Fragmentos hacia la destrucción
del sujeto poético
La identidad y la locura
Alberto Julián Pérez ©
1981
Las antesalas se confunden con los espejos,
la máscara está debajo del rostro,
ya nadie sabe cuál es el hombre verdadero
y cuáles sus ídolos. Y nada de eso importa;
ese desorden es trivial y aceptable
como las invenciones del entresueño.
Jorge Luis Borges
"Los traductores de las 1001 Noches"
Prólogo-confesión
Las imágenes de los Sueños
se han cansado de esperarme en un punto enemigo.
Esta historia de mi Yo se agota con un vagido
irreconocible.
Las tiranías de la Razón quieren imponerse
sobre la Intuición de los Deseos aplazados.
Desterrado de mis Instintos,
la Palabra está blanca y vacía
y siento asco de su pureza.
Pero la fuerza del Amor
me arrastra a esta Comunicación desesperada:
es una Necesidad dulce
como el suave delirio de una borrachera
que se avergüenza de sí misma,
porque me hace falta el alcohol o la Locura
para decir mi Verdad.
En esta crisis,
mi moral es la defensa última
ante el Futuro que me llama.
El Tiempo se agota y me afiebra
y veo desdoblados los instantes en los espejos de la agonía,
donde el Enemigo triunfante se arranca las Máscaras una a una.
Tengo la certidumbre de que en el fondo no hay Tema:
el Tema, con el Significado que lo acompaña,
se ha hecho imposible;
esta Confesión es el último refugio
antes de caer anulado por mi Fantasía,
agotado en mi Creación,
como una madre después de dar a luz
y ver que ha parido demonios.
La Lógica me desdibuja en la trampa de su Verdad:
un hombre no puede ser su Identidad más allá de su
Sueño.
Es esa Identidad precisamente la que nos enferma,
ese cambio obligado de Pronombres lo que nos duele,
ese Deseo por Descifrar algo, lo que esos Pronombres
quieren Ser
en la Fantasía atormentada de los que desesperan
día a día
sin llegar a ser lo que son,
sin
alcanzar ese Futuro que se detiene en el Presente y
los condena a la cámara del
Tiempo,
incapaces
de hallar una salida,
porque
toda esta Cultura
se transforma
en
un Laberinto laborioso de Palabras
donde lo único que
deseamos es la Muerte.
Empujo con
fuerza
el cubo azul de un sueño
Entro en él
Me incorporo
Aristas sensuales
Cristal íntimo
Veo mi reflejo
Estoy distinto
Soy lo que quisiera
Rey por un sueño
Se consuma el deseo
Satisfecho
Duermo
Sueño
sueño de sueño
Pongo la cabeza entre las rodillas
duermo en mi elemento
Nado por un agua seca
respiro burbujas de polvo
Voz. No. ¿Gesto? Apenas
Lentitud absorta
Estremecimiento
El cubo empieza a girar a una velocidad inusitada
Sueño:
Estoy tomando mi desayuno en una casa
a la vera de un bosque
En el bosque hay un monstruo
Dicen las mujeres que van allí para perder su pureza
Mi madre entra en el
bosque
- ¿Adónde vas madre?
- ¡Has estado cien años soñando, hijo; vamos, crece!
- No puedo
- Prisionero de un sueño
- De un sueño, del miedo, del deseo
Yo bebo el café del desayuno
me alimento de muerte con las manos atadas
caballo preso
En la taza caminan cucarachas que comen el pan del sueño
Pasa el tiempo, mis cabellos crecen, la piel se aja
soy un viejo, el viejo busca la
inocencia
y bebe el mismo café amargo una vez y otra
No puedo No pude No podré
Mi madre vuelve del bosque llena de luz, tacto dorado
desnuda, me sorprende, me reconoce, se avergüenza:
descubre que ha dado a luz a un hombre que es su padre
Yo muero, el viejo muere, mi cuerpo/su cuerpo se corrompe
mi madre se abraza a él
los gusanos de mi cuerpo chupan la vida de los miembros indefensos
impotentes, de mi madre, que no se separa de mi cadáver
Ella extiende un brazo, lo deja inmóvil y un tallo nace de su mano
Será difícil beber mi café si el niño-hombre se despierta
nos tragamos la lengua y nos ahogamos poco a poco
como la serpiente que se devora a sí misma
Giran, giran las imágenes en el cubo azul
Alrededor, material de sueño Luz de viento Polvo
ventral fertilizado
Despierto
Salgo del cubo
del espacio quieto
Soy el otro El que soy El que no quiero
El que busco se ha ido con mi sueño
Soñar mi mismo ser es imposible
¿Quién soy? Apenas Esa
la identidad del viento que se infla en
cualquier corazón dormido
Si no soy, ¿cómo muero?, ¿por qué envejezco?
