Twitter: @Ajulianperez1

ttu.academia.edu/AlbertoJulianPerez



sábado, 30 de noviembre de 2019

Juan Luis Martínez: cómo salir de la literatura



                                                                Alberto Julián Pérez ©


          El escritor chileno Juan Luis Martínez (Valparaíso 1942-Villa Alemana 1993) publicó su primer libro, LA NUEVA NOVELA, en 1977. Lo había compuesto entre 1968 y 1975 (Kirkpatrick 225-34). A este le siguió un segundo libro-objeto, que apareció al año siguiente, LA POESIA CHILENA. Fueron estos los dos únicos libros que publicó en vida.
            La década del sesenta fue una época de activa militancia política en el Cono Sur. Los conflictos sociales se intensificaron. Los sectores populares se enfrentaron a las oligarquías. Chile, país de larga tradición democrática, eligió en 1970 en las urnas a un presidente Socialista, Salvador Allende. Muchos intelectuales y artistas lo apoyaron. Los escritores jóvenes buscaron un lenguaje artístico innovador, que expresara el espíritu del cambio y un nuevo comienzo. En 1973 el cruento golpe militar del General Pinochet terminó abruptamente el proceso político democrático e inició una oscura época de tiranía y represión en Chile (Rioseco, Maquinarias deconstructivas 55-70). 
            Martínez, que residía en la ciudad puerto de Valparaíso, formó parte, durante esos años, de un movimiento de poetas jóvenes, en el que participaron también Raúl Zurita, Cecilia Vicuña y Diego Maquieira. Se identificaban con los ideales de las Vanguardias históricas de la década del veinte del pasado siglo y se propusieron crear una literatura neovanguardista experimental y crítica que trajera cambios radicales al mundo de las letras. Juan Luis Martínez, según Marcelo Rioseco, fue quien inauguró, en Valparaíso, con la publicación de LA NUEVA NOVELA, el movimiento de la Nueva Poesía Chilena, que luego se proyectó en la capital, Santiago (Rioseco, “La poética matemática de Juan Luis Martínez” 856). 
          En LA NUEVA NOVELA, Martínez entabla un diálogo abierto con el movimiento surrealista. El Surrealismo fue el movimiento vanguardista que más se prolongó y se transformó en el tiempo. Contó durante décadas con el liderazgo de André Bretón, que escribió sus extensos y bien pensados manifiestos, e inició una provechosa discusión intelectual con los otros miembros del movimiento. Bretón dio a través de los años al Surrealismo un contenido revolucionario; cuestionó al estalinismo ruso y a la política cultural del Partido Comunista, que apoyaba el Realismo Socialista y censuraba a las vanguardias, y abrazó el trotstkismo, que apoyaba la libertad del artista y sostenía la necesidad de una revolución permanente que impidiera la fosilización de las estructuras revolucionarias (Suárez Mayor 151-65). Apoyó la libertad en el lenguaje, el juego de la imaginación. Consideró a la poesía el género que mejor expresaba al ser humano total, y atacó a la novela por la ficción de realidad que instalaba. Rimbaud y Lautremont eran para él los poetas que habían liberado a la poesía. Freud y Marx representaban nuevas etapas y posibilidades del conocimiento de la mente y de la liberación social. Para Breton sueño y vigilia formaban parte de un continuo, que la lógica trataba de separar. La actitud militante de Breton extendió la vigencia del Surrealismo. Cuando ya las otras vanguardias, como el dadaísmo y el ultraísmo, habían perdido su poder de convocatoria, el surrealismo continuó y se renovó. La vigencia de sus propuestas y su mensaje revolucionario llegó a los jóvenes rebeldes de las décadas del sesenta y el setenta. En esa época, surrealistas históricos como Luis Buñuel y Jean Tardieu continuaban en actividad.

          Martínez no toma en su libro como interlocutores a poetas o escritores chilenos. Su diálogo es con la literatura francesa. Las ideas de Breton tienen un peso decisivo en sus propuestas y en la selección de sus temas. Encontramos en sus páginas imágenes y comentarios sobre Rimbaud y Marx, a quienes toma como personajes. Discute importantes textos de poetas simbolistas, como Mallarmé y Valery, y de poetas románticos como Gérard de Nerval. En la página 89 menciona a varios artistas a quienes Breton consideraba antecentes del Surrealismo, como Brisset y Roussel, o miembros del mismo, como Duchamp. Cita en sus epígrafes a intelectuales contemporáneos franceses, como el crítico Roland Barthes y el filósofo Michael Foucault.

        Martínez asimila importantes textos de autores franceses y de otras literaturas europeas a los que los surrealistas valoraban, como el matemático británico Lewis Carrol y el alemán Christian Morgenstern, del que cita un poema en su lengua con términos sin sentido. Martínez indaga sobre una cuestión vital para él, así como también para Tardieu, su principal interlocutor: el problema del lenguaje. Cuestiona la capacidad de representación del lenguaje e indaga la relación del lenguaje verbal con el lenguaje visual y otros lenguajes, como el numeral y el musical. Igualmente se pregunta por la relación del lenguaje con la realidad, e interactúa con esta, introduciendo objetos del mundo real dentro del espacio verbal y el visual, como el anzuelo y el papel secante.

          Su cuestionamiento al estatuto de lo real empieza cuando tomamos el libro. Nos encontramos, en la solapa de la tapa, con preguntas y respuestas sobre la realidad, seguidas de la afirmación “Nada es real”, de Sotoba Komachi, personaje de la obra Noh del mismo nombre del autor japonés Yuquio Mishima, y con otras preguntas y respuestas en la solapa de la contratapa, seguidas de la nota de André Breton: “Todo es real”. Ambas posiciones son excluyentes solo en apariencia, por cuanto si la afirmación de Komachi implica que vivimos en un mundo ilusorio, la de Breton nos permite pensar que el sueño es parte de lo real.

         Bretón, en su Primer Manifiesto Surrealista de 1924, habló de la “realidad”, a la que consideraba lo más “precario” de la vida, y formuló su idea sobre la “surrealidad” o suprarealidad (19). Definió al Surrealismo como « el automatismo psíquico puro, a través del cual una persona se propone expresar, ya sea verbalmente, por escrito o de cualquier otra forma, el funcionamiento real del pensamiento” en total libertad (Breton 44). La razón no debía ejercer ningún control sobre él ni las preocupaciones morales o estéticas limitarlo.

