Alberto Julián Pérez ©
El erudito
ensayo de Cortázar sobre la teoría de la novela, Teoría del túnel, escrito en 1947, fue publicado póstumamente en
1996, cuando hacía ya más de una década que había muerto el escritor en París
(Yurkievich 9-23). En vida publicó unos pocos artículos sobre el tema. Uno de
ellos, « Notas sobre la novela contemporánea », aparecido en la
revista Realidad en 1948, resumía
algunas de las ideas que había desarrollado en Teoría del túnel (Alazraki 9-14).
En esa época Cortázar era un joven profesor
universitario que observaba con atención e investigaba la literatura de su
tiempo (Correa 51-120). El ensayo nos muestra a un escritor que medita
seriamente sobre el problema de la novela contemporánea, trata de entender el
género en su historia y es capaz de aportar su propio punto de vista sobre su
significado y valor.
Cortázar escribió
durante su juventud poemas, cuentos, ensayos y novelas, que quedaron en su
mayor parte inéditos. Cumplidos sus 37 años se fue a Francia y allí vivió el
resto de su vida como expatriado. Publicó sólo los textos que juzgó más maduros
y logrados. Subestimó y dejó sin publicar trabajos muy importantes, como este notable
ensayo, Teoría del túnel, y su novela
El examen, que sólo pudimos leer después
de su fallecimiento.
Teoría del túnel lleva como subtítulo « Notas
para una ubicación del surrealismo y el existencialismo ». Cortázar hizo
una investigación profunda sobre las dos corrientes del arte y el pensamiento
francés más destacadas de la primera mitad del siglo XX (Aznar Pérez 102-119). El
surrealismo y el existencialismo influyeron en el desarrollo de la vida
intelectual y en las artes de diversos países de Latinoamérica. Julio, desde
Buenos Aires, trató de comprender cuál había sido su aporte en la cultura
contemporánea, y las contribuciones que habían hecho al desarrollo de la
novela.
Su estudio se enfocó en la literatura francesa. Su
investigación tenía un carácter práctico. Julio era un novelista en ciernes que
aún no había publicado su primera novela, pero tenía planes.
La
literatura francesa que analizó tomaba a la literatura europea y a la literatura
norteamericana como literaturas ejemplares. En 1947, cuando escribió su ensayo,
nuestros escritores buscaban destacarse en el género y querían ser reconocidos
fuera del continente. Era un gran sueño y un gran desafío. Los escritores
realistas nacionales más conocidos en esos momentos eran Manuel Gálvez y
Eduardo Mallea. En 1948 el poeta Leopoldo Marechal publicó una gran novela de
arte, Adán Buenosayres. Cortázar la
consideró una obra muy lograda y escribió una reseña crítica elogiosa
(Bracamonte 12-23). Ernesto Sábato publicó ese mismo año una notable novela
existencialista, El túnel.
Pocos años después de terminar su ensayo Julio se
trasladó a Europa, y se instaló en París como expatriado, para, desde allí,
llevar adelante su carrera de escritor. En Francia se reconoció como
Hispanoamericano y Argentino. La dialéctica entre los dos continentes le aportó
a su obra una gran riqueza. Las literaturas se reflejan. El artista mira con
ironía hacia sí y hacia los demás. Ve un mundo deformado y grotesco.
Cortázar
inició su ensayo hablando sobre la « crisis del culto al libro » (Obra crítica 1: 31). Sostiene que hacia
el fin del siglo diecinueve los autores franceses habían rendido un verdadero « culto
al libro ». Escritores como Mallarme creían que era indispensable el uso
estético del lenguaje, y que el universo culminaba en un libro. Flaubert, antes
que él se había obsesionado con la forma literaria (32). Cortázar se pregunta
cómo se llegó a esto. La clave para él estaba en lo que había ocurrido durante el
Romanticismo. El siglo XVIII había visto al libro como un medio para transmitir
su universalismo enciclopédico. El Romanticismo, en cambio, vio la literatura
como una empresa individual, donde el libro era un objeto personal, expresión
de una conciencia (33). Reivindicó los derechos del escritor. A través del
culto al estilo individual se llegó progresivamente, a lo largo del siglo XIX,
a la hipervaloración de la forma y del libro.
