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viernes, 3 de marzo de 2023

El viento que arrasa: los caminos de Dios


                                                                                     de Alberto Julián Pérez 


La novela de Selva Almada (Villa Elisa, Entre Ríos, 1973), El viento que arrasa, 2012, introduce en la narrativa del Cono Sur una serie de personajes poco habituales en su literatura. Son seres pueblerinos, que viven en un medio pobre. Es una novela dramática y su trama tiene lugar en solo un día. Sus personajes están envueltos en una lucha agónica alegórica. Buscan despojar al otro de lo que más necesita y valora (Waldegaray 23-27). La fe religiosa se enfrenta a la determinación humana, la búsqueda de trascendencia espiritual a la necesidad de vivir libre de acuerdo a la voluntad natural. El lugar donde ocurre, un sitio inhóspito del Chaco, solitario y desamparado, barrido por el viento, da a sus personajes una fuerza simbólica que trasciende la realidad de sus vidas modestas.

El personaje central en la historia es el pastor Pearson. Como Reverendo de una iglesia protestante, el pastor representa un ámbito religioso de desarrollo relativamente reciente en la vida religiosa argentina: los movimientos evangélicos han tenido gran crecimiento en los últimos años, en particular en las zonas de campaña y en los barrios postergados de las ciudades. El trato personal que dan estos a sus seguidores resulta atractivo para la población más desheredada. Su manera directa de hablar del Cristianismo, su forma mesiánica de referirse a la fe, seduce a muchos. Dado que niegan la existencia de los santos y de la Virgen, su mensaje se reduce al comentario directo de la Biblia, interpretada según la habilidad y el grado de conocimiento del pastor. Estas Iglesias requieren de sus seguidores y sus pastores un aprendizaje simple. No necesitan asistir a ninguna Escuela de Teología para estar en posesión de la palabra divina, ni pasan por un complejo proceso de ordenación como los sacerdotes católicos. Los pastores pueden casarse y participan de la vida familiar de sus seguidores. Esta situación nueva, que compite con la hegemonía religiosa que mantenía el catolicismo en Argentina, llevó a la creación de múltiples iglesias de diversas congregaciones. Las denominaciones “cristianas”, como gustan llamarse, a diferencia del catolicismo, no se congregan en una sola Iglesia. Existen diversas tendencias protestantes, que operan con relativa autonomía y libertad (Bastian 128-145).

El héroe de la novela de Almada, el Reverendo Pearson, es uno de esos pastores nacidos de estos movimientos nuevos. Está absolutamente convencido de su fe. Es un gran orador. En la iglesia cristiana, el pastor improvisa discursos religiosos, basados en el Nuevo y el Viejo Testamento. Dirige su discurso a su audiencia en forma directa, sin mediaciones. Esto le permite desarrollar todas sus dotes persuasivas, presentar argumentos y situaciones dramáticas para conmover a su auditorio. El protestantismo posee un trasfondo mesiánico. Los pastores más reputados logran reunir gran número de seguidores.

El momento clave en la vida de un pastor es el momento de su conversión y su entrada en la religión. El Reverendo Pearson recuerda muy bien ese episodio. Él era un niño, vivía con su madre en Paraná, y esta, un día, intempestivamente, lo tomó de su mano y prácticamente lo arrastró hasta la orilla del río. Allí se había reunido un grupo de seguidores de un pastor carismático. Su madre se puso al frente del grupo y empujó al niño hacia el hombre. Este lo tomó en sus brazos y lo introdujo en las aguas oscuras del Paraná. Ese fue su bautismo y allí comenzó su nueva vida. Ese momento había determinado su futuro, su destino. De allí en más se entregó a Cristo y dejó que él decidiera su camino (Almada 66-7)

La autora presenta progresivamente a lo largo de la novela los episodios más destacados de la vida de cada uno de los personajes. Poco a poco, en escenas retrospectivas, muestra los acontecimientos determinantes de sus vidas. Cada ser humano encierra una historia. Almada teje con ellas una especie de tapiz, que revela el carácter, la manera de sentir y de pensar de la gente del interior en la zona litoral argentina. Todos ellos resultan sobredeterminados por las circunstancias y el azar.