          En las primeras dos partes de LA NUEVA NOVELA, de la página 9 a la página 43, Martínez incorpora como personaje al escritor surrealista francés Jean Tardieu. El poeta acepta responder al cuestionario “Petits problems et travaux practiques”, de su libro Un mot pour un autre, de 1951, y a su vez lo invita a contestar sus preguntas, tal como él responde parcialmente las suyas. Titula a la primera parte de su libro “RESPUESTAS A PROBLEMAS DE JEAN TARDIEU” y a la segunda “CINCO PROBLEMAS PARA JEAN TARDIEU”.

         La obra a la que se refiere Martínez, Un mot por un autre, es una sátira, en que Tardieu introduce a un personaje cómico, el profesor Fraeppel. Fraeppel, en la obra de Tardieu, es un filólogo delirante, que descubre varios lenguajes: la “lengua jaguar”, la “lengua Augusta”, el “patois” “Champagne nature”. En medio de su locura el profesor logra descifrar el lenguaje de la naturaleza. Su discípulo lo encuentra en medio del bosque, hablando con los árboles. La fatiga y la enfermedad acaban con su vida. El profesor deja una serie de obras póstumas, que incluyen poemas y comedias, y un diccionario de los lenguajes que ha descubierto (Tardieu, Œuvres 373-439). Tardieu las publica a continuación de la biografía. Son obras de una gran comicidad. El autor concluye su sátira poniendo a prueba la comprensión y el saber de los lectores: les plantea unos “Pequeños problemas y trabajos prácticos” sobre el espacio, el tiempo, la aritmética, la geometría, la astronomía, la lógica, el lenguaje, la arqueología, la geografía y la psicología. Martínez en la primera parte de LA NUEVA NOVELA va a intentar resolver los problemas y contestar a las preguntas de Tardieu. Para esto, traduce los planteos y preguntas de “Pequeños problemas y trabajos prácticos” y los incorpora a su libro. Algunas las responde, otras no; se trata de preguntas disparatadas, absurdas muchas. Martínez finge tomar las preguntas en serio, y las contesta en el mismo espíritu en que fueron formuladas por su autor. Preguntas y respuestas son escritas en un tipo de letra diferente, para no confundir al lector, que puede así separar el texto de Tardieu de la respuesta de Martínez. A su vez, le formulará preguntas al francés en la segunda sección de su libro, planteándole situaciones cómicas y absurdas, con una lógica similar a la suya. Es de notar que cuando Martínez visitó París en 1992 fue a conocer a Jean Tardieu. En una entrevista con María Ester Roblero, le contó que Tardieu se puso muy contento al verlo y lo abrazó emocionado (Roblero 74). 
         Tardieu propuso en su sátira una trama con dos autores: él y el Profesor Fræppel. Abre su libro con una cita de Maurice Blanchot, advirtiéndonos de que a pesar que estamos rodeados de cosas y seres ambiguos, la frivolidad puede ser una máscara de lo serio (“L´ ambiguïté est partout: dans l´ apparence futile, mais ce qu´il y a de plus frivole peut être le masque du sérieux”, Tardieu, Œuvres 373). Tardieu presenta lo serio bajo el disfraz del humor. También lo hace Martínez.

          Atribuye LA NUEVA NOVELA a dos autores: JUAN LUIS MARTINEZ y JUAN DE DIOS MARTINEZ, con sus nombres tachados y cuestionados. Son sujetos puestos en duda. El segundo suplementa su primer nombre, Juan, con el apelativo “de Dios”. No se trata, claro, de una broma inocente. El sujeto poético trasciende al autor. El poeta, en la tradición occidental, recibe el don de la poesía de una presencia espiritual superior. Escucha la voz de una musa o divinidad. La musa le ayuda a inspirarse y le transfiere esa voz. El se apropia temporalmente de ella, e, inspirado, canta. El poeta es un sujeto transitivo. La poesía circula por los sujetos, que no pueden considerarse sus dueños definitivos. En la poesía lírica el sujeto poético no se ajusta al sujeto psicológico. En la poesía chilena se desarrolló una polémica alrededor del estatuto o el “poder” que debía ostentar el sujeto poético. Huidobro sostenía en su “Arte poética” que el poeta era “un pequeño Dios”. Gabriela Mistral y Pablo Neruda, por su parte, celebraron el poder espiritual visionario del yo. No así Parra, que en su “Manifiesto” lo condenó, y propuso como modelo a un anti-poeta que hacía bajar a los dioses del Olimpo, y criticaba a los poetas pequeño-burgueses, que se expresaban en un lenguaje cargado de complejas figuras poéticas y se alejaban del habla popular, a la que él quería acercarse y tomar como base y fundamento de su poesía (Pérez 289-95).

          Los escritores surrealistas atacaron la figura del autor. Breton propuso dejar que en los textos hablara el inconsciente (Breton 26-32). Sus “cadáveres exquisitos”, en el que los escritores participan de una creación colectiva, agregando versos al azar, sin conocer lo que escribieron los otros, eran una manera de crear un autor plural impersonal. Martínez buscaba, como dice en sus reportajes, escribir una obra donde el autor estuviera prácticamente ausente (Brodsky 75). En su libro el poeta manipula escritos de otros, figuras compuestas, objetos. Encontramos pocas composiciones en que aparece un yo poético. La prosa informativa y conceptual, la explicación pedagógica, los pastiches de frases y figuras, conviven con otros textos en los que notamos una expresión más personal, y el uso de la estrofa.

         Martínez abre el libro con un cuestionamiento de la realidad, tema central en la obra. Para el Surrealismo la novela era el género que nos quería acercar a lo que el novelista creía era la “realidad” (Manifiestos del surrealismo 22-27). Breton ataca al género. Martínez propone una “nueva novela”. En su obra no podemos diferenciar la realidad de la ilusión, el orden del caos, no podemos separar un lenguaje del otro. Los lenguajes prometen abarcar la realidad, pero, como afirma el autor en la solapa de la tapa, “El ser humano no soporta mucha realidad”. El surrealista trata de trascender lo real a partir del impulso psíquico de lo imaginario y lo irracional y acercarse a lo “surreal”.

         En “RESPUESTAS A PROBLEMAS DE JEAN TARDIEU”, Martínez contesta con ingenio y humor a varias de las preguntas que planteara el escritor francés en “Petits problèmes et travaux pratiques”. En “EL ESPACIO” leemos: “Dados dos puntos, A y B, SITUADOS A IGUAL DISTANCIA UNO DEL OTRO, ¿cómo hacer para desplazar a B sin que A lo advierta?” (11). Tardieu juega aquí con la idea de que los puntos A y B son sujetos psicológicos que se observan y vigilan. Responde Martínez, poniéndose a su nivel, con picardía: “-Plantéesele a A el siguiente problema: ¿Cómo haría A para desplazarse sin que B lo advierta? (En el momento que A se concentra en el problema, B se desplaza rápidamente)” (LA NUEVA NOVELA 11).