Otro
importante aporte que hizo el Romanticismo, afirma Cortázar, fue valorar el
espíritu de rebeldía. El escritor rebelde podía ser un blasfemo o un espíritu
mesiánico. Los escritores mesiánicos, como Víctor Hugo, creyeron en la lucha por
la reforma y la transformación social. En la segunda mitad del siglo XIX
diversos escritores reaccionaron contra esta tendencia. Flaubert vio al libro
como un objeto de arte. La idea de que el libro podía ser el diario de una
conciencia perdió fuerza.
En la segunda década del siglo XX, sostiene
Cortázar, el escritor buscaba, como en el Romanticismo, la expresión total del
hombre. Veía al libro como una manifestación consustancial de su ser (36).
Rechazaba el fetichismo del libro y lo consideraba un instrumento de
automanifestación integral, vehículo de valores extraliterarios.
Durante la década del veinte, cree, muchos pensaron
que estaban asistiendo a la autodestrucción de la literatura. Movimientos como
el dadaísta causaron temor. Notables escritores, como D´Annunzio y Valery, no
se unieron a las nuevas tendencias y continuaron escribiendo en la línea
tradicional de literatura. Pero ya, piensa, era tarde. La línea tradicional no
era suficiente para expresar al ser contemporáneo (38). Esto era evidente en
algunos narradores que escribían sólo en apariencia literatura realista, como
Joyce y Kafka, y, sin embargo, había en sus obras « algo » que las
excedía y no cabía en la literatura tradicional. Ese « algo » era
para estos escritores lo más importante. Agredían al libro, porque desconfiaban
de su formulación « literaria ».
Durante la década del veinte, señala Cortázar,
muchos escritores se animaron a destruir su literatura y la reconstruyeron
sobre nuevas bases. Así aparecieron el dadaísmo y el surrealismo. El dadaísmo
liquidó formas. El surrealismo fondos. Esto nos revela el trasfondo espiritual
de la época. Estos escritores despreciaban el libro. El dadaísta recurría al
azar, el surrealista buscaba sustituir la poesía por la vida poética. Frente al
escritor anterior, para quien el mundo culminaba en un libro, aparece el nuevo
escritor, para quien el libro debe ser un puente hacia lo universal.
El
escritor, al que Cortázar denomina « tradicional », veía el estilo
« como vehículo de intereses morales », buscaba que la razón corrigiera
a la intuición (40). Rechazaba la idea del libro como algo efímero. En comparación,
el escritor del siglo XX era irreverente hacia las formas exteriores. Combatía
lo que el libro representaba como producto literario. El escritor surrealista
denunciaba, buscaba destruir, para construir luego sobre bases distintas. No
aceptaba la noción de géneros literarios. Rechazaba a los escritores « tradicionales »,
que no cuestionaban la forma, como Valery y Proust. Les interesaba la
literatura como problema. Adoptaban la misma actitud que el filósofo ante su
disciplina.
Proust
no buscaba romper con las formas estilísticas, las sometía a nuevas torsiones,
pero respetaba la idea del Libro. La lengua para él era un instrumento
estético. Cortázar cree que al proceder así restringía la esfera de la
experiencia (43). La historia de la literatura de occidente, afirma, ha sido el
resultado de una búsqueda de adecuación entre lo que el escritor quería
expresar y la forma de expresarlo. A ninguno se le había planteado la duda que
aquejaba al hombre contemporáneo, que sentía que las posibilidades expresivas
mismas le ponían un límite a lo expresable. Tras ese límite se abría un
territorio tabú.
En las primeras dos décadas del siglo los escritores
empezaron a actuar movidos por razones extraliterarias, y se dejaron llevar por
la intuición. Procedieron como antes habían hecho los románticos. Lucharon
contra el « clasicismo » de su tiempo. Eran individualistas, y
deseaban vivir en una sociedad que conciliara libertad y comunidad. Querían
crear un nuevo instrumento, liquidar la vieja literatura. Buscaban la acción.