Cuando el sueño que vive en mí no me ama
me echa de su reino de espuma y granadas
fragantes abiertas
penetradas por una astilla de sol parecida
al hielo que me atraviesa
luz por clavos, tan frágil,
tan vano, tan fingido
pero…¿cómo puedo acusarlo de mí mismo?
Mi destino me alcanza para no llegar
y quedarme a morir aquí, entre todos
prisionero de este laberinto, rosa por fruto
¿Cuál será la espada?, ¿cuál la
sangre de la balanza?,
¿para qué mi muerte?
Sombra, bulto, éste soy, desdibujado
me cubro avergonzado la cara con mis manos
bebo un beso
¿Me hace falta un Infierno?, ¿un Paraíso?, ¿un Cielo?
Allí está el Cubo Azul
Viaje
Entro en él para cambiar de vida
luego vuelvo
Voy y vengo
Las palabras no llevan pero traen
Son limbos de pereza
Indican el camino equivocado
Construyen un mundo que no es cierto
En él vivimos y
estamos engañados
Eterno retorno
I
Una mañana desperté y el mundo no era el que había
sido,
los pájaros ya no eran los pájaros, el aire no era
más el aire,
¿natural?, ¡quién diría!, ¿mágico?, tampoco.
¿natural?, ¡quién diría!, ¿mágico?, tampoco.
La magia no adivina la vida que alimenta a las espinas.
Una mañana todo se estaba consumiendo y empezando
de nuevo.
La historia fue síntesis y el pasado futuro,
Edipo se ató a su madre para siempre
y los hombres nunca dejarán de amarse a sí mismos.
Escuchamos
el sonido
final del Apocalipsis,
la palabra de todos los lenguajes,
mitad luz, mitad música inimitable
con ella se enterrará al mundo, a Dios, al significado,
pero sépanlo todos: el mundo nacerá de nuevo.
II
La historia nos agobia con sus citas
Y está presente en todos nuestros
actos:
olvidemos las fechas, el hombre es su producto.
Apoteótico el hombre y sus signos matemáticos
sus figuras geométricas
sus sueños decimales.
Enorme en su maldición este animal fantástico,
el hombre,
un sueño común que recorre la historia,
un sueño transmitido de generación en
generación como un canto,
como una música, un himno.
III
Difusa memoria colectiva con la precisión del
artesano de diamantes
que engarza los huesos del difunto con alambres
bendecidos y eternos,
¡se ha muerto Dios! pero está vivo,
absoluto el Uno, en el principio era el fin,
y el Hombre , cuerda sola, vibración recorrida
por infinitas almas distintas pero una,
pertenecientes a la misma lucha de sonidos por conquistar
el aire
inflamado de luz que avanza hacia la noche.
Entre el principio y el fin ha habido un sueño de
muerte,
guerra, locura, consumación, destino;
la pasión - enseñaban - se repite,
nace y termina siempre, rebrota con la misma
fuerza.
La pasión es la vida.
Un hombre quería con su ejército de signos contarse lo que había pasado
y los signos crecían y crecían, el hombre moría sepultado.
Amanecía en pájaro ligero
capaz de disfrutar la luz, el aire puro,
de encontrar a Dios, el verbo único,
por simple fe de animal sincero.
Pensativo o fugaz, estaba en medio
la fatalidad del destino escrito:
debía encontrar su piedra de preguntas.
Así lo enseña el mito. El mito es infinito.
El mito es engendrado por la historia.
Explicados: sistemas metafísicos, parábolas filosóficas.
Sin embargo en el principio era el verbo;
eso fuimos: un signo inteligente ante un
Universo inútil.
¿Qué le queda a la razón desolada?
el orden de la materia en el instinto,
la pasión de la fiebre,
el sueño que yo tuve que despertaba de un sueño
y el mundo no era ni había sido ni sería,
nacía allí mismo y era claro:
simplemente un punto que no era un punto sino el
mundo,
la eternidad, la historia, todos los hombres;
ese punto era el infinito, el origen del aire, el de
la luz,
oxígeno inflamado, tiempo viajando cargado de sonidos
oxígeno inflamado, tiempo viajando cargado de sonidos
como un secreto para generaciones inhabitables
tal vez por el amor.
