Alberto Julián
Pérez ©
El 1º de mayo de 1974, el General
Juan Domingo Perón, Presidente de los argentinos, anunció, en su discurso en el
Día del Trabajador ante el Honorable Senado de la Nación, que había creado un
Modelo Argentino, que en breve ofrecería a la consideración del país, para que
el pueblo, inspirándose en ese modelo, pudiera concebir un Proyecto Nacional
que perteneciera a la totalidad de la nación (El Modelo Argentino Proyecto
Nacional 22). Perón consideraba que los trabajadores, como grupo social,
debían definir la sociedad a la que aspiraban, en un proyecto que trascendiera
las luchas económicas. Su Modelo Argentino proponía un nuevo tipo de democracia
con justicia social (Baeza 41-6). Para alcanzar esa democracia hacía falta
planificar el futuro. Los partidos políticos participarían, junto a los
trabajadores, en la elaboración del Proyecto Nacional. Los intelectuales
también debían hacer su aporte. El resultado final sería la combinación de lo
que los intelectuales formularan, lo que el país quería y lo que resultara
posible realizar.
Perón entregó las carpetas de su Modelo a los Ministros de su Gabinete para
su estudio y discusión (Gómez de Mier Tomo 25: 17). Poco después, su salud comienza
a deteriorarse rápidamente, y Perón fallece el 1º de Julio de 1974 a los 78
años de edad. Los acontecimientos políticos posteriores y el golpe de estado de
1976 impidieron que se llevara a cabo en esos momentos el proceso concebido por
Perón, pero su Modelo Argentino para el Proyecto Nacional se convertiría en el
manifiesto programático más importante del General, pensado de acuerdo al
desarrollo futuro de su sociedad y de la doctrina que había concebido como
propia: el Justicialismo. En este escrito Perón se muestra como un estadista
original que nos propone una filosofía política latinoamericana, producto de
sus reflexiones teóricas y su experiencia política. Dada la amplitud y
generosidad de su concepción, podemos considerar al Modelo Argentino el
testamento político de Perón, escrito durante la etapa final de su vida y presentado
al pueblo estando en ejercicio de la Primera Magistratura de la República y en
pleno uso de sus facultades.
El texto, publicado después de su muerte, es una síntesis de su doctrina y constituye
“una propuesta de lineamientos generales, antes que de soluciones definitivas”
(El Modelo Argentino 27). Los grupos
representativos de la comunidad al discutirlo contribuirían a profundizar el
Modelo, para que surgiera del mismo un Proyecto Nacional que, consideraba,
debía quedar inserto en la Constitución. Era misión del ciudadano analizar el
modelo, y el gobernante debía crear un Consejo para hacer posible la
participación ciudadana en ese proceso. El Consejo proveería un cauce
institucional para preservar el Modelo, que continuaría evolucionando,
permitiendo que triunfara definitivamente la Idea, venciendo al tiempo. En ese
Modelo propuesto Perón comunica al pueblo su manera de ver el futuro. El mundo
marchaba en un proceso acelerado de integración universal y continental, y la
Argentina, lejos de resignarse a un papel pasivo, debía hacer su propio aporte
a la cultura mundial (28).
En este trabajo Perón vuelca su experiencia de treinta años en la política
argentina. Reconoce que la obra humana es imperfecta, y el Modelo es una manera
de rescatarla de los avatares del tiempo y construir algo más permanente, de
crear un auténtico legado político para contribuir a la felicidad de su pueblo.
Perón no buscaba imponer el Modelo que presentaba ni forzar a la población a
aceptarlo; su ambición, como buen maestro, era la de motivar a los ciudadanos
para que éstos lo analizaran y después, entre todos, pudieran crear un Proyecto
Nacional. Era parte de un proceso grupal, colectivo, en que los argentinos,
consciente, intencionadamente, iban a producir la nación, a renovar el proceso
fundacional de la patria.
Perón pensaba que el gobernante no debía imponer al pueblo su propia
ideología y teoría política. Cada sociedad, basada en sus experiencias
políticas, podía generar una ideología que representara sus necesidades y
aspiraciones. Los representantes de las instituciones del pueblo, dialogando,
decidirían por consenso los objetivos de la nación. Este ambiente de plebiscito
popular era indispensable para poder llegar a un nuevo tipo de consenso
democrático. En ese espacio de diálogo e interacción política el movimiento
generaría su ideología. De allí saldría el proyecto nacional.
Con esta propuesta revertía Perón la relación entre teoría-ideología y
práctica política que imperaba en los otros partidos. En lugar que la ideología
generara la práctica, la práctica produciría su síntesis política e ideológica,
en una relación de interacción entre teoría y práctica. Con esto buscaba darle
soberanía y poder real al pueblo. Esta es una de las ideas más importantes que
lega el Peronismo a la filosofía política nacional.
Perón dividió la obra en tres partes. La primera parte es la fundamentación
histórica del Modelo Argentino. Perón explica por qué la Argentina necesita
tener una ideología creativa y una doctrina que sistematice sus principios.
Aquel pueblo que no sea capaz de crear su propia ideología, no tendrá más
remedio que adoptar una ideología foránea, lo cual no puede satisfacer “las necesidades
espirituales” del pueblo argentino (29).