           En “LA ARQUEOLOGIA” el personaje Tardieu le pide al lector que “regrese con el pensamiento a los tiempos antiguos” y describa la “ceremonia” en que la Municipalidad de Atenas ponía la “piedra fundamental” de las “ruinas” del Partenón. Juan Luis responde que antes de describir la “ceremonia” sería conveniente hacer una “réplica exacta” de las “ruinas” del Partenón. Le explica como llevar adelante esta tarea. Dice Martínez: “1º Usando como vigas algunos pedazos de piedras planas y delgadas levante primero el techo, después de lo cual puede agregar la base y las columnas. 2º Empuje suavemente cada una de las columnas hasta hacerlas caer, dejando así, paralelos y a una misma altura, el dintel y el plinto del famoso edificio.” (19). La broma de Tardieu consiste en ver las ruinas como una construcción del hombre y no como una consecuencia del paso del tiempo, y Martínez, siguiendo su lógica, le muestra cómo se pueden construir las ruinas.

          Sumamente inventiva y cómica es la respuesta que da Martínez a la pregunta sobre “LA GEOGRAFIA”. El escritor francés nos propone: “Aplaste el relieve de Suiza y calcule la superficie así obtenida”. Martínez da como resultado una cifra que excede ampliamente la superficie real del área de Suiza, y explica que, al aplastar las montañas, Suiza se extendió a los países limítrofes. Describe cuál es el nuevo territorio que ocupa. Su superficie abarca parte de Alemania, hasta la ciudad de Friburgo, y todo el norte de Italia, hasta la ciudad de Milán (20).

        En “TAREAS DE POESIA”, nos presenta el siguiente “trabajo práctico”: “Un barco ebrio cuenta sus recuerdos de viaje. Este barco es usted. Dígalo en la primera persona del singular” (27). Tardieu tomó la idea del poema de Rimbaud, “Le bateau ivre”. Esa era la situación que planteaba el poema. Martínez, en su respuesta, reproduce un dibujo de Rimbaud que le hiciera Fantin-Latour. Divide la imagen del dibujo en dos mitades, jugando con la palabra “partir”, en su acepción de dividir e irse de un sitio. En el espacio que separa ambas mitades, incluye una supuesta frase de Rimbaud. Este pregunta con sorpresa si vale la pena recordar con palabras su experiencia onírica y contar que partió de él un barco llevándolo.

     La “tarea” siguiente es sobre el poema “L´après-midi d´un Faune” de Mallarmé. Martínez la resuelve creando un “ex libris”, un collage decorativo que incluye dibujos inspirados en la obra y fragmentos de comentarios en francés recortados de publicaciones (28).

     De manera muy ingeniosa realiza la tarea que Tardieu propone a su lector en “Devoirs de poésie” en Un mot pour un autre (432). Este le pide que se imagine que es un “Príncipe de Aquitania”, “viudo” y “tenebroso”, y cuente su vida en primera persona. Tardieu no le dice a su lector que había tomado la idea del motivo del poema célebre del poeta romántico Gérard de Nerval: “El desdichado”, que comienza con los versos “Je suis le ténebreux, -le veuf- le inconsolé,/ le Prince d´ Aquitaine à la tour abolie…”. Martínez, que conoce el texto, y sabe que ese era el tema principal del poema de Nerval, responde, con viveza, transcribiendo el poema original en francés (29).

     En la página siguiente se enfrenta a una pregunta de Tardieu sobre el poema “El cementerio marino” de Paul Valery (30). Este, de manera similar a como lo había hecho con el poema anterior, le pide al lector que refiera la “alucinación” que tuvo cuando visitó el cementerio de su aldea natal, junto al Mediterrráneo, en primera persona. Aquí Martínez responde de diferente manera diferente a como lo había hecho en el poema anterior, no transcribe el texto de “Le cimetière marin” de Paul Valéry en francés. En lugar de esto coloca una imagen encuadrada del negativo de la fotografía del poema de Nerval, “El desdichado”, y la rodea de comentarios que hace sobre sus bordes; el más llamativo dice: “LA TUMBA DE LOS SIGNOS”. Aclara abajo, que, al ver el anverso y el reverso de esa página, el lector puede observar el poema en su “inmediata textualidad”. El “espesor de esos signos desnudos”, dice Martínez, “…destruyen cualquier intento de interpretación respecto a una supuesta: “Profundidad de la Literatura””(30). 
    Esta nos puede parecer una afirmación nihilista, en la que el poeta niega trascendencia al texto literario. Martínez, sin embargo, persigue otro objetivo, sueño máximo del Surrealismo: desea atravesar las barreras del lenguaje, ir más allá de la Literatura. Afirma la materialidad del signo. Quiere llegar a una surrealidad que sea expresión del impulso psíquico liberado, tal como lo proponía Breton.
     Termina esta sección con “PEQUEÑA COSMOGONIA PRACTICA”. Tardieu pide que construyamos un mundo coherente a partir de Nada, “sabiendo que: YO – TU y que Todo es POSIBLE” (33). Martínez propone dos soluciones: en una un sujeto pierde el objeto de su deseo y resuelve la situación identificándose con el objeto deseado y perdido, y en la segunda, un sujeto se está por matar por una mujer, lo piensa y, en lugar de matarse, destruye una imagen de la amada, resolviendo así el problema. Esta última es una proyección de lo que hace Martínez: se enfrenta a la Literatura y ataca su imagen.

       En la segunda parte del libro, Martínez le presenta cinco problemas a Jean Tardieu. A la inversa de lo que sucedió en la primera parte, ahora es él el que pregunta al poeta francés, al que tuvo oportunidad de conocer en persona cuando visitó París en 1992, poco antes de morir (Roblero 71-4).

       Martínez divide su cuestionario en varios temas: la identidad, el espacio y el tiempo, la parapsicología, una confusión cotidiana, el lenguaje y un problema transparente. Formula sus preguntas en el mismo tono humorístico y burlón que empleara el francés en sus “problemas y trabajos prácticos”. En “LA PARAPSICOLOGIA” le plantea: “Tardieu. Usted fue un gato y tuvo una dueña. SE QUERIAN MUCHO. HAN PASADO CIEN AÑOS DESDE ESA ULTIMA VIDA. Ahora Usted es la dueña y ella es su gato. ¿CÓMO HACEN PARA RECONOCERSE?” (37). Para contestarla haría falta recurrir a un humor e ingenio surreal similar al que él mismo utilizó en sus respuestas a Tardieu. Los ejercicios se van volviendo un juego, donde cada uno de los jugadores debe superar al otro.