La memoria nos ata y nos desata
y la necesitamos como nos necesitamos,
hoy es ayer, mañana será hoy
y así un día Dios estará muerto
y yo habré crecido y seré un hombre
entre los hombres
y amar será bueno.
Historia
de las
palabras
En la boca se mecen, hueso mío, las palabras,
fonemas
bondadosos, los viejos y los míos,
los
sonidos uterinos que manejan la clave del sentido
en el
signo acartonado que se pierde,
alma
verde,
en un
mar de leguleyos y soldados
clamando
por su pan ensangrentado,
¡facta
est!, est siendo
el
mismo ser que habitaba en la hermosura,
sin
Dios, pero riendo…
Y
después la lengua campesina…
desarrollándose
entre bárbaros que ignoran
el
placer de que gozaban las señoras en las villas romanas,
rosae alba; en el feudo, el
castillo, la leyenda
de la
cruz consolada por tanta canalla arrodillada
para
facer una copla a la serrana…
y
jugaban en las
bocas,
se
bebían como pájaros la saliva de las encías
y
saltaban esos
pneumas del molar a la lengua con sus trinos,
descubrimiento
del mundo, sol del hombre.
¡Y la
lengua moderna! El español de Cervantes,
la
figura del lenguaje levantada, gesto en el aire la voz cansada,
el
imperio de Dios se está cayendo y la lengua imperial
naufraga
en las costas del Atlántico
y enseña a los Indios el “milagro” de la
esclavitud.
(El
imperio extiende sus tentáculos,
es un
pulpo que ahoga cuanto toca.
Pasan
años, pasan siglos de servidumbre,
la lengua
se redime,
nacen
héroes, mueren santos,
las
provincias del imperio se confiesan de día
y hacen
el amor por las noches.
Los
indios y los negros le dan al castellano su fluencia sensual y dulce,
su
ritmo americano.
Llega
la libertad y las provincias del imperio
se
baten en los campos de América
y arrancan sus cadenas.)
¡Trabajo,
trabajo, trabajo! ¡Producción,
están
ciegos los campos, pero mira esa máquina cómo respira, cómo bufa,
vapor bramando,
vapor bramando,
todo
el poder
que resucita su energía!
¡Qué
lenguaje de técnica y silencio,
qué maravillas desprende la
vida del canino al molar,
llevan historia las
palabras!
Estas palabras no se
suicidan,
hechas de sudor y sangre, de
ruedas y de lanzas,
de espadas y
molinos de viento
transportan el átomo
invisible con su explosión de vida;
estas palabras han crecido, siguen creciendo,
llevando en ellas contenidas
la emoción de los hombres
y los hombres, la luz de los objetos, los colores
y los objetos. ¡Oh milagro de síntesis
en estas suaves ondulaciones transparente…!
Viene de muy adentro una ráfaga de aire cálido,
vibran las cuerdas de las guitarras vocales
y salen las palabras, formas exactas, repetidas,
conteniendo la historia de la vida,
la historia de los hombres y los hombres,
cada hombre,
cada flor,
cada sueño,
cada herida.
Un torso clásico
E1 pedestal gira y el torso de mármol blanco
nos lanza su mensaje de belleza.
Este torso trunco
es autor de nuestro amor por la vida casi:
nos enseña a descubrir el yo,
a leer en la proporción la armonía que es un
juego,
a entender lo dinámico como una melodía.
La materia nunca se detiene - nos enseña –
la idea genera el sueño o viceversa,
el sueño crea la magia y hace posible el mito.
El mito (oh felicidad) vuelve
al hombre
otra vez hijo de sus pasiones,
con cola de cerdo, mordiendo la tripa de su
ombligo
y chupando el caracol de su madre. El mito
no es un humo detrás del tiempo:
la historia habla al unísono con todas las voces.
Frente a este torso de mármol blanco
siento que fuimos hechos todos juntos
de una vez para siempre.
En el sistema del movimiento eterno.
La perfección de la forma que atesora el diamante,
acaricia la luz, muerde la música.
Todo esto en la historia,
molde perfecto de las generaciones.
Hombre hecho hombre sólo por instinto
que aprendió a interpretar el sueño para crear el
yo
transubstanciado, segundo a segundo,
descripto en el amor,
esa otra escultura, ese otro lenguaje que hablamos
y avanza como
un río.