Descartaban los órdenes estéticos y querían encontrar un lenguaje puro. Los
cánones estéticos que organizaban la literatura se habían roto (53).
Los nuevos escritores, afirma Cortázar, entran en la
literatura en un « caballo de Troya » : buscan destruir la
antigua fortaleza. La condición humana, para ellos, no es reductible
estéticamente (56). Los escritores del pasado habían sido hombres de letras.
Ellos buscan al hombre total. Para demostrar su nueva libertad agreden lo
literario. Lo ven como un camino moral hacia una « reconquista
instrumental » (57). Desean crear el lenguaje que mejor conviene para cada
situación (58). Al destruir el lenguaje literario, la realidad está ahí. La
poesía siempre ha hecho esto, ahora le toca a la narrativa barrenar el
lenguaje, avanzar por un túnel. Reemplazar la estética del pasado, que era el
modelo de los escritores tradicionales, por lo poético. Frente al escritor
vocacional se levanta el escritor rebelde.
Durante el siglo XVIII y XIX culminó el ciclo de la
novela sicológica. El novelista procuraba incorporar el orden sentimental en la
novela. Interpretaba la realidad y luego la enunciaba (63). Sin querer, iba
cayendo en el arquetipo. Luego, dice Cortázar, el escritor se tomó a sí mismo
como centro de la narración y empezó a hacer progresivamente su autobiografía,
de manera más o menos consciente.
El novelista de 1914 se encontró con mucho trabajo
hecho por las generaciones anteriores. Estas habían explorado parcialmente la
realidad y analizado el alma humana. Los medios verbales para expresarse, sin
embargo, le resultaban insuficientes (66). Quería personajes que vivieran, y no
solamente que hablaran. Necesitaba ampliar el idioma para encontrar una
expresión más inmediata de los hechos.
Durante la década de 1930-1940, se perdió en parte
el espíritu de rebelión, y se volvió a los moldes literarios del pasado.
Apareció una literatura escapista que no comprometía al hombre en su totalidad.
El « best seller » atacaba a la literatura. La creación se apartó de lo
estético y surgieron pocos escritores rebeldes. Los « Tough Writers »
norteamericanos (Hemingway, Dos Passos) practicaban un realismo naturalista que
buscaba el éxito comercial. Surgió una nueva literatura social de tesis,
liderada por los novelistas soviéticos.
Cortázar analiza luego el problema del lenguaje en
el discurso novelístico. Dice que la novela es un género « heterogéneo » :
el novelista no cuenta con un lenguaje propio del género. Combina dos usos del
idioma: el enunciativo « científico » y el expresivo
« poético », y con ellos crea su estilo. La novela clásica concedía
el papel principal al lenguaje enunciativo, porque aspiraba a una formulación
racional de la realidad, y consideraba que la novela era relato. Organizaba la
novela con un criterio « arquitectónico » (78). El lenguaje poético,
señala Cortázar, difiere del lenguaje enunciativo: es imagen, metáfora, analogía.
El novelista podía, en un momento dado, emplear un lenguaje poético, y además,
recurrir al « encantamiento », y crear en su obra un « aura »
poética, como lo hacía, en su criterio, Balzac, en novelas como Eugénie Grandet.
Durante el Romanticismo, indica Cortázar, los
valores enunciativos estructuraban la novela, mientras los poéticos servían
para darle su rasgo « literario » (80). Lo narrativo y lo poético
coexistían. Poco a poco, a lo largo del siglo XIX, el elemento poético se fue
imponiendo al enunciativo. La novela se volvió una instancia de la poesía. La
dicotomía fondo-forma perdió fuerza, porque la poesía, como la música, es su
forma. Apareció « la novela de arte », que cuestionó lo enunciativo.
La obra buscaba ser una manifestación poética total. Entre 1840 y 1875 el orden
poético fue sustituyendo al estético. La creación del poema en prosa aportó una
nueva dinámica a la novela. Lautreamont y Rimbaud, sostiene Cortázar, fueron
cruciales en la formación de la novela moderna. Estos dos poetas sometieron el
lenguaje enunciativo al acaecer onírico, aspiraban a « la presentación
poética del entero ámbito vital de un hombre » (91). Lautreamont formuló
una suprarrealidad, para él lo poético era lo existencial (92). Rimbaud logró
comunicar una situación existencial en su poesía.