Esta ha sido una cuestión arduamente debatida en la vida política
latinoamericana: cómo crear una filosofía política propia, o una filosofía
política adaptada a las necesidades del continente, que reflejara su realidad. Fue
uno de los puntos más controvertidos durante el siglo XIX, cuando se fundaron
las repúblicas latinoamericanas. Durante el siglo XX, dado el relativo fracaso
de esos mismos procesos de formación nacional, que dio por resultado naciones
dependientes, Estados débiles y clientelistas, el debate mantiene su vigencia. Perón
tiene su propia interpretación de esta cuestión: su respuesta es que estos
países deben revertir este proceso de dependencia, uniéndose, constituyendo un
bloque independiente, para defender sus propios intereses. Este bloque
constituirá un tercer poder frente al poder de las grandes potencias de la hora,
los dos grandes imperialismos: el norteamericano y el soviético.
Perón fue testigo de la destrucción de Europa durante la Segunda Guerra Mundial
y el Justicialismo había sido su respuesta ante esa situación internacional
(32). Francia e Inglaterra se habían unido para destruir los nacionalismos de
Alemania e Italia; luego, generalizada la lucha, también la Unión Soviética y los
Estados Unidos van a olvidar sus diferencias ideológicas para unirse contra un
enemigo común y destruirlo. El General entendió que no era en beneficio del
país someterse al nuevo orden internacional derivado de la guerra. Había que
resistir contra los imperialismos, pero de manera pacífica. Había que hacer
cambios políticos sin recurrir a la fuerza militar. Insistía en la necesidad de
la paz y de la unión entre los pueblos que tuvieran intereses políticos
semejantes. Buscaba la concertación de los intereses en conflicto. Definía su
posición como cristiana y social, identificada con la filosofía de la Iglesia Católica.
Pero veía que la Iglesia no tenía su propia filosofía política, comparable a la
del capitalismo liberal o a la del comunismo, que no le satisfacían. De ahí, en
parte, su necesidad de crear su propia filosofía política: el Justicialismo,
que caracterizaba como una doctrina nacional, social y cristiana.
Perón explica que el Justicialismo, a diferencia de otras filosofías
políticas, no consiste en una serie de postulados: es un método de
interpretación de las necesidades del pueblo, en que éste expresa sus propios
deseos y objetivos. El gobernante, para él, es quien escucha al pueblo, quien
lo interpreta y deduce una doctrina. Es una especie de ventrílocuo. El
Justicialismo, nombre que dio a su filosofía política a partir del 1º de mayo
de 1948, quería que el hombre se realizara en sociedad, e hiciera una ética de
su responsabilidad cívica; que se desenvolviera en plena libertad, en un ámbito
de justicia social; que esa justicia estuviera fundada en la ley del corazón y
la solidaridad del pueblo, que fuera asumida por todos los argentinos y
comprendiera a la nación como unidad abierta, pero consciente de su identidad
(31-2). Perón insistía en que si bien creía en la comunidad, respetaba la
individualidad del ser humano.
Consideraba que el Modelo que proponía tenía como objetivo encontrar
coincidencias entre los argentinos, buscar la grandeza del país y lograr la
felicidad del pueblo. El pueblo había impregnado al Justicialismo de las
constantes básicas de su nacionalidad, por lo cual el Movimiento Justicialista
podía ser considerado un fiel representante de sus intereses. El Modelo
Argentino ayudaría a la sociedad nacional a madurar, ya que la sociedad no
maduraba por sí sola. El Modelo, sin embargo, era solo una propuesta inicial
que las generaciones futuras perfeccionarían. Era abierto y buscaba la armonía
y la paz entre los argentinos. Su doctrina era revolucionaria y su realización pacífica.
En la democracia social que concebía Perón cada miembro de la comunidad
debía realizarse. Su propuesta tenía una clara dimensión ética y era un llamado
a la autonomía de la conciencia moral. Debía conformar, consideraba, un
sustrato programático superior, orientador de la conducción. Sin embargo, la
ideología emergente debía ser resultado del proceso histórico del pueblo, ya
que de lo contrario éste no la admitiría como representativa de su destino
(38). El país debía decidirse por su liberación, y por su integración
continental y universal.
Los países avanzados habían crecido económicamente a expensas de los
pobres. Los habían colonizado, dominándolos políticamente. La carga del
progreso de las metrópolis imperialistas recayó sobre las espaldas de los
trabajadores de los pueblos sometidos. La comunidad latinoamericana debía
retomar la creación de su propia historia, el hombre tenía sed de verdad y de
justicia. Ya había concluido el gobierno de las oligarquías y las burguesías, y
empezaba el gobierno de los pueblos. Pero las diferencias que separaban a la
Argentina de las grandes potencias se iban profundizando con la brecha
tecnológica. Hacía falta desarrollar tecnología propia y para esto los países
que querían liberarse tenían que unirse. El objetivo no era enfrentar a los
grandes imperialismos, sino crear un modelo de desarrollo autónomo. El Tercer Mundo
tenía que asumir su autodefensa. Los grandes imperialismos estaban perdiendo su
hegemonía. Las ideologías iban siendo superadas por las necesidades de la lucha
por la liberación.
Argentina debía formar su modelo característico de democracia, y no aceptar
el tipo de democracia liberal que quería imponer Norteamérica. La democracia
liberal creaba una sociedad competitiva y egoísta; hacía falta en cambio una sociedad
solidaria y cooperativa. La sociedad competitiva y pragmática había estimulado
el progreso económico, pero reducía la vida interior del hombre. Había que
devolver al hombre su valor absoluto, persistiendo en el principio de justicia.