En el principio éramos uno solo,
luz sin forma en medio de la sombra,
unívoco el sonido blanco, la órbita perfecta.
Astillas quebradas de un mismo aerolito,
el hombre y la mujer se acurrucaron,
giró el óvulo
y en un
instante la identidad disuelta
soñó
una nueva identidad,
el
juego sensual y crepitante del lenguaje,
la
proporción entre las partes, la belleza,
el pensamiento abstracto.
El teatro de la locura
Sobre los conos celestes vacila una luz sin música,
los
volúmenes proyectan sombras azuladas,
varios
planos inclinados se insertan en los conos.
Un
hombre camina por uno de los planos,
está
de espaldas, recortado sobre un fondo oscuro.
La
tinta de la muerte crece
y
el hombre pierde,
poco a poco, su contorno y su forma.
Una mujer va a buscarlo,
ve como la mancha devora paulatinamente al hombre,
se abrazo los senos y su vientre
ríe con voz y llanto entremezclados.
La mujer mastica navajas y sus senos crecen y
crecen,
son dos serpientes blandas inútiles, les nacen hojas
verdes.
Llora y el rímel resbala por sus
párpados y sus mejillas.
La enredadera de sus pechos se adhiere a su cuerpo.
Cierro el telón del teatro imaginario;
detrás de todo ese espectáculo sospecho un gran
vacío.
Un manto de luz
filtrándose como agua de corpúsculos vibrantes
que hormiguean
cubre la ventana de la gran sala;
ahora, dentro de mi casa y sólo en ella se pone el
sol.
Salgo de la casa
en el bosque que la rodea escucho maderas golpeando contra cuerdas
y ecos atemporales que conocen un círculo
sin centro
que es la perfección sagrada;
los rayos de luz son rectos y sin noche, sin
muerte.
¿Cómo explicarse a ese hombre imaginario
que desaparece en una mancha de tinta,
y a esa mujer fantástica devorada lentamente por su
pasión,
máscara de arcilla blanda decolorándose,
mientras la enredadera-serpiente de sus pechos
crece en el teatro de la casa de
sueño,
que es tal vez ya inhabitable para el Amor,
mientras yo, aquí afuera, en esta pesadilla de luz,
pierdo totalmente la conciencia del tiempo y del
espacio,
y hasta de mi inocente yo?
Mi escritorio
Mi escritorio ha florecido de repente:
brotes
en las vetas claras de su cuerpo
tripulado
por papeles y recuerdos de almas blancas;
murmullos
de agua en sus cajones
donde
mis manos encierran réplicas de manos;
despertar
de invisibles consciencias olvidadas
que
juegan al juego de la identidad del signo
que
corresponde simultáneamente a la Palabra,
al
rayo de luz, a la melodía de cinco notas en el ojo geométrico,
vinculado
a la perfección del deseo
y
al pensamiento sin receptor
que
habla y es
gesto vacío.
Mi escritorio secretamente navega aguas
atrás
a la abundancia,
al nacimiento lleno de deseos satisfechos
que desafían a la locura
(oh, el miedo a la locura así сon-todas-sus-letras,
y al agua azul que baja
y lava el alma encallada adentro,
instinto negro).
En el cuerpo de mi escritorio, y en sus cajones
hay también papeles muertos de hijos que no
nacieron
y aguardan para siempre en la oscuridad,
pensamientos y agua y peces en el agua
olas vueltas seda de sonidos
que hablan la lengua dulce del río
que viene del olvido
a traerme su miel encadenada.
Las voces y el silencio
I
Mi voz alimentada de
gritos de animales negros que escapan
noche noche noche
la música de violín corta el sonido
en tiras tiras tiras
que caen hacia el costado del renglón.
Mi voz decía alimentada de
gritos de animales negros
que crecen alrededor de una forma
y los gritos la arropan de negro
y esa esencia inflada de muerte
se viste con palabras que
son son son dice
un payaso
subido a un pedestal,
sacando la lengua inflamada, brotada,
instrumento de charlatán de mensajes sin significado
(yo sé que la palabra no vale nada
y que me moriré un día aspirando el perfume
de las gotas de agua que viajan por el aire
de estación en estación
con su mensaje de frescura y primavera;
sin embargo,
el espacio está poblado de sombras extrañas,
y mi sueño pone signos,
deseos, palabras, miedo...en todo...).
II
En rápido juego las voces enlazadas
dibujan en el aire un encierro sin muros.