Los Surrealistas se inspiraron en estos dos
escritores. Rechazaron a los novelistas finiseculares naturalistas que habían
abrazado el Positivismo. Después de Flaubert la novela había caído en un
naturalismo limitado. El Surrealismo creó una síntesis de las principales
corrientes rebeldes: el dadaísmo, el cubismo y el futurismo. Rechazó lo literario
en sí. Su concepción era poética y revolucionaria (97). La realidad existente
era la suprarrealidad. Se llegaba a ella a través de la inocencia. Había que
desprenderse de las antiguas jerarquizaciones cristianas y helénicas para
encontrar la nueva dimensión humana. Aspiraban a mantener una actividad
surrealista general, más allá de la literatura. Poco a poco, sin embargo,
fueron cediendo al influjo de esta última y entraron en cierto orden.
Cortázar considera al Surrealismo un movimiento
existencial, que asume la empresa del hombre desde la poesía (101). Algunos
novelistas, como Virginia Woolf en The
Waves, señala, se apropiaron de lo poético para vivificar lo literario, y
usaron el « poetismo » para lograr un avance de lo
« mágico ».
Otros escritores, durante la posguerra europea,
plantearon una novelística enfocada en el hombre como existencia y destino. Entraron
en lo novelesco términos como libertad, acción, moral, elección. Novelistas
como Malraux buscaban la acción espiritual y física, según sus valores sociales
(108). El Existencialismo, cree Cortázar, no se oponía al poetismo surrealista.
Más que una postura filosófica, era « un estado de conciencia del hombre
de nuestro tiempo (110). Para el existencialista el hombre era soledad y debía
compartir este sentimiento con los otros, porque soledad no era « finitud »
(111). La asumía para trascenderla. En su lucha había grandeza. Necesitaban
autorrealizarse. Querían pasar de la contemplación a la acción (113).
La acción existencialista se manifestaba como
autorrealización y búsqueda de contacto para instituir la comunidad. Querían
asumir libremente la angustia y anularla por medio de la acción. Cada
desarrollo proponía un itinerario personal. Para Cortázar cada existencialista
le daba un contenido al Existencialismo a través de su experiencia. Detecta
actitudes existencialistas en aquellos escritores, como Proust, que sintieron que
tenían una gran riqueza interior, pero dudaban de lo que estaba fuera de ellos,
porque no lo conocían. Ese desconocimiento era el origen de la angustia y de su
sentimiento de soledad. Cuando se logra pasar a la acción, el hombre y el mundo
se integran (117). Las nociones convencionales de literatura y espíritu entran
en crisis.
El
escritor existencialista trataba de conservar la inteligibilidad de la
expresión. Buscaba comunicarse. El lenguaje para él era reflexión y acción.
Analizaba y narraba. Obraba. Sartre veía el Existencialismo como la batalla que
el hombre daba por sí mismo. Cortázar creía que el hombre, mediante la acción,
buscaba ser más. La angustia existencial llevó al escritor a la quiebra de
formas estético-verbales a lo largo del siglo (122). El hombre debía escoger su
futuridad. La angustia nacía de la batalla que el hombre libraba consigo mismo para
sobreponerse a la tentación religiosa. Era una angustia fecunda. Al superarla
se encontraba con sus semejantes. Era más libre.
Sostenía
que, tanto el Surrealismo como el Existencialismo, eran, a su modo, una forma de
humanismo. En el futuro, creía, iban a unirse. Para los dos el hombre, en su
lucha, era un héroe. El héroe tenía que aceptar la responsabilidad que le daba
su tiempo y sabía que estaba solo. El surrealista confiaba en las visiones: su
humanismo era mágico y heroico (128). Cortázar iba a tratar, en su literatura,
de unir estas dos vertientes del arte y el pensamiento de su tiempo: el
Surrealismo y el Existencialismo. Buscaba la integración y la síntesis.