La autora da a los sucesos que ocurren un sentido trágico (Flisek 225-28). El lector siente que los hechos que narra van a desembocar en algo definitivo e irrevocable. Introduce en la novela la idea de la presencia y la voluntad divina. Dios se manifiesta como “un viento que arrasa”. El ser humano no puede detenerlo. El Reverendo se siente representante de Cristo. Es un hombre con una misión en la tierra. Lo que ocurre al final barre con todas las certidumbres e implica para el Tapioca una nueva vida y una nueva historia.

El personaje antagónico al Reverendo es el mecánico Brauel. Almada presenta el teatro de los hechos divididos en dos campos, el del Reverendo Pearson, junto a su hija Lena, y el del Gringo Bauer, con su ahijado el Tapioca. Cada campo replica en poder y autoridad al otro. Hay un equilibrio de fuerzas.

Brauel, el mecánico, es un hombre solitario, que no se casó nunca y vive con su ahijado adolescente de 16 años. Su madre, con quien había tenido un encuentro amoroso hacía muchos años y no había vuelto a ver, se lo trajo a su taller un día cuando el niño tenía 8 años y se lo dejó. El Gringo, como le dicen, no lo mandó a la escuela: se ocupó él de educarlo según sus ideas simples, que se ajustaban a lo que él consideraba la realidad. No era creyente. Aceptaba el orden natural. La vida era como era. No había trascendencia.

El muchacho se llamaba José, pero le decían el Tapioca. Para el Reverendo Pearson, el Tapioca tiene algo especial: se siente reflejado en el muchacho. Hacía muchos años él también había sido un pequeño, a quien pusieron frente a un pastor carismático. Su madre lo llevó a orillas del Paraná para que lo bautizaran en sus aguas barrosas. Eso inició una nueva vida para el niño y determinó el destino del adolescente y el del hombre. De la mano del pastor entró en los misterios de la religión, aprendió a entregarse a Dios. Se hizo incondicional de él, puso su vida a su disposición. Ahora es el Reverendo Pearson, un hombre respetado, que recorre los caminos y va de pueblo en pueblo, reuniéndose con los fieles y llevando la palabra de Dios. Está totalmente convencido de la trascendencia de su misión. Creyó que el Tapioca poseía, como la había tenido él, esa inocencia que necesitaba un ser humano para entregarse y unirse a Cristo. Sintió que con el muchacho podía repetir la historia que le había ocurrido en su niñez con aquel pastor que lo llevó a Dios y lo hizo quien era. Vio en él al discípulo.

El Tapioca es un adolescente susceptible y curioso. No sabe bien quién fue su padre. El Gringo tampoco está convencido de que haya sido él. Quizá la mujer, con quien tuvo una aventura, le mintió para sacarse al chico de encima. En la soledad en la que viven, el Gringo es el único que puede protegerlo. Lo crio como a un hijo, le enseñó todo lo que él sabía y el chico trabajaba a su lado en el taller.

El Gringo había tenido una vida solitaria y difícil. De joven vivió con sus padres y los ayudó en el bar que poseían. Era hijo único. Luego se fue de su casa y se entregó a una existencia desordenada, hasta que un buen día decidió abrir el taller, allí, en medio de la nada.

Todos los seres que presenta la novela se acomodan a la desolación del paisaje: hay en ellos carencias profundas. Todos han sufrido algún tipo de abandono y pérdida. El Reverendo Pearson nunca conoció a su padre, un norteamericano que tuvo una breve relación sentimental con su madre, se fue antes que él naciera y jamás regresó.

La soledad del paisaje amplifica el carácter trágico de las escenas. No se trata siquiera de un pueblo. Todo ocurre en una estación de servicio perdida en el camino. Consta del surtidor, de un galpón, donde el Gringo trabaja, y una vivienda precaria de un solo cuarto, donde vive con el Tapioca. La acción tiene lugar en una zona seca y desierta del Chaco. La alta temperatura los agota, sienten fatiga y desazón, que el Gringo combate bebiendo cerveza. El mismo Reverendo, que no tomaba alcohol, termina aceptando beber con él.