      En las secciones siguientes del libro: “TAREAS DE ARITMETICA”, “EL ESPACIO Y EL TIEMPO”, “LA ZOOLOGIA”, “LA LITERATURA”, “EL DESORDEN DE LOS SENTIDOS”, Martínez combina lenguaje verbal e imagen visual. En “TAREAS DE ARITMETICA”, utiliza imágenes de Marx y Rimbaud, prendas de vestir, nombres de animales, temas históricos y objetos culturales en lugar de números, en sus ejercicios de suma, resta, división y multiplicación. Por ejemplo: “Una golondrina + La Revolución Francesa = Las Obras Completas del Marqués de Sade”, y “Otello – La luna = El Sol Negro de Nerval” (47). Al “cuantificar” animales, como la gaviota, junto a hechos sociales, como la revolución, y creaciones literarias, como las obras de Sade y Otello, Martínez lleva la situación surreal al plano del absurdo.

      En la sección “EL ESPACIO Y EL TIEMPO” de su libro Juan Luis Martínez nos propone varios ejercicios. Introduce las obras de un autor admirado por los surrealistas: el matemático y escritor inglés Charles L. Dodgson, o Lewis Carroll, como intratexto. Carroll había escrito libros de ficción y de lógica matemática. Martínez emplea personajes de Alice´s Adventures in Wonderland, 1865, como el gato de Cheshire, y plantea ejercicios y juegos de lógica, que encuentra en Curiosa Mathematica, 1888 y The Game of Logic, 1887 (Suárez Mayor 61-71).

      Carroll era un escritor sumamente particular: vivía en dos universos, en el de las matemáticas y en el de la literatura. Era un matemático al que le gustaban los juegos y los personajes fantásticos que desafiaban la lógica. Mantenía una visión dual y humorística de las cosas y esto fascinaba a Martínez. El sujeto moderno es un sujeto escindido, en conflicto consigo mismo y con el mundo. Martínez da a las ideas de Carroll un lugar en su libro. Son para él ideas productivas.

       En “UN PROBLEMAS HEMISFERICO” transcribe un texto homónimo de Carroll, “A Hemispherical Problem” (Suárez Mayor 71-2). Presenta al lector una reproducción de un mapa del mundo dividido en dos planos y le hace el siguiente planteo: “Un hombre viaja alrededor del mundo lo bastante aprisa para que el sol esté siempre sobre su cabeza; toma la salida un lunes al mediodía, al cabo de veinticuatro horas volverá a hallarse en el punto de partida. ¿Dónde constata que el día se llama ahora martes? ¿En qué momento de su viaje el día ha cambiado de nombre?” (57). El texto problematiza la relación del sujeto con el espacio y el tiempo, y enfrenta el mundo imaginario con el mundo sensible.

       En “EL TEOREMA DEL JARDIN” nos muestra la fotografía del padre de Jean Tardieu, Victor Tardieu, y la compara con la fotografía de Jean siendo niño, tomada en un jardín que había mostrado anteriormente en la página 36. Su objetivo es revelar “parte de esa extraña relación que pudiera existir a veces entre el espacio de la ficción y los personajes de la vida” (65). Le propone al lector que imagine que “el afuera del jardín” se prolonga “en el adentro de este libro”. Explica que ese jardín no existe fuera de las páginas del libro, y que al cerrar el libro se cierra el jardín y se borra la distancia que existía entre los dos personajes.

     En la sección siguiente, “LA ZOOLOGIA”, la escritura de Juan Luis Martínez cambia. Sale del formato pseudo-científico que había mantenido en las secciones anteriores, donde un hablante impersonal planteaba problemas, hacía preguntas y proponía respuestas. En esta sección aparece un sujeto poético y organiza los textos en estrofas. En “EL ZOOLOGICO IMAGINARIO” habla de varios animales que “no son de este mundo”, como las “Gyraffas”, los “Eleffantes” y los “Dromeddarios”, a los que representa con figuras geométricas superpuestas: un cuadrado, un triángulo y un círculo. Dice que para escuchar sus gritos, él debería cambiar de nombre y llamarse “(Jxuan de Dios Marttínnez)”. Poco a poco “los Niñños”, que están encerrados en las jaulas de los “Monnos”, van perdiendo conciencia de lo que una vez fue “La misteriosa selva africana” (70). El mundo geométrico va reemplazando el reino animal.

   En “EL ANIMALFABETO SE MUERE/DUERME SOBRE SU PROPIA SOMBRA/ORILLA” Martínez presenta una fábula sobre un animal imaginario. La voz que cuenta se dirige a los “Niños de este mundo o del otro”, aludiendo con sorna al poema de César Vallejo, “España, aparta de mí este cáliz”, en que el poeta peruano hablaba a los “niños del mundo”, en momentos en que España estaba sumida en la Guerra Civil (73). El sujeto describe un “animal” que se la pasa todos los días escribiendo y “construyendo bibliotecas” y expresa sus sentimientos en las lenguas de los diferentes animales: maúlla, gruñe, rebuzna, etc. Se persigue su propia cola y juega con su sombra, y “no sabe si está muerto o duerme”. Todos los animales de esta sección resultan monstruosos e imaginarios.

        En el poema “ICTHYS” toma como tema el símbolo cristiano del pez. Coloca sobre la parte superior de la página un anzuelo real, cita diferentes versículos de la Biblia y emplea varias lenguas. Está escrito como un contrapunto entre una voz poética y un “Quorum”, especie de coro o voz grupal. La voz poética aclara que “EL SUBLIME PESCADOR ES EL CRISTO DE LA MANO ROTA a cuyo anzuelo aún nos resistimos”. El texto tiene un final grotesco: el coro canta en inglés un aviso de propaganda que ofrece aparejos de pesca en Florida. Al pie de la página pega otro anzuelo (75).

        En el poema siguiente nos refiere la historia de “LA PROBABLE E IMPROBABLE DESAPARICION DE UN GATO POR EXTRAVIO DE SU PROPIA PORCELANA” (76). Le sigue una bibliografía sobre el tema, que incluye un supuesto libro suyo sobre la historia oculta de los gatos, y un problema o ejercicio sobre “EL GATO DE CHESHIRE”, donde introduce como personaje al gato del libro Alice in Wonderland, de Lewis Carroll.

   “LA PROBABLE E IMPROBABLE DESAPARICION DE UN GATO POR EXTRAVIO DE SU PROPIA PORCELANA” es una fábula humorística. Está organizada en estrofas. En esta el gato de porcelana observa con curiosidad la porcelana que lo representa. La porcelana y el sujeto gato se piensan mutuamente, y comprenden que uno depende de la mirada del otro, y que si dejan de pensarse, desaparecen.

       Este poema lúdico encierra una meditación sobre el problema de la subjetividad del artista. El proceso de reflexión da su identidad a la obra de arte. El autor proyecta su subjetividad en el objeto creado, y este a su vez comunica la subjetividad del creador al observador o lector. Forma y percepción se condicionan mutuamente. El arte es una experiencia intersubjetiva.

    En el texto siguiente, “EL GATO DE CHESHIRE”, Martínez nos plantea un problema relacionado al anterior. Se trata de un ejercicio “lógico” basado en un episodio del capítulo 8 del libro de Carroll, Alice in Wonderland, en que el Rey y la Reina discuten sobre el gato de Cheshire. El gato, en el libro de Carroll, conversa con Alicia y mantiene una sonrisa enigmática constante. Cuando se va, su cuerpo desaparece poco a poco. Lo último en desvanecerse es su sonrisa.

     En “EL GATO DE CHESHIRE” el Rey, irritado, ordena al verdugo que decapite al gato. El verdugo sólo ve su cabeza, ¿se puede decapitar una cabeza sin cuerpo? Martínez le presenta al lector varias opciones para que elija. En algunas el texto aparece tachado, puesto en duda. Las opciones alternan entre el ser y el no ser (78).

  Titula al próximo texto “6 LECCIONES (NO LOGOCENTRICAS) DE AMBIGÜEDAD SURREALISTA CON LAS PIEZAS ANATÓMICAS PARA ARMAR LA MITAD DE UN ELEFANTE”. Distribuye en la página las seis lecciones. Diferentes personas han encontrado en distintos lugares, a lo largo de los años, varias partes del animal. El autor propone al lector que haga un dibujo para comprobar si efectivamente ha logrado completar la mitad de un elefante (79).

    Este juego de apariciones y desapariciones termina con varios ejercicios sobre el perrito Fox Terrier, llamado “Sogol”, inversión de logos, que desaparece en la intersección de dos avenidas. En uno de los textos, “FOX TERRIER DESAPARECE EN LA INTERSECCION DE LAS AVENIDAS GAUSS Y LOBATCHEWSKY”, el autor pide al lector que averigüe cómo encontrarlo (81). Le presenta al lector varias hipótesis lógicas, que no resuelven el problema. Concluye que el animal desapareció en una “fisura” en un espacio regido por la geometría no-euclidiana, que tiene curvatura negativa, y sólo les queda aguardar que regrese por sus propios medios desde esa “otra dimensión” al cruce de las Avenidas (Suárez Mayor 77). En la página 83, Martínez vuelve a la misma situación anterior, pero cambia el valor de los términos, de positivos a negativos, y cuestiona la desaparición del perrito. La “no-solución” que nos propone en “FOX TERRIER NO-DESAPARECIDO NO-REAPARECE EN LA NO-INTERSECCION DE LAS NO-AVENIDAS (GAUSS Y LOBATCHEWSKY)” es que “Sogol no regrese jamás desde esa otra no-dimensión donde jamás desapareció, pero cuya entrada y salida seguimos encontrando en la intersección de las avenidas Gauss y Lobatchewsky.” (83).

    En la sección siguiente, “LA LITERATURA”, Martínez trata varios temas que lo preocupan: la página en blanco, la relación entre el lenguaje y el silencio, el lenguaje y el no lenguaje, y los lenguajes entre sí. En el poema “EL CISNE TROQUELADO” alude al célebre soneto “Le vierge, le vivace et le bel aujourd´hui” de Mallarmé. En su poema Mallarmé había introducido como personaje a un cisne, símbolo del poeta, preso del invierno, inmóvil sobre un lago, que recordaba sus vuelos y se lamentaba de su decadencia. El poema de Martínez tiene tres partes: “(La búsqueda)”, “(El encuentro)” y “(La locura)”. El poeta agrega a la noción mallarmeneana de la página en blanco y a la figura del cisne, la idea del troquel. El troquel es un molde capaz de reproducir un modelo, y en el poema es símbolo de la escritura. Martínez mantuvo con esta una relación conflictiva y ambigua. Su libro es difícilmente reproducible y ha tenido contadas ediciones.

      En el comienzo de “EL CISNE TROQUELADO” explica al lector que la página se repliega “sobre la blancura de sí misma”(87). Abre el “documento cerrado”. Es parte de un proyecto imposible: “la compaginación de la blancura”. Esa página contiene “La Escritura Anónima y Plural” a la que acecha “El Demonio de la Analogía”. Su “dominio” es la lectura de un signo entre los cisnes o a la inversa, de un cisne entre los signos. En la tercera parte del poema, titulada “(La locura)”, el sujeto poético se encuentra con “el troquel”, el instrumento capaz de acuñar un signo, “el troquel anónimo de alguno que es ninguno”. El poeta presenta, en francés, la analogía del cisne/signo de Mallarmé; dice:

Le SIGNE/CYGNE blanc de le CIGNE/SIGNE Mallarmé (87)

El troquel del cisne equivale para él a “el no compaginado nombre de la albura”. La página tiene su revés, imagen metafórica que reaparece en todo el libro y se materializa en las transparencias. El poeta dice que la página es una “ficción de sí misma”. La literatura parece estar encerrada en una red de espejos; no sabemos cuál es el original y cuál la copia.

      Al final del poema el poeta se dirige a sí mismo; dice: “(¿Swan de dios?)/ (¡Recuerda Jxuan de Dios!): (¡Olvidarás la página!)”. La identidad queda entre paréntesis, cuestionada. El yo poético divinizado olvida, es débil. Y concluye el poeta: “el agua borrará tu nombre”. El sentido de su mortalidad angustia a Martínez. Sabemos que en su vida real estuvo cruelmente signado por una grave enfermedad (Roblero 70). En este poema elegíaco nos revela cuál es su búsqueda como escritor. Es el texto de su obra que más se aproxima a un “arte poética”.