El
desafío para él fue encontrar una forma narrativa que reuniera lo enunciativo y
lo poético. Quería que el elemento poético se impusiera sobre el enunciativo en
espíritu y en forma. En su segunda novela escrita, El examen, Cortázar insertó numerosos poemas a lo largo de los
capítulos. En sus novelas posteriores, particularmente en Rayuela, creó situaciones donde el espíritu poético prevalecía. La
búsqueda de libertad individual fue una constante en su obra. Visión e
imaginación guiaron su trabajo. Buscaba comprometerse con el hombre integral.
Su posición era ética e indirectamente política. Sus personajes son siempre
seres muy sociables, que conviven y discuten, como en un simposio, sobre sus
vidas y el mundo que los rodea. Su actitud ante la realidad los lleva a la
acción.
En sus novelas creó situaciones surreales alegóricas
o simbólicas. En El examen, los
personajes viven la inminencia de una gran catástrofe social que deforma y
transforma sus vidas; en Los premios,
viajan en un barco sin dirección conocida; en Rayuela, viven el amor entre dos mundos. En todos los casos el
sujeto busca una salida a su dilema existencial, un puente que le permita
conquistar la superrealidad.
Había en su literatura un compromiso con la vida y
un deseo de libertad que iba más allá de una posición política determinada. Su
ética estaba más cerca del individualismo existencial que del socialismo
marxista. Le resultaba difícil vivenciar lo estrictamente político.
Fue un escritor intelectualmente formado en la
primera mitad del siglo XX, y para él, Surrealismo y Existencialismo fueron
movimientos definitorios. La década del cincuenta tuvo un gran peso en su
experiencia y en su literatura. Intelectualmente fue un escritor que vivió
entre dos continentes y buscó un diálogo de culturas. Su realidad fue conflictiva
y contradictoria, desgarrado entre su amor a su tierra y su apego a la cultura
europea. Sentía su pertenencia a una patria espiritual nacional que, paradójicamente,
articulaba la educación en referencia a la antigua cultura colonial. Ese
conflicto ha sido central en la formación de la cultura independiente
hispanoamericana: la dialéctica entre América y Europa.
Como
hombre de su tiempo Cortázar creyó en la libertad y en la rebeldía del artista.
Buscó que su literatura fuera expresión de ese sentimiento, que unía lo mejor
del arte de ruptura de las vanguardias con el pensamiento filosófico del mundo
de entreguerras. Para él la literatura no fue un producto estético separado de
su vida, sino una expresión integral de su experiencia. Buscaba unir literatura
y vida. Los jóvenes que participaron en el movimiento neo-vanguardista de los años
sesenta reconocieron su valor. Su novela Rayuela
fue una de las obras de ruptura que definieron a esa generación. Se posicionó
ante la literatura como los filósofos ante el tema que pretenden analizar: la
vio como un problema integral, y buscó que sus personajes vivieran esa
problemática y la expresaran. Fue en ese sentido un escritor de síntesis.
Asoció la teoría a la práctica. Sus personajes viven, piensan y se comunican
con los otros. Están en constante búsqueda.
La discusión intelectual es fundamental en sus
novelas. Sus personajes quieren encontrar la salvación y la salida a su dilema
existencial. Creyó que para revolucionar la novela hispanoamericana (ésa era su
aspiración) era conveniente analizarla antes como problema y tomar una posición
frente a ella, y recién después trabajar en la obra.
Dedicó su juventud a la lectura, el estudio y a
pensar la literatura. Su Teoría del túnel
es resultado de esa indagación. A pesar de su excelencia interpretativa no lo
publicó. Lo importante para él era ver el problema y convencerse. Encontrar una
salida. Como pensamiento revela su lucha por conocer un género complejo y
situarse ante él. Es uno de los ensayos más importantes escrito sobre la teoría
de la novela en Hispanoamérica.