La Argentina había sufrido a lo largo de los años, y particularmente después
del golpe que lo derrocara de la presidencia en 1955, una creciente
intervención externa y una vacilante política interna. Pretendieron diluir el
poder político del Justicialismo, usaron la proscripción y la violencia,
atacaron lo autóctono, pero en el pueblo argentino siempre estuvo latente el
sentimiento de independencia nacional. El voto con proscripción, que se usó
contra el Peronismo, daba legalidad a los resultados de las urnas, pero nunca legitimidad
a los gobernantes que emergían del proceso. Ante esta situación el pueblo optó
por ser protagonista de su historia.
Los gobiernos pro-liberales crearon una política productiva en función del
beneficio de unos pocos, sin respetar las necesidades de la población (48). Para
que la distribución sea socialmente aceptable, considera Perón, la decisión
económica debe ir acompañada de una política social. El gobierno tiene que
participar en el proceso de distribución y establecer políticas de ingreso. La
actividad económica radicada en el país debe atender las necesidades de la
economía nacional. Hay que expandir, en primer lugar, el consumo esencial de
las familias de menores ingresos, y tener una política de precios e ingresos
para combatir la inflación. El gasto público debe hacerse con un sentido social
y de manera planificada. Hacen falta planes a largo y a corto plazo para
utilizar bien los recursos.
La Argentina, señala Perón, es un país de alta movilidad social y los
individuos poseen buenas posibilidades de formarse, pero la capacidad económica
tiene aún demasiado peso en el desarrollo de las personas. Esto ha favorecido a
las elites, e influido en la formación de los líderes. El líder tiene que ser
un intérprete de su pueblo, y el requisito para ser un buen líder debe ser
tener capacidad personal y vocación para servir al país.
La sociedad argentina ha logrado preservar la unidad familiar como célula
social mejor que las sociedades liberales altamente competitivas, devoradas por
el consumismo. El consumismo debilitó a la familia, y aparecieron desviaciones
en la conducta de sus miembros, debido principalmente al consumo de alcohol y
drogas. El Peronismo quiere que el hombre sea punto de partida de toda
actividad creadora, y no instrumento de apetitos ajenos. Había que corregir
pautas de consumo para que el país se desarrollara socialmente en pro de la
felicidad del hombre, y no con el solo objetivo del progreso económico. Los
medios de comunicación masivos fueron usados como vehículos de penetración
cultural. Los que controlan los medios de comunicación tratan de aniquilar la
conciencia del pueblo. El consumo artificial y la mentalidad competitiva
desestimularon la creatividad en la ciencia y el arte.
Perón entendió que había que cambiar esa situación, y para eso era
importante crear un modelo lúcido en el que la cultura tuviera el papel de
importancia que se merecía. Concebía a la cultura como una especie de red que
conectaba los ámbitos económico, político y social (57). Formaban parte de la
cultura tanto la actividad artística como la humanística. Uno de los
principales obstáculos para el desarrollo de la cultura nacional era el
vasallaje cultural a que nos sometían los imperios que exportaban su cultura al
resto del mundo. Usaban los medios de comunicación con esos fines, enfermando
espiritualmente al hombre; ponían énfasis en lo sensorial, estimulando su ansia
de poseer y diluían su capacidad crítica. Esto impedía al hombre madurar, se
convertía en un hombre-niño, conformista, lleno de frustraciones, agresivo.
Ese colonialismo cultural encontró en la Argentina sus propios aliados.
Había sectores de la cultura argentina cuya vocación era elitista y
extranjerizante, y colaboraban con los intereses colonialistas (58). Perón
entendía que los argentinos que apoyaban el capitalismo liberal o el comunismo
obstruían la formación de una cultura nacional. Eso no significa que negara la
necesidad de interactuar con otras culturas, pero el objetivo era alcanzar la
liberación nacional y remover las barreras que la limitaran o la desviaran. La cultura
tenía que comprometerse con los fines políticos nacionales.
En el terreno de la ciencia y la tecnología era imposible pretender ser
autónomos, debían incorporar tecnología proveniente del exterior, pero era
necesario, al mismo tiempo, desarrollar una ciencia y tecnología propia. Para
lograr esto había que estimular la investigación, aplicada a los aspectos
fundamentales para el desarrollo de la industria nacional. Se lo había hecho de
manera insuficiente en el pasado, impidiendo que el investigador se entregara
totalmente a su disciplina, y no se organizaron vínculos estables entre el
sistema científico-tecnológico, el gobierno, el sistema financiero y el sistema
de producción. Como resultado la investigación se había dispersado, y gran
cantidad de científicos habían emigrado del país. Para resolver esto había que
diseñar una política científica y
tecnológica de realización relativamente sencilla.