   En “OBSERVACIONES RELACIONADAS CON LA EXHUBERANTE ACTIVIDAD DE LA “CONFABULACION FONETICA” O “LENGUAJE DE LOS PAJAROS” EN LAS OBRAS DE J.-P. BRISSET, R. ROUSSEL, M. DUCHAMP Y OTROS”, Martínez se enfrenta a un tema que le preocupa particularmente: los lenguajes y la comunicación. Discute “los lenguajes de los pájaros” en relación a las obras de varios autores asociados al Surrealismo, entre ellos Russell y Duchamp (89). El canto de los pájaros crea una multitud de lenguajes que el autor considera una verdadera “confabulación fonética”. En su última “observación” afirma que la naturaleza, para verificar si se establece la comunicación, no se vale del “canto de los pájaros/ ni su equivalente, la palabra humana”, sino del “silencio”, “convertido en mensaje”. El silencio es para él “un signo, un momento del mensaje que la naturaleza se dice a sí misma”. A través del silencio la naturaleza puede “verificar si el circuito funciona”.

       En los textos siguientes de “LA LITERATURA”, Martínez escribe sobre el nombre y la divinidad, en “LA GRAFOLOGIA”, donde dice que el serrucho que corta la madera trata de decir “(Jxuan de Dios”), pero sólo logra pronunciar las sílabas entrecortadas de su apellido, Martínez; el silencio y la ausencia de obra, que amenaza al escritor, en “LA LOCURA DEL (AUTOR)”; la separación material del yo y el mundo, en los dibujos de “MEDITACIONES SOBRE RENE MAGRITTE”; la búsqueda del signo absoluto, ideal utópico mallarmeneano, en “LO QUE (EL AUTOR) HA LEIDO ACERCA DE UNA FLOR”; el significado o mensaje del texto, en las “TAREAS DE POESIA”, donde, imitando las bromas de Tardieu, crea un poema en un lenguaje inventado incomprensible y, a continuación, le da al lector un cuestionario, donde le solicita que explique el sentido del poema.

     Al final de esta sección nos encontramos con el personaje de Delia. Martínez aclara que el nombre no designa a una mujer determinada, es un anagrama de “IDEAL” (102). Delia sabe, dice, que la vida tiene un ritmo secreto, que abarca el mundo de los libros. “DESCRIPCION DE UNA BODA IDEAL” es un poema-fábula sobre la boda de Delia (104). En la boda el fotógrafo literalmente disecciona el cuerpo de Delia, y el novio lo “reconstruye”. La historia concluye con los recién casados retirándose a una pequeña habitación, donde la esposa hace las alabanzas del tamaño del sexo de su esposo.

    La última sección del libro se titula “EL DESORDEN DE LOS SENTIDOS”. Introduce personajes históricos, entre ellos Napoleón y Hitler. Reproduce la foto de una gran piedra suspendida, llamada “Perfil de Napoleón”, cuyo contorno recuerda a los visitantes la figura del Emperador francés (110-111). Presenta luego una foto de Hitler dentro de un recuadro. Llama a esta composición “ADOLF HITLER Y LA METAFORA DEL CUADRADO”. Dice que Hitler sufría de vértigo y sabía que su caída era inminente. Su viaje de la foto hasta la página del libro muestra que después de perder el poder cayó en el cuadrado de la foto, y que tanto el tiempo como el espacio tienen “su ley de gravedad” (113).

    En el texto siguiente: “TANIA SAVICH Y LA FENOMENOLOGIA DE LO REDONDO”, toma como personaje a una víctima del nazismo. Tania Savich era una niña rusa que sufrió el sitio cruel y prolongado del Ejército Alemán en Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial y murió de tuberculosis a los 14 años. Martínez opone el cuadrado de la fotografía de Hitler al círculo familiar en que vive la niña. Explica que en el círculo hay “…un centro de orden que protege la casa contra un desorden sin límites” (114). Tania estaba convencida de que la existencia era “redonda”.

      Martínez continúa su discusión sobre la percepción y las figuras geométricas con dos “investigaciones”, como las llama, sobre “las burbujas en la superficie del café contenido en una taza” (112). En la primera, observa que las burbujas de café se desplazan del centro a las paredes de la taza. Argumenta que lo hacen porque no tienen “Noción de Infinito”. En nota, aclara que el hombre, a diferencia de la burbuja, “será o deberá ser siempre el centro del Infinito”. En la segunda parte de las investigaciones, argumenta que las burbujas “no tienen existencia objetiva”, más allá de nuestra conciencia. Es nuestra percepción la que da objetividad aparente al mundo que nos rodea. El espacio y el tiempo, afirma, no existen en sí mismos (115).

      Concluidas las secciones, nos presenta varias “NOTAS Y REFERENCIAS”. Utiliza esta parte del libro para polemizar con las secciones anteriores. Dedica dos “notas” al “gato de Cheshire”. La sonrisa del gato, desvaneciéndose, dice, nos dejaba en un estado de extrañeza y temor (122). En la sonrisa del gato se unían “ser y expresión”. Buscaba descubrir su trágica “realidad”. Era una sonrisa dirigida hacia el adentro y el afuera. La sonrisa, explica el poeta, recordaba al hombre “EL CARÁCTER PRECARIO DE SU REALIDAD” (123).

     En la “NOTA 5”, discute el texto sobre el lenguaje de los pájaros de la sección LITERATURA. Martínez emplea dos escrituras contrastantes: una analítica y explicativa, en la que afirma que tanto los pájaros como “algunos escritores” se expresan de la manera más irracional posible: a través del silencio, y otra poética, en que nos cuenta cómo los pájaros intentan escapar del árbol del lenguaje y buscan desentenderse del silencio y de sí mismos (126). Tratan de “desescucharse” y “reingresan al silencio”. Estos pájaros, dice, “son cantados por el canto” y “cantan al revés”. Su canto es “el lenguaje transparente de su propio ser”.

      El lenguaje traza un círculo mágico alrededor de la especie a la que pertenecen y de la que no pueden escapar. La subjetividad y el ser determinan la realidad. Dice que los pájaros y los poetas, “mudos de vergüenza se tragan en silencio su propio desencanto”, y aparentan una profundidad que no es tal. La literatura que finge profundidad es engañosa.

    Martínez nos propone en este texto una tesis idealista y formalista a un tiempo. Coincide con la idea del libro que tenía Mallarmé, al que cita. Los pájaros tratan en su canto de combinar notas para generar sensaciones o emociones, y su significado último es indescifrable: “deconstruyen el silencio” (126).

