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martes, 22 de junio de 2021

The Poet and the Plague

            by Alberto Julián Pérez

Dear Muse: you know the visions

that dress the dreams of poets;

invite, please, to my place

those sublime spirits

that calm the anguish and the pain.


There is already too much sorrow,

too much death. May hope awake

the blue melodies of ancient songs,

and bring alike in the new mystique

Darío's laughter and Horacio's suns.


(By the Paraná river descends,

indigenous and peasant,

man's toil and consummate hunger;

from their effort exhausted,

from neglection wounded,

our ancestors ask us for their revenge.)


I, on my knees, in the Hospital of Time,

rest my feverish eyes on the Christ;

listen, Muse, to this sick poet

before the fallen angels mourn him.


(What will sacred poetry do in this hell?

Will Erató consent, from his limbo of clouds,

that singing sirens return to El Plata?)


Muse, attend my plea: mirror of all beings,

each one from himself is abyssed.

We peek into the fear of being

and we feel we are nothing.


Miraculous friend, take my hand;

promise me, if you like, a heaven.

(Immortality is near.)


I want to live in the Garden of Letters,

a country of poets,

where words and music

could bring us all

love and transcendence

and dreamers, from their gift, can make

the sweetness of the world

and the enjoyment of life.


                    Translated by the author


Buenos Aires, 2021


El poeta y la peste


                de Alberto Julián Pérez


Musa amiga: conoces bien las visiones

que pueblan los sueños de los poetas;

invita, te ruego, a mi cuarto

a esas diosas sublimes

que calmar saben la angustia y la pena.


Ya hay demasiado dolor, demasiada muerte.

Que la esperanza despierte

las canciones azules de los antiguos cantos,

y traiga por igual en la mística nueva

la risa de Darío y los soles de Horacio.


(Del Paraná desciende, indígena y labriego,

el trabajo del hombre y el hambre consumado;

agotados de esfuerzo, de incomprensión heridos,

nos piden su venganza nuestros antepasados.)


Yo, de rodillas, en el Hospital del tiempo,

poso en el Cristo los ojos afiebrados;

atiende, Musa, a este poeta enfermo

o estarán de duelo los ángeles caídos.


(¿Qué hará en este infierno la sacra poesía?

¿Consentirá Erató, en su limbo de nubes,

que regresen al Plata las sirenas del canto?)


Musa, escucha mi ruego. Espejo de todos los seres,

cada uno frente a sí se abisma.

Se asoma al miedo de ser y siente que no es nada.


Amiga milagrosa, toma mi mano;

prométeme, si te parece, el cielo.

(La inmortalidad está cerca.)


Quiero vivir en el Jardín de las Letras,

un país de poetas,

donde la palabra y la música

recreen el amor y el sentido,

y los soñadores, con nuestro don, hagamos

la dulzura del mundo y el goce de la vida.


Buenos Aires, 2021

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