Leni, la hija del Reverendo que viaja con su padre, tiene la misma edad que el Tapioca. Leni también fue separada abruptamente de su madre. Cuando era una niña sus padres tenían conflictos, se peleaban, discutían. Un día, al cabo de una discusión, su padre la subió en su auto y se fue con ella. Su madre se quedó en el camino mirando el auto que se alejaba. No volvió a verla. Los personajes toman decisiones inapelables.

Leni viaja con su padre de pueblo en pueblo, viviendo en hoteles precarios. A pesar de las dificultades hay gran cariño y afecto entre ellos. El Reverendo tiene debilidad por su hija, a la que él crio. La adolescente está en una etapa conflictiva, se rebela contra él, le discute, ironiza, se burla del padre muchas veces. Leni y el Tapioca acompañan la acción de la trama a su manera, no son individuos independientes, tienen que someterse a la voluntad de los mayores.

El Tapioca admira a Leni: ella es seductora y su imaginación sorprende al chico.Cuando el Reverendo le dice al Tapioca que todos podemos entrar al Reino de los Cielos, ella ayuda a su padre a convencerlo. Le describe al muchacho lo que ella sabía, porque su padre se lo había contado. Le dice que la esposa del Cordero se le presentó y la condujo en espíritu a una montaña y le mostró la ciudad de Jerusalén, que estaba hecha de oro y la rodeaba una muralla “construida con jaspe” (Almada 31). Cuando termina la explicación le dice burlonamente al chico que su relato es “metafórico”, sabiendo que no conocía esa palabra. Los adolescentes conversan con interés y Leni le hace escuchar música al Tapioca con su radio portátil.

El diálogo es una parte esencial en esta novela dramática. A través del diálogo los personajes se acercan y también se enfrentan. Las escenas dialogadas son un espacio de lucha. Al final de la obra los dos adultos se exasperan, se agreden y, ya borrachos, terminan peleándose a golpes de puño. La autora transcribe numerosas escenas entre ellos y los jóvenes. También son dialogadas muchas de las escenas del pasado de los personajes. En esos diálogos no solo es importante lo que se dicen, sino cómo lo expresan. Los diálogos revelan el carácter de los personajes.

Leni es una adolescente femenina y tierna, muestra gran afecto hacia todos, en particular hacia su padre. Su vida es difícil, le exige tolerancia y paciencia. El Reverendo se propone salvar a todos, es un individuo obsesivo y siente que su misión es necesaria e impostergable. Trata de pasar por encima de todo obstáculo que pueda desviarlo de su camino: él es el viento que arrasa. Está totalmente convencido de lo que hace.

Brauer es un hombre lleno de temores. Por eso ha vivido solo. Se encierra en sí mismo y le cuesta comunicarse. Es agresivo con los demás. Lo único bueno que ha hecho en la vida es criar al Tapioca. Actúa con él como si fuera su padre y muestra que lo quiere al muchacho. Cuando ve que el Reverendo se interesa en el chico y trata de llevárselo, Brauer se pone celoso. Sus celos y la obstinación del Reverendo conducen a la violencia. Brauer no puede entender que alguien actúe siguiendo lo que cree son los mandatos de Dios. Para él su único Dios es la naturaleza. Actúa siguiendo sus impulsos.

El Gringo y el Tapioca son personajes del mundo proletario, bajo. Al Reverendo lo educó aparentemente, a su modo, el pastor que lo tomó como su protegido. Él se encarga de educar a su hija. Ninguno ha tenido una educación pequeñoburguesa, escolar, universitaria. Bauer casi no ha ido a la escuela y no considera la educación algo necesario. A pesar de su origen modesto, la situación dramática los eleva y los ennoblece. Este es un rasgo destacable en la literatura de Almada: su interés en el mundo del interior pobre. La literatura Argentina es mayormente urbana, pequeñoburguesa. Sus escritores muestran casi siempre sus prejuicios de clase, sus obsesiones ideológicas. Prefieren los personajes cultos, articulados. Almada trabaja con personajes limitados, acorralados por circunstancias adversas, y los trata a todos como a seres importantes: indaga en su mundo emocional, psíquico.