    En la “NOTA 9” crea un contrapunto con el texto “EL OIDO” de la sección “EL DESORDEN DE LOS SENTIDOS”, en que sostenía que el “oído era un órgano al revés” que escuchaba el silencio (108). En la nota, toma como personaje al gran compositor alemán Beethoven, que había sufrido de sordera. Discute su posición política: Beethoven, a diferencia de Hegel y Goethe, había criticado a Napoleón por haberse coronado Emperador. No tenían la misma idea de lo que era la “libertad”. Para Beethoven, dice Martínez, la libertad era el principio que estructuraba “la vida común de los individuos” y rechazaba cualquier tipo de tiranía y de orden estatal absolutista (130).

      En la “NOTA 10” dialoga con su texto sobre “el espectro de Napoleón” de la sección “EL DESORDEN DE LOS SENTIDOS”. Aquí elucubra que Napoleón estaba consciente de que era “un mito”. Quizá, dice el poeta, Napoleón haya sido realmente un mito y, aún más, “una mistificación”, organizada para que creyéramos que Napoleón existió alguna vez (131). El vínculo entre realidad y mundo imaginario es frágil, no podemos estar seguros de cuál de los dos prevalece sobre el otro. El ser humano, desde esta perspectiva idealista, cercana a la que sostuviera Jorge Luis Borges, puede ser sólo un sueño y no sabemos quién sueña a quién (Martín 7-21).

     En la “NOTA 11” hace otro comentario histórico, esta vez sobre Hitler y Tania Savich: dice que a pesar de la crueldad del Ejército Nazi en el sitio de Leningrado, donde perecieron un millón de rusos, entre ellos la pequeña Tania, la ciudad sobrevivió. En la “NOTA 12” Martínez propone a Hitler una “solución” para su problema. Este, en un texto anterior, había quedado atrapado en la “metáfora del cuadrado” (113); el poeta le muestra ahora la portada de una obra del filósofo Hobbes, en que éste promete revelarle a sus lectores “un método para cuadrar el círculo” (133).

       Termina su libro con un apartado final, al que titula “EPIGRAFE PARA UN LIBRO CONDENADO: LA POLITICA” (135). Introduce como personajes a los miembros de una familia. Escribe una muy interesante fábula sobre su “desaparición” en una casa. La casa es una alegoría de lo que la vida representa. En el poema-relato, el padre conversa con los distintos miembros, incluidos los animales, que se han extraviado en la casa. En la primera estrofa habla con su hija de cinco años, en la segunda con su hijo de diez, en la tercera con los dos gatos de la casa, en la cuarta con su perrito fox-terrier, “Sogol” (anagrama de Logos). Los personajes no pueden encontrar la salida. El padre les advierte que tengan cuidado, que la casa no es lo que parece, y al menor descuido habrán “perdido toda esperanza” (137). En la última estrofa el padre reconoce “para sus adentros”: “- Ahora que el tiempo se ha muerto/ y el espacio agoniza en la cama de mi mujer,/ desearía decir a los próximos que vienen,/ que en esta casa miserable/ nunca hubo ruta ni señal alguna/ y de esta vida al fin, he perdido toda esperanza” (137).

      La casa-mundo, tal como la presenta el poeta, es un laberinto del que no podemos salir. El ser humano vive encerrado en su conciencia. Su única realidad es su lenguaje. A diferencia de Breton, que creía en la posibilidad de la revolución social y se acercó primero a Marx, y luego a Trotsky, a quien visitó en México, atraído por su idea de la Revolución Permanente, Martínez niega el materialismo, y ve la actividad política con pesimismo (Taminiaux 52-66). En uno de los últimos textos del libro, “LA ESTRUCTURA DEL PENSAMIENTO POLITICO”, dibuja una serie progresiva de ratas, del uno al diez, que ejemplifican ese pensamiento. Las ratas van una tras otra, obedientes, siguiendo un orden monótono. Al final, pone un comentario de rechazo en inglés: “Drat the rats!”, que podemos traducir como “¡Al diablo con las ratas!” (139).

        En la última página nos presenta un collage alegórico y burlesco, al que titula “LA NUEVA NOVELA: EL POETA COMO SUPERMAN”. En este aparece un dibujo de Superman y su novia. Ella está en sus brazos, desnuda. Martínez recortó sus cabezas y las reemplazó por las fotografías de Marx, como Superman, y de Rimbaud, como la novia. Abajo hace un comentario irónico, y se incluye a sí mismo como personaje: explica que Superman se hizo famoso gracias a su “doble” identidad, primero como periodista y, luego, como un poeta chileno que renunció a su nombre, y se muestra “como un ser tímido y agresivo, borroso y anónimo” (147). Superman, dice, satisface las “nostalgias” del hombre moderno que, aunque se sabe limitado, sueña revelarse como un “personaje excepcional”, como un héroe “cuyos sufrimientos están llamados a cambiar las pautas ontológicas del mundo”.

     En la contratapa de la obra, nos encontramos con una superficie cuadriculada. Martínez le pide al lector que pruebe de dibujar en ella una casa y encontrar una ruta de escape para su familia. Quizás el lector pueda lograr lo que él no pudo. En la solapa de la contratapa aparecen preguntas y respuestas de hablantes que tratan de definir qué es la realidad; al pie de la solapa transcribe una frase de Breton: “Todo es real”. El mundo onírico es parte de ese todo.

       Si en LA NUEVA NOVELA Martínez ataca la noción tradicional de realismo, en su libro siguiente, LA POESIA CHILENA, cuestiona nuestra idea de poesía y ataca al género mismo. No encontramos en LA POESIA CHILENA poema alguno. Nos presenta un objeto libro, que reúne textos, imágenes y cosas. Incluye un saquito de tierra chilena y el acta de defunción de los poetas más célebres de Chile: Mistral, Huidobro, de Rokha y Neruda. Su actitud desacralizadora expresa su deseo de revolucionar nuestra noción de literatura. Propone una literatura radicalmente nueva, que no exprese la realidad sino lo que Breton llamaba la surrealidad: el poeta puede liberar sus impulsos psíquicos más creativos, sin atarse a forma alguna.

       Luego de publicada LA POESIA CHILENA en 1978, Martínez no vuelve a publicar un nuevo libro. Fallece en 1993. Durante esos largos años, en que sufre una grave enfermedad renal, sus lectores esperan en vano un nuevo manuscrito. Sus compañeros de generación: Zurita, Maquieira, Vicuña, siguieron publicando. Combinaron su actitud experimental con una posición más ecléctica. Zurita emergió como un gran poeta nacional, con una poesía neo-épica que crea un puente con la poesía chilena de la naturaleza de Neruda y Mistral. Muchos lectores agradecemos esto, pero para los Surrealistas como Breton y como Martínez desdecirse del extremo experimentalismo era traicionar sus principios. Breton criticaba a los que lo hacían y expulsó a varios del movimiento (Breton 89-111). Martínez prefirió el silencio. Para él el silencio hablaba, y era en sí una suerte de manifiesto. Había tocado un límite y no se podía ir más allá sin desdecirse.