Perón presta especial atención en su Modelo al ámbito ecológico. Dice que
la cuestión ecológica es el problema más grave que tendrá que enfrentar la
sociedad en el futuro. Vamos en una marcha suicida, afirma, contaminando el
medio ambiente. Las sociedades de consumo son en realidad sociedades de
despilfarro. Mientras los países pobres sufren hambre, enfermedades,
analfabetismo, los países ricos malgastan preciosos recursos extraídos de los
países pobres y pagados a bajos precios. El ser humano tiene que entender que
su futuro depende de la armonía que pueda establecer con la naturaleza. Su
arrogancia lo ha llevado a creer que puede controlar a la naturaleza con la
mente, pero esto es un absurdo. Se desperdicia el agua dulce, crece
irracionalmente la población y, a pesar de la revolución verde sobrevenida al
aplicar las nuevas tecnologías industriales y descubrimientos biológicos a la
producción de alimentos, el Tercer Mundo no produce lo que consume. No se
pueden hacer cambios en la política demográfica, si ésta no va acompañada de
una política económica y social correspondiente. La solución debe ser
concertada entre los países. Dice Perón: “A la irracionalidad del suicidio
colectivo debemos responder con la racionalidad del deseo de supervivencia”
(66).
Había que programar y crear nuevas instituciones según las necesidades del
Estado. El Estado liberal dejaba todo en manos privadas, pero en la Argentina
hacía falta más gobierno y más eficiencia, no se podía dejar todo en manos
privadas. El Poder Ejecutivo tenía que tener un peso suficiente para mantener
un papel regulador, y por eso se lo acusó muchas veces de autoritario. Había
que ajustar las estructuras de poder a lo que el país necesitaba y evitar la
creación de burocracias sin objetivos claros. La intención del Modelo Argentino
era ser una propuesta abierta que operara en armonía con las necesidades
históricas. Debía ser un ideal de vida nacional creado por todos.
Aquí termina lo que Perón llama la “fundamentación” histórica y comienza la
descripción del Modelo que él propone para la creación del Proyecto Nacional
argentino. Explica en primer lugar uno de los conceptos que sostienen su
doctrina: el de “Comunidad Organizada”, que es la comunidad en la cual debe
vivir el habitante del mundo justicialista. Quiere escapar del individualismo
deshumanizante (del capitalismo liberal) y del colectivismo asfixiante
(comunista). La Comunidad Organizada es la sociedad que corresponde al tercer
modo posible del Estado, entre ambos extremos, y tiene elementos individualistas
y colectivistas.
Dice Perón que la Comunidad Organizada “es el punto de partida de todo
principio de formación y consolidación de las nacionalidades…”(72). Es la
comunidad que corresponde a una sociedad nacional y nacionalista. Se inicia
como un proceso de integración en que los ciudadanos llegan a sentir la
comunidad como propia. Organizada quiere decir equilibrada, armónica. Debe
defender los intereses del espíritu humano y poseer un criterio realista. Tiene
que tener objetivos claros sobre la base de una ideología común, que se concreta en una
doctrina. Debe alcanzar un alto grado de conciencia social y la solidaridad será
el factor aglutinante. Debe constituir un sistema, y requiere programación,
participación y capacitación del ciudadano. La organización está a cargo de los
que quieren servir, y tienen aptitud para conducir y capacidad para estudiar
las cuestiones relativas al desarrollo social del país. Esos ciudadanos deben
representar intereses legítimos y aspiraciones justas y ser buenos dirigentes. Comunidad
Organizada significa comunidad liberada. La conducción de esta sociedad es
centralizada pero la ejecución debe ser descentralizada. Es el sentir del
pueblo el que debe proveer la base espiritual de lo que debe ser la sociedad.
¿Sobre qué valores asentará su existencia el hombre de la Comunidad Organizada?
Sus valores deben ser: la autenticidad, la creatividad, la responsabilidad y la
espiritualidad. Ser argentino, para Perón, significa estar insertado en una
situación histórica concreta y tener un compromiso moral con el destino de su
tierra (75). Gracias al respeto de esos valores se podrá tener una patria
justa, libre y soberana. Para la Comunidad Organizada la familia sigue siendo
la célula social básica y el matrimonio la única base posible de su constitución.
Perón considera que la unión contractual matrimonial es una misión trascendente,
mediante la cual el individuo puede proyectarse hacia la comunidad. Su deseo es
que cada familia pueda tener una vida digna, y que el estado asegure a las
familias todas las prestaciones vitales y las proteja. La familia, considera,
difunde en la comunidad una corriente de amor que es la base de la justicia
social. Los fines de la familia tienen que ser solidarios con los fines de la
nación, para que el pueblo no quede atomizado. La familia forma parte de la
sociedad organizada nacional y cristiana, dinámica y creativa (80). Gracias a
su sentido ético el pueblo crea orden, progreso y asegura el uso feliz de la
libertad.
Después de discutir su concepto de comunidad y de familia, Perón explica
cómo entiende la cultura. Dice que es artificial establecer una distinción
entre el hombre argentino y la cultura que de él emana (81). El hombre
argentino no es una síntesis de sus raíces europeas y americanas, sino una
nueva identidad, derivada de su situación histórica y su adherencia al destino
de la tierra. El argentino debe volver los ojos a su patria, dejar de pedir la
aprobación del europeo para todo lo que hace; no debe caer ni en el europeísmo
libresco ni en el chauvinismo ingenuo. La cultura popular, considera, tiene más
vitalidad que la académica, creada por intelectuales. Hay que dirigir la mirada
a los valores autóctonos para lograr una integración entre la cultura
“superior” y la popular.
Los factores que inciden en la creación de la cultura son los medios de
comunicación, la educación y la creatividad del pueblo. Los medios de comunicación
controlan la información que puede ser usada para despertar una conciencia
moral en los ciudadanos o para destruirla. La escuela debe estar vinculada a la
comunidad y la nación. Durante la infancia, cree, deben sentarse las bases de
la educación del niño para conformar un ciudadano sano. En la enseñanza media se
fortalecerá la conciencia nacional y este proceso progresivamente continuará en
la educación superior. Las instituciones educativas tienen que insertarse en la
Comunidad Organizada (84). Perón no concibe a la Universidad como separada de
la comunidad, y cree que el intelectual argentino debe estar al servicio de la
reconstrucción y liberación de su patria. Los jóvenes universitarios necesitan sumarse
a la lucha por la constitución de una cultura nacional. En ese proceso el
pueblo aportará su creatividad, como tercer elemento para la definición de su
cultura nacional.
El próximo tema que aborda Perón es el de la vida política dentro de la
Comunidad Organizada. Primero, advierte al lector cómo el Estado liberal había
conducido su política: para el Estado liberal sólo los partidos políticos
tenían representatividad, y mediaban entre el individuo y la organización
política superior. Los grupos sociales y organizaciones intermedias eran
rechazados, porque se los consideraba ajenos a la concepción liberal y parte de
una concepción corporativista del Estado. Para él esto es un error: se le deben
dar más peso a las organizaciones intermedias, que representan los intereses
populares, para poder llegar a una democracia social. Creando un sistema de
instituciones políticas y sociales, el pueblo podrá participar mejor en la
elaboración de las decisiones de gobierno. La democracia es social, dice, sólo
si el gobierno hace lo que el pueblo quiere (85). El pueblo organizado debe
tomar las decisiones dentro del marco de la sociedad, para lograr un equilibrio
entre el derecho del individuo y el de la comunidad.
La democracia social, cree, tiene que ser la expresión de una nación
soberana, orgánica, de una Comunidad Organizada que procura el bien común a
través del desarrollo social del país. Se nutre de una ética social que habrá
de convertir al hombre actual en hombre nuevo. Requiere una caracterización de
la propiedad en función social, inclusive la propiedad privada, que debe
utilizarse para el bien común (87). En la democracia social decide el pueblo. El
Peronismo es un Movimiento, y Perón considera superado el sistema de partidos
múltiples y minúsculos, poco representativos, así como el partido único
monopólico representando intereses egoístas de un sector. La participación política
tiene que ser auténtica y el Peronismo la promueve, a través de partidos, o de
personalidades independientes. El hombre tiene derecho a participar y
contribuir al proyecto social de su comunidad, como trabajador, intelectual,
empresario, militar, sacerdote, etc., y para esto tiene que organizarse y tomar
su lugar en el Consejo para el Proyecto Nacional Argentino.
La democracia social se realiza en una concepción nacional universalista,
de efectiva cooperación. A diferencia de la democracia liberal, necesita una
estructuración orgánica. Tiene ideales pero no es una utopía, porque acerca la
realidad al ideal y mantiene el ideal abierto a la realidad del futuro y sus
cambios. La tarea política requiere una conducción política y una conducción
político-administrativa. La primera atiende a la estructura del poder y la segunda a la
administración del país (89). Las grandes tareas de la conducción son el
planeamiento, la ejecución concreta, y el control y reajuste del proceso.
El planeamiento debe hacerse para el largo, el mediano y el corto plazo.
Para el largo plazo el pueblo tiene que ser consultado. El mediano plazo está a
cargo del Poder Ejecutivo. El corto plazo está a cargo del equipo ministerial.
En todos los niveles tienen que establecerse controles y hace falta una
completa red de información. El Congreso debe funcionar todo el año y
participar activamente del proceso de programación de la estructura
institucional del país. Perón cree necesario contar con un Poder Ejecutivo
fuerte y capacitado, a cargo de la conducción efectiva del país. En el mundo
interdisciplinario en que vivimos el Presidente debe controlar los factores
externos de poder, y dejar la conducción político-administrativa a la acción
ministerial. Un funcionario, cuyo poder debe ser equivalente al de un Primer Ministro,
se encargará de la coordinación ministerial, fortaleciendo así la capacidad de
decisión y acción del Presidente. La forma de gobierno correspondiente es la
democracia representativa, republicana, federal y social.
Para hacer posible esta democracia los grupos sociales necesitan integrar
cuadros intermedios, organizados institucionalmente, y procurar la unión,
guiados por sus líderes. Todos los sectores necesitan paz social y diálogo
abierto, porque la desunión pone en peligro la lucha por la liberación y la
reconstrucción nacional. La violencia debe ser reemplazada por la idea. El
objetivo de la política exterior es la paz mundial y la felicidad de los
pueblos (93). Perón prevé un futuro en que la humanidad actuará “…en un sistema
internacional estructurado sobre la base de un equilibrio pluripolar” (94). Su
esperanza es que en ese entonces la Argentina pueda ser una potencia. Su
política se basará en el respeto a la soberanía de los Estados, la
autodeterminación y el pluralismo ideológico, la vigencia de la tercera
posición y el respeto a los deseos y las necesidades del pueblo. Quiere recuperar
para la Argentina el liderazgo perdido a nivel mundial.
Perón cree que la dimensión política antecede a lo económico. El objetivo
económico debe ser servir a la comunidad como un todo y al hombre como persona.
Los argentinos tienen que participar en una revolución ética y en una toma de
conciencia cristiana. Los países del Tercer Mundo carecen de una justicia
distributiva que respete a los más necesitados. Considera que el mundo va a
cambiar en el futuro y que hay que prepararse para esos cambios. Habrá nuevas
formas económicas, y los problemas no serán exclusivamente nacionales: será una
sociedad globalizada. Hay que avanzar hacia ella gradualmente, evitando las
formas violentas. Hay que partir de lo local y regional, logrando acuerdos de
integración y haciendo planes de desarrollo económico. Ve a aquellos grupos e
intereses que tratan de fomentar un consumo irracional como enemigos del país,
porque refuerzan lazos de dependencia con intereses privados reñidos con el
interés de la comunidad. La comunidad debe tener una escala de valores para que
su vida no dependa exclusivamente de las demandas y los vaivenes del mercado,
sino que se desarrolle de acuerdo a una concepción social propia universalista.
En esta etapa es muy importante preservar los recursos naturales, que serán
cada vez más necesarios para la humanidad, y sin ellos fracasará el desarrollo.
Perón creía que su doctrina política era revolucionaria. Estaba llevando a
cabo una revolución incruenta. Esto diferenciaba su revolución de las revoluciones
liberales burguesas y comunistas, que habían sido violentas. Consideraba a su
movimiento una tercera vía. Mantenía una actitud pacifista. El Peronismo era un
movimiento cristiano. Su pacifismo quedó demostrado durante el golpe contra su
gobierno en 1955, en que Perón renunció a la violencia y no quiso defenderse
recurriendo a la guerra. No quiso manchar sus manos con sangre argentina.
Prefirió salir al exilio y seguir luchando contra sus enemigos con su arma
favorita: la política.
Perón consideraba que la política era organización y que la organización
vencía al tiempo. Su idea de la comunidad organizada se basaba en este
principio. Su política daba un nuevo papel a las instituciones intermedias y
populares de base. Las organizaciones peronistas son un tejido burocrático
dinámico y sano, a través del cual la sociedad se coordina y ejerce su poder
popular. Son la expresión de una democracia popular y social.
Perón siempre creyó en la necesidad de evolucionar hacia una comunidad
socializada, donde el capital estuviera al servicio del trabajo. La sociedad
debía ser compasiva, cristiana y solidaria, nivelarse de abajo hacia arriba, y
las instituciones políticas tenían que estar al servicio de los más débiles y
ayudar a los pobres.
Consciente de las limitaciones económicas de la Argentina, consideraba
indispensable industrializarse y armonizar la estructura agropecuaria con la
industrial, para que los productos salieran al mercado con el máximo posible de
valor agregado (101). El país tenía que buscar la autosuficiencia de los
insumos críticos que condicionaban la actividad industrial. El Estado debía
complementar la tarea del empresario privado. Las empresas del Estado necesitaban
satisfacer las necesidades básicas de la comunidad. Había que permitir el ingreso
del capital extranjero, pero disciplinándolo de acuerdo a los intereses
propios, puesto que un país para ser libre tiene que mantener su capacidad de
decisión sobre el uso de sus recursos y factores productivos.
Perón entiende que la finalidad del proceso de desarrollo es elevar el
nivel de ingresos de la comunidad y lograr su distribución con un criterio de
justicia social. A diferencia de lo que hace el capitalismo liberal, su
objetivo es redituar, tanto al capital como a las fuerzas del trabajo, de manera
equitativa. Favorecer al capital por encima del trabajo sería socialmente
injusto. El Estado debe estar presente para atacar la inflación, que
distorsiona la distribución del ingreso. Los gobiernos provinciales necesitan
fomentar una conciencia social de solidaridad, para ayudar a los sectores más
necesitados y las áreas económicas sumergidas. Hace falta formación moral e
idoneidad técnica para que el proceso de desarrollo tenga éxito.
La Argentina, como país, tiene una naturaleza privilegiada, y la actividad
agropecuaria es central para su desarrollo, por lo que el Estado debe definir
una política estable para el sector. Hay que asegurar a los colonos que ocupan
la tierra condiciones propicias de explotación, porque la tierra no es bien de
renta sino de trabajo, y tiene que producir cada vez más. El hombre de campo
debe tener mentalidad moderna, la revolución tecnológica es un proceso
irreversible. El Estado tendrá que regular la actividad del sector. Necesita
ayudar a los pequeños productores con créditos y cooperativas agrarias,
interviniendo en la comercialización y fijando precios.
El Estado también necesita fomentar y coordinar la actividad industrial, y
decir qué produce el sector público y qué la actividad privada. Hay que darle a
esta última marcos operativos estables para fomentar la inversión. Se necesita
desarrollar tecnología propia para que haya industria argentina, porque sin
industria nacional habrá crecimiento, pero no desarrollo integral. El mundo ha
creado un sistema competitivo en que pierden los más débiles (111). La
tecnología es un tipo de “mercadería” que debe ser utilizada con una función
social, y ser de libre acceso en el mundo. El problema científico-tecnológico
está en el corazón de la lucha por la liberación, ya que el ritmo de
crecimiento depende del ritmo de aplicación de la tecnología de manera
productiva. Esto no significa que Perón crea que el desarrollo de la tecnología
pueda ser autárquico en su totalidad, pero cuando se desarrollen nuevos
conocimientos éstos deben quedar en manos nacionales. La tecnología tiene
sentido cuando se la aplica a un modelo de sociedad deseado.