Sus personajes son individuos que padecen, y la autora trata que el lector se acerque a ellos, se identifique y haga su catarsis. Su lucha constante y su determinación los eleva. Esa lucha, muchas veces agónica, comunica a la historia un sentido vital. La situación conflictiva a la que se enfrentan les permite mostrar su temple superior. Son héroes.

El Reverendo se propone dominar a las fuerzas de la naturaleza. Es Dios quien tiene que regir al mundo, cree él. El ser humano no puede ser su propio amo. En la medida que nos pongamos bajo el mandato divino, podremos salvarnos. En la novela todos los personajes obedecen a una fuerza que consideran poderosa, sea Dios o la naturaleza. Es una sociedad diferenciada, de jóvenes y de hombres adultos. No son personas letradas, pero saben lo suficiente sobre sí mismos. Aprenden sobre todo de sus experiencias.

En la novela se enfrentan dos fuerzas antagónicas y una se va a imponer sobre la otra. Bauer y el Reverendo luchan por el Tapioca. El pastor lo quiere para entregárselo a su dios. Para Bauer, el Tapioca es como su hijo, gracias a él se ha sentido padre y a podido dar lo mejor de sí a otra persona. Esa relación tiene un enorme valor para él. La partida del Tapioca significaría para el Gringo la soledad absoluta. No tendría a nadie cerca suyo en la vejez que se avecinaba.

La relación con Dios le había permitido al Reverendo insertarse en el mundo, tener un destino, ser un hombre importante en su Iglesia, y él se propone formar al Tapioca. Probablemente con el tiempo pueda ser pastor y tener su propia iglesia. Así lo había hecho Zack, el hombre rudo y peleador a quien el Reverendo había ayudado e iban a visitar con su hija, precisamente cuando se averió el auto.

A pesar de lo difícil de las circunstancias, el mundo de la novela está preñado de destino. El presentimiento del futuro le da densidad al drama. El Reverendo se propone salvar un alma. Su objetivo es trascendente, necesita el apoyo divino.

Los personajes sufren carencias. La ausencia de la mujer ha dejado un vacío en sus vidas. Bauer no quiso casarse para no tener familia y depender de ella. Prefiere vivir solo. El Reverendo literalmente echó a su esposa de su lado, la abandonó, y se fue con su hija, presumiblemente por razones morales. Leni sufre la ausencia de su madre. El Tapioca crece sin una madre que lo proteja. El Reverendo tiene que hacer de madre y padre de su hija.

La mujer aparece desplazada y cuestionada. La trilogía divina del matrimonio está alterada. La familia monogámica es puesta a prueba. Son seres sin mujer y sin madre. La autora presenta la situación de manera patética: esta carencia implica un sufrimiento constante para los personajes. Bauer vive aislado en un medio rústico y carenciado, prácticamente una tapera, en la que hay muy poco. El Reverendo viaja de pueblo en pueblo con su hija y vive en hoteles modestos. Su vida nómade no conoce sosiego. El medio hostil e inestable en que viven refleja su mundo interior atormentado.

La simpleza de la narración de Almada renueva en el lector el placer de leer. Su discurso es claro, directo, explicativo. Uno de los aciertos mayores de la novela es el nivel de habla de los personajes. La autora no cae en el discurso intelectual. La narración guarda un registro acorde con la capacidad de expresión de cada uno (Sarlo 201-6). La narradora instruye al lector recurriendo a escenas de reminiscencia de situaciones anteriores, hechos significativos del pasado: la vida familiar, la niñez de cada uno de ellos, la relación con sus padres.

La literatura de Almada es una literatura de mujer, una literatura familiar, sin ser necesariamente literatