliz, sirve al gobierno de Aramburu, aunque luego,
por disidencias, renuncia a su puesto como director de Mundo argentino. Se alinea con la mayoría de los escritores
liberales, que justificaron el golpe, por considerar a Perón un tirano (El otro rostro del peronismo 28-32).
[3] Su pesimismo no se deriva del ensayo nacional
de los años treinta, como creyó Ludmer: Sábato está bien instalado en el ensayo
existencial de esos años. Debate otros problemas. La cuestión principal para él
es la posibilidad del humanismo en tiempos que considera totalitarios. No veo a
Sábato alineado con Martínez Estrada, Mallea o Murena, sino con el Sebreli de
los años sesenta, el autor de Eva Perón,
¿aventurera o militante? (Foffani y Chiani 604-7).
[4] En esta situación es fundamental el ejemplo
que aportan los escritores franceses de la entreguerra y la posguerra europea,
Sartre y Camus, que creyeron en la misión del intelectual y la ejercieron lo
mejor que pudieron. Buscaron definir la figura del intelectual como militante
que resiste luchando por los derechos del hombre. Este militante no se
compromete definitivamente con una ideología: su guía es su propia conciencia y
la búsqueda incondicional de libertad. (Sartre 53-8)
[5] Sartre buscaba que el intelectual escogiera,
hiciera uso de su libertad y actuara. Para Sartre el hombre es lo que hace y no
es otra cosa que su vida misma (L’
Existentialisme est un humanisme 53-8).
[6] Esto es lo que llamamos literatura en
Argentina. La literatura nacional no trasciende nuestras limitaciones
históricas e ideológicas: es literatura burguesa y pequeño burguesa, tal como
se ha venido formando hace doscientos años.
[7]
Borges mira críticamente
ese humanismo liberal. Tiene una visión personal y revolucionaria del arte. Su
idea de una literatura reflexiva, crítica y autoconsciente transformó nuestras
letras: hay una literatura nacional antes de Borges y otra después de él.
Borges fue cambiando con los años: el joven Borges, criollista y populista, es
distinto al Borges más liberal de la década del treinta y el cuarenta, y al
Borges escéptico y políticamente conservador de su madurez.
[8] El Peronismo fue un movimiento social comprometido con el progreso
político de las masas de trabajadores. Su ideología tiene muchos puntos en
común con la democracia cristiana. Puede ser interpretado como un tipo de
democracia cristiana laborista distributiva y solidaria que mantiene una
posición crítica frente a las instituciones de la vida moderna en los países
dependientes en desarrollo, incluidas la iglesia, el ejército y la burocracia
política.
El fenómeno del chavismo en Venezuela tiene un fuerte paralelo con el
peronismo, aunque el momento social es diferente y la situación geopolítica de
Venezuela distinta a la de Argentina. Ambos líderes, Perón y Chávez, provienen
del Ejército. Su actuación política los llevó a enfrentarse con la institución
militar. El chavismo aporta a la política latinoamericana ideas socialistas que
siempre interesaron a Perón, que prefirió llamar a su doctrina el Justicialismo
(Pérez 28-43).
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