El objetivo debe ser sustituir tecnologías extranjeras por tecnologías
propias, exportar tecnologías en lo posible y adaptar la tecnología extranjera
a los usos locales. El avance científico requiere una tarea planificada e
interdisciplinaria. El gobierno necesita fomentar la ciencia, y conectar la
actividad científica con los medios de producción y el sistema financiero. Tiene
que asegurar la formación del científico y que éste cree un conocimiento
adecuado para el país. El gobierno y el empresariado tienen que ocupar a los
científicos del país para evitar el éxodo: ésta es una responsabilidad moral
ineludible. Hay que hacer acuerdos de cooperación internacional con otros
países, cuidando que la cooperación sea recíproca.
La cuestión ecológica es una de las más delicadas, por el impacto de esta
cuestión sobre la sociedad futura. Hace falta una revolución mental en los
países industrializados y en sus dirigentes para que haya convivencia
biológica. Perón cree que la naturaleza debe ser restaurada, ya que el hombre
no puede reemplazar a la naturaleza y el progreso debe tener un límite, puesto
que los recursos naturales son agotables. Critica a aquellos países que ponen
todo su esfuerzo en controlar el crecimiento de la población; más importante es
aumentar la producción y mejorar la distribución del alimento, mejorar la
atención de la salud y la educación. El lucro y el despilfarro no pueden seguir
siendo el motor de la sociedad, hacen falta nuevos modelos de producción,
consumo y desarrollo tecnológico (120). “Necesitamos – dice Perón – un hombre
mentalmente nuevo en un mundo físicamente nuevo” (121). Ambiciona transformar
las ciudades cárceles del presente en las ciudades jardines del futuro. Aconseja
discutir la cuestión del crecimiento de la población mundial recurriendo a las
Naciones Unidas. Para un país como la Argentina es fundamental defender sus
recursos naturales de la voracidad de los monopolios internaciones, ya que cada
gramo de materia prima que sale del país equivale a kilos de alimentos que
dejarán de producirse en el futuro.
Los problemas básicos del Tercer Mundo, considera Perón, son la falta de
justicia social y la insuficiente participación popular en la conducción de los
asuntos políticos, distorsiones que su movimiento trató de corregir con su
accionar (122). Para resolver estos problemas hay que hacer una revolución en
paz, dentro del marco de la ley. Las instituciones deben primero establecer
funciones y después dictar normas, al revés de lo que hace el liberalismo. Las
instituciones tienen que programar su trabajo y el gobierno actuar partiendo de
una programación. El país es un sistema al que se le pide un cierto nivel de
eficiencia social mínima. Es importante que el trabajador del país participe en
las instituciones, y en el Consejo para el Proyecto Nacional, y lograr que se
respeten los derechos, tanto de las mayorías como de las minorías.
La programación institucional, piensa Perón, debe ser un proceso continuo.
La Constitución Nacional debe fijar mediante una reforma el modo en que se
hacen los ajustes institucionales, para que las instituciones no pierdan su
representatividad y su dinamismo. La Constitución tiene que estar al servicio
de una sociedad que marcha hacia la Comunidad Organizada y busca desempeñar un
papel en el mundo. El gobierno necesita centralizar la conducción y
descentralizar la ejecución, y actuar con planificación flexible para
posibilitar reajustes y permitir la participación de todo el país. Los
funcionarios tienen que ser estables y estar al servicio de la comunidad.
Para que exista democracia social, dice Perón, las masas populares deben mantener
su representatividad, no puede basarse todo en la figura del caudillo (128). Las
fuerzas políticas necesitan de la acción armónica de quienes conciben la
doctrina, la predican y habrán de ejecutarla. En una plataforma política se
evidenciará la base ideológica, que será lo que el partido conciba como Proyecto
Nacional. La solución auténtica de los problemas argentinos necesita de la
participación de las organizaciones de trabajadores, que deben intervenir en la
formulación del Proyecto Nacional. La clase obrera organizada es indivisible, y
debe mantener sus vínculos de solidaridad y nuclearse en una central única. El
trabajo es un derecho y un deber, y cada uno debe producir al menos lo que
consume. Los trabajadores tienen que definir la comunidad a la que aspiran e ir
más allá de la simple puja de salarios. Deben actualizarse, capacitarse y
formar sus propios líderes (129). Los Derechos del Trabajador de la Reforma Constitucional
de 1949 tienen plena vigencia e integran el Modelo Argentino, y a éstos hay que
adicionar el derecho a la participación plena en el Proyecto Nacional. Esos
derechos eran: el derecho a trabajar, el derecho a una retribución justa, a la
capacitación laboral, a condiciones dignas de trabajo, a la salud, al
bienestar, a la seguridad social, a la protección familiar y al mejoramiento
económico.
El intelectual tiene un importante papel en el modelo nacional peronista. Para
Perón el intelectual debe interpretar las necesidades del mundo por venir, visualizar
el cambio, combinar lo filosófico con lo práctico (130). Son éstos los objetivos
que Perón se propone alcanzar con este Modelo, está tratando de ajustar su
propia persona a este ideal. Perón concibe un intelectual distinto al que
prospera en la sociedad liberal; en esta última, competitiva a ultranza, el
intelectual se inserta en los procesos de producción y responde a las
exigencias del mercado; en una democracia social, en cambio, el intelectual
tiene que producir según las necesidades del hombre.