      Martínez intentó salir de la literatura, romper la cárcel del lenguaje. No escribió poesía lírica, ni basó su expresión en el uso de figuras poéticas, como la metáfora, que prodigaban otros. Tampoco hizo del yo poético el centro de su escritura. No cultivó una gran imagen de autor. Puso en duda la identidad del poeta, la fragmentó en varios yo. Atacó cada uno de los principios en que se basaba y se basa el arte de la poesía. El Surrealismo buscaba ir más allá de la literatura. La poesía era para ellos el centro de la creación. Se manifestaba como un impulso psíquico ilimitado. Era energía humana pura, libre. El poeta podía acceder a la surrealidad y expresarla en diversos lenguajes. Así lo hacía el personaje cómico de Tardieu que inspiró a nuestro poeta, y con quien dialogó en su libro: el filólogo loco, descubridor de lenguas, el Profesor Fraeppel.

      Un apartado especial en este capítulo de la historia de la poesía contemporánea que protagonizó Juan Luis Martínez lo merece la recepción que tuvo su obra. Sus libros no son fácilmente reproducibles, ya que incluyen el pegado en la página de objetos fabricados, como anzuelos, y el agregado de materias naturales, como la bolsita con tierra. Prácticamente no han circulado. Son libros secretos. Sin embargo, han llegado a esos lectores ávidos que son los críticos y los han inquietado. Fruto de esa inquietud, de esa preocupación que generó Martínez son los numerosísimos artículos, libros y tesis escritos sobre su breve obra. ¿A qué se debe esto? ¿Qué planteó Martínez que tanto nos preocupa? Yo creo que Martínez trató sinceramente de encontrar el modo de sacar a la literatura de su ámbito y meterla en la vida. Había sido la promesa vanguardista. Era el vellocino de oro que buscaba el Surrealismo. Quizá en el algún momento creyó que lo lograba, pero luego seguramente intuyó, como todos nosotros, que no era posible. Simplemente porque no se puede salir de la literatura. El personaje simbólico de “LA DESAPARICION DE UNA FAMILIA” que quiere salir de la casa y no lo logra somos nosotros. No podemos salir de la casa del lenguaje. El deseo vanguardista de salir de la literatura es utópico. Es una utopía irrealizable y como tal fracasó. Jamás lograremos salir de la literatura, de lo cual yo en particular no me lamento. No concibo el mundo sin literatura. La obra de Martínez, sin embargo, nos lanzó una señal: había otros lenguajes posibles que la literatura debía explorar. Las vanguardias, efectivamente, lograron mostrarnos y comunicarnos eso.

      Los lectores contemporáneos de siglo XXI vivimos en un mundo diferente al de 1978: la autopista cibernética ha logrado un tránsito casi irreal de discursos y lenguajes. El mundo del Profesor Fraeppel ya no nos parece tan disparatado. El discurso monológico de muchos poetas del pasado resulta cada vez más difícil e improbable. Los lenguajes entran en contacto entre sí aunque no queramos. La heteroglosia del habla, antes la excepción, se vuelve la regla. Vivimos en un presente y nos aguarda un futuro en el que proliferan los discursos, las formas artísticas interactúan, aparecen nuevos lenguajes y se llega a nuevas síntesis. Un mundo que anticipa la crítica, que se le parece: interdisciplinaria, heterodoxa, dialoguista. En este presente la obra de Martínez nos alerta de un suceso importante. La división de géneros no se sostiene. La especialización de los lenguajes tampoco. Todo se renueva y se combina, en un proceso abierto de transformación, cuyos frutos finales aún no han madurado. Sin embargo, todos los aguardamos con gran esperanza.







Bibliografía citada





Breton, André. Manifiestos del Surrealismo. Buenos Aires: Editorial Argonauta 2012.

Traducción, prólogo y notas de Aldo Pellegrini.

Brodsky, Roberto. “Callarse es una cosa, pero el silencio es otra”, Juan Luis Martínez,

POEMAS DEL OTRO… 75-78.

Carroll, Lewis. Lewis Carroll: Complete Works. New York: Barnes and Noble, 2007.

Kirkpatrick, Gwen. “Desapariciones y ausencias en La nueva novela de Juan Luis

Martínez”. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana No. 50 (1999):

225-34.

Mallarmé. Poésies et autres textes. Paris: Librairie Générale Française, 2005.

Martín, Marina. “Borges, perplejo defensor del idealismo”. Variaciones Borges

13(2002): 7-21.

Martínez, Juan Luis. LA NUEVA NOVELA. Santiago de Chile: Ediciones Archivos, 1977.

---. LA POESIA CHILENA. Santiago de Chile: Ediciones Archivos, 1978.

---. POEMAS DEL OTRO. POEMAS Y DIALOGOS DISPERSOS. Santiago de Chile:

Universidad Diego Portales, 2003.

Pérez, Alberto Julián. Revolución poética y modernidad periférica. Buenos Aires:

Corregidor, 2009.

Rioseco, Marcelo. “La poética matemática de Juan Luis Martínez”. Revista

Iberoamericana 232-233 (Julio-diciembre 2010): 855-74.

---. Maquinarias deconstructivas. Poesía y juego en Juan Luis Martínez, Diego

Maquieira y Rodrigo Lira. Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2013.

Roblero, María Ester. “Me complace irradiar una identidad velada”. Juan Luis

Martínez, POEMAS DEL OTRO. Santiago: Ediciones Universidad Diego

Portales, 2003. 71-74.

Suárez Mayor, Zenaida. Palabras ya escritas. Relecturas de La nueva novela de Juan

Luis Martínez. Santiago: Ril Editores, 2019.

Taminiaux, Pierre. “Breton and Trotsky: The Revolutionary Memory of Surrealism”.

Yale French Studies 109 (2006): 52-66.

Tardieu, Jean. Œuvres. Paris: Éditions Gallimard, 2003.

Weintraub, Scott. “La copia es el original: la problemática de las obras póstumas de

Juan Luis Martínez”. Latin American Literature Today No. 4 (2017). Web.









Publicado en:


Alberto Julián Pérez. “Juan Luis Martínez: cómo salir de la literatura”. Revista Mediaisla 4-5 (Año XVI). Septiembre - Octubre 2019. Web.

No hay comentarios:

Publicar un comentario