La novela es el género literario europeo que mejor
representa a la modernidad. El aporte más significativo de Europa al enorme
edificio literario que tejieron los griegos y difundieron y promovieron los
romanos. Sigue siendo el género literario que mejor identifica el espíritu y expresa
los intereses del continente que colonizó a América. Para los americanos
independientes, siempre preocupados por demostrar su autonomía, conquistar este
género y hacerle sus propios aportes es una manera de probar su capacidad y
creatividad. La trayectoria de Cortázar, un escritor auténtico, mucho
contribuyó en esa carrera. Su generación lo logró. Tanto él como Sábato, García
Márquez, Vargas Llosas, Fuentes, Carpentier, cuestionaron y cambiaron el género
novelístico: hubo una novela antes y otra después de ellos en Hispanoamérica.
Fundaron una novelística original, que fue modelo para otros países y
continentes.
Su literatura expone los conflictos yacentes en
sociedades inestables y violentas, en las que la modernidad es más un proyecto
que una realidad. Los beneficios del mercantilismo burgués llegan en ellas sólo
a los grupos privilegiados. La literatura, escrita por sus élites, tiene
dificultades para dar cuenta de lo que pasa en todos los sectores de su sociedad.
Es una literatura de clases enfrentadas con su realidad y en conflicto consigo
mismas, que buscan parecerse a las elites de aquellos países que ven como
modelo de poder. Los sectores que monopolizan la riqueza identifican poder con
consumo y menosprecian a sus propios pueblos.
A diferencia de lo que ocurrió con los géneros
rectores de nuestro continente: el ensayo y la poesía, que reflejaron
fácilmente la vida americana, y
denunciaron con éxito los abusos e injusticias de estas sociedades desde la
etapa colonial, la novela necesitó de un largo proceso de adaptación y
transformación para poder expresar con autenticidad la conflictiva vida de
nuestras sociedades. Era un género exógeno, cargado de ideología, que llevaba
en su historia la marca de sus amos, y se regía por los intereses de un mercado
que veía el consumo y la ganancia como su máximo objetivo. Nuestros novelistas,
Julio Cortázar, Leopoldo Marechal, Ernesto Sábato, entre otros, llevaron el
género hacia la poesía y el ensayo. Procuraron indagar en la conciencia del hombre
de nuestros pueblos y mostrar, en sus historias, sus contradicciones y
conflictos en una sociedad que necesitaba conocerse y encontrar su verdad.
Bibliografía
citada
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Jaime. « Prólogo ». Julio Cortázar. Obra crítica 2 …. 9 - 14.
Aznar Pérez,
Mario. « La teoría del túnel en los cuentos de Julio Cortázar. Humanismo
mágico
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1. Revista de Literatura
Hispanoamericana
y Comparada (2013): 102-119.
Bakhtin,
Mikhail. The Dialogic Imagination. Austin:
University of Texas Press, 1981.
Translated by Caryl Emerson and
Michael Holquist.
Bracamonte,
Jorge. “Julio Cortázar y momentos de la novela experimental argentina”.
Anclajes
19 (Diciembre 2015): 12-23.
Correa, Jaime. Cortázar,
profesor universitario. Buenos Aires : Aguilar, 2004.
Cortázar,
Julio. Obra crítica 1. Buenos Aires:
Alfaguara, 2014. Edición de Saúl
Yurkievich.
Primera edición 1994.
---. Obra crítica 2. Buenos Aires: Alfaguara,
1994. Edición de Jaime Alazraki.
---. El examen. Buenos Aires: Alfaguara,
2017. Primera edición 1986.
---. Divertimento. Buenos Aires: Alfaguara,
1986.
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Primera edición 1963.
---. Los premios. Buenos Aires: Alfaguara,
2016. Primera edición 1960.
Herráez, Miguel. Julio
Cortázar, una biografía revisada. Barcelona: Alrevés, 2012.
Marechal, Leopoldo. Adán Buenosayres. Buenos Aires: Corregidor, 2013. Primera
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Sábato, Ernesto. El
túnel. Madrid: Cátedra, 1989. Primera edición 1948.
Yurkievich, Saúl. « Un encuentro del hombre con
su reino ». Julio Cortázar. Obra
crítica
1 …
9 – 23.
Publicado en Alberto Julián Pérez, "La teoría de la novela de Julio Cortázar", Revista Renacentista, Febrero 2020. Web.
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