Para el Proyecto Nacional hay que tener en cuenta lo que los intelectuales
conciban, lo que el país quiera, y lo que resulte posible realizar. Perón dice
que el sistema liberal ha formado intelectuales para después frustrarlos,
porque les ha negado participación. El quiere una sociedad en que el
intelectual sea socialmente reconocido, y el hombre valga por sus conocimientos
y condiciones morales. Hace falta un régimen universitario adecuado y la
vigencia constitucional de los derechos del intelectual (132).
Los empresarios, por su parte, necesitan organizarse sobre una base
humanística. El empresario tiene que poner límites a sus beneficios, porque la
empresa constituye un bien social y debe estar al servicio del país. Cree que
hay que trasladar a la comunidad los frutos del progreso a través de un sistema
de precios adecuado, que respete las necesidades de los distintos estratos de
la población. El gobierno deberá establecer formas de producción y
comercialización que sean aptas para funcionar dentro del Modelo.
En relación a la política de la Iglesia Católica, afirma Perón que hay
plena coincidencia entre la interpretación peronista de la justicia social y
los principios de la Iglesia (133). La ética es la misma, fundamento de una
moral común, y una idéntica prédica por la paz y el amor entre los hombres. Hay
que dar a los logros humanos un sentido trascendente, e ir por un camino de fe,
de amor y de justicia, para servir a un ser humano que está sediento de verdad.
Perón cree en la concepción universalista del mundo y en el camino de la
paz. Para llegar a este universalismo las naciones oprimidas del Tercer Mundo
van a tener que luchar contra los imperialismos. El Ejército tendrá que
participar en actividades de apoyo a la comunidad y en acciones de apoyo
educativo, porque las Fuerzas Armadas son parte del pueblo, y esta solidaridad
es necesaria. Deben asumir la defensa de su sociedad contra el neocolonialismo
y contribuir a la formulación del Proyecto Nacional. Para esto necesitan tener
un profundo conocimiento de los objetivos nacionales, establecer contactos con
los distintos sectores de la comunidad, elaborar la doctrina militar nacional,
desarrollar áreas no abarcadas por la actividad privada, desarrollar una
industria bélica nacional y participar activamente con su tecnología en los
programas industriales y el Plan Siderúrgico Nacional. Termina en este punto el
Modelo Argentino esbozado por Perón, que procede a brindarnos sus conclusiones.
Cree que estamos en la aurora de un nuevo renacimiento, porque el mundo se
orienta hacia el universalismo. Los grandes problemas mundiales son la
sobrepoblación, el agotamiento de los recursos naturales y la preservación del
ámbito ecológico. Hay que lograr una integración entre los pueblos que no sea
una nueva manifestación enmascarada de algún tipo de imperialismo. Tampoco se
puede concebir una integración mundial armónica sobre la base de una nivelación
indiscriminada, que despersonalice a los pueblos y enajene su verdad histórica.
Para liberarse en todos los terrenos hay dos etapas esenciales: la del continentalismo
y la del tercer mundismo. Argentina debe ser para Latinoamérica y no para los
Norteamericanos, como indirectamente declara la Doctrina Monroe. Perón cree que
hay que estructurar a toda Latinoamérica como una Comunidad Organizada.
Para tener independencia de decisiones el hombre debe poseer individualidad
propia. El Tercer Mundo necesita configurar un Movimiento que respete la
pluralidad ideológica. Su denominador común debe ser la liberación. Perón no busca
una revancha histórica. El Tercer Mundo debe unirse mediante vínculos
económicos bien definidos en cada uno de los continentes. Los intereses
internacionales no surgieron espontáneamente de las necesidades de los pueblos:
los intereses particulares de los grupos de poder los crearon. Hay que revertir
este proceso. El hombre necesita habitar su mundo para realizar su esencia, y
esa morada única es su patria. Sólo podremos ser universales si antes somos
argentinos, porque el desarraigo anula al hombre (143).
Esta es la lección final de Juan Domingo Perón. Su documento es un legado
de esperanza para la humanidad y el testamento político que deja a los
argentinos. Es un pedido de compromiso a las diversas fuerzas e intereses
políticos del país, para crear un Proyecto Nacional común que asocie a la
comunidad con vínculos de solidaridad y le permita enfrentar su destino futuro.
No propone soluciones para todos los problemas, pero entiende que el político
tiene que ser un intelectual capaz de ofrecer a su comunidad una visión para
guiar su futuro. El ofrece su propio Modelo Argentino, social y cristiano, que quiere
opere como una guía de trabajo. Los distintos integrantes de la comunidad
deberán organizarse para crear, a partir de ese Modelo, su Proyecto Nacional.
El resultado final debe ser un acuerdo entre lo que se desea, lo que el pueblo
quiere y lo que se puede llevar a cabo. Este es el legado de un luchador social
que tuvo una conciencia única de su misión, y que previendo su desaparición
física, quiso sintetizar su experiencia política en un documento de contenido
práctico y doctrinal, dirigido a las generaciones futuras de su patria.
Bibliografía
citada
Baeza, Aníbal
Roque. Caracteres del Modelo Argentino
Justicialista: Nacional, Social
y Cristiano. Buenos Aires, 1987. Edición del autor.
Gómez de Mier,
Eugenio. “Presentación”. Juan Domingo Perón, Obras Completas
Tomo 25. Buenos Aires: Editorial
Docencia, 2002. 13-18.
Perón, Juan
Domingo. El Modelo Argentino Proyecto
Nacional. Rosario: Ediciones
Pueblos del Sur, 2002.
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