Se tocan como labios.
En ese espacio extraño, ventana palpitante,
impactan asteriscos, fragmentos de aire escrito.
Las sílabas sueltas se quiebran en
rasguidos.
Otras voces crean maravillas semánticas,
o formas libres de puntos y de espacios.
El sonido es vivo. Pero el agua del origen
pronto corta el eco de la voz;
se distorsiona el ritmo
y el silencio se incorpora
al ahogo.
III
Es una cuestión de lenguaje exiliado en su LETRA,
desesperado en su miedo,
un poco de agua sin reflejo,
espejo muerto en su espesor negro
donde el Cuerpo resbala
para no imaginar los giros y los tumbos
y el ritmo sordo y el hueco
Aullido Abierto.
¡Qué día
si el sol saliera en el cuarto
y se pusiera el muro sobre el horizonte,
si cayera la cortina de las letras
cerrando los intersticios mecánicos del habla desquiciada!
IV
En mí, el lenguaje histórico atravesando el tiempo
montado en los signos de su todo,
amonesta los sustantivos con adjetivos ilusorios
y permite un orden pronominal compulsivo e infecundo.
Mi corazón está a punto en el reloj de
sombra.
Los días son los tropos de mi sustento.
Camino, sombra dentro de la sombra,
encerrado en este rostro odioso
con su máscara de dios antiguo.
La identidad y los espejos
I
La última vez que me vi,
cuando crecía a mi alrededor el alma de la luz
y a mis pies resbalaba un agua ensangrentada;
el reflejo de mí la última vez que me vi
en un espejo quebrado.
Podía, cruelmente, hacerme astillas
y terminar allí el juego laberíntico del tiempo.
Todo lo demás sería círculo,
ademán perfecto envuelto en pasión.
Me lo impidieron el hombre que soy
y los que fui,
y los hombres que junto a mí esperan
con ademán desnudo ante la muerte.
Y también el otro que no seré, porque... ¿dónde
buscaré después la
beatitud del no-canto?
II
La identidad enferma
se tambalea en la cremallera del suicidio-carril;
espacio, puente, salto...
La destrucción acecha
tras los otros rostros que soy yo
y me necesitan para ocupar mi lugar.
Cuando crezco hacia abajo
las raíces hacen fuerza pero no me sostienen...
III
Si acaso nos encontráramos en el mismo espejo
y abriéramos la puerta y la puerta,
siendo siempre nosotros,
el uno con la suma, la suma con el todo,
ganaríamos el agua crecida bajo la tierra,
amaneceríamos con brotes de luz nueva en
los ojos.
Si abriéramos las puertas
del uno y del uno y del uno
y entráramos y entráramos
sin perder un segundo
encontraríamos la disolución
donde está el amor.
IV
En el espejo se ha escondido otro hombre
que me busca en la superficie mojada,
mi identidad semilíquida
deja a las sombras bajar por mis venas
y ocultarse en los espacios
donde la conciencia falsamente razona
las palabras desviadas de su cauce.
La flor viva del inconsciente amenazado
resucita en el sueño a ese que era
antes de ser un nombre,
cuando no había palabras, ni dolor, ni soledad del mundo,
ni reconocimiento de la madre, ni diferencia,
y todo era presencia sensitiva, mismidad sin
pronombres.
Claridades antiguas, aisladas
intermitencias,
iluminan ahora esos momentos
que estaban sellados para siempre con todos mis
secretos,
y sin los cuales sólo soy substancia de la
lógica,
testigo doloroso
del torrente de amor interrumpido.
El abyecto
No soy un animal
enfermo
desquiciando
mis frágiles deseos;
en
el placer
habita la armonía perdida;
los espejos viven habitados,
en la superficie bañada no hay ausencia,
allí estoy, fragmentado, semilíquido...
Mi futuro se ha encerrado en el presente,
me pierdo en el agua del sueño,
representación, máscaras, equivalencias,
cada verdad es una falsa analogía,
ineptos los medios de conocimiento.
Crece el horizonte acumulado
donde se afirma heroico el inconsciente,
lengua regia, luz y oscuridad...
Indice
Prólogo-confesión
El cubo
azul
Eterno
retorno
Historia
de las palabras
Un torso
clásico
El
teatro de la locura
Mi
escritorio
Las
voces y el silencio
La
identidad y los espejos
El
abyecto
Publicado en Letras salvajes No. 4 (junio - julio 2011): 65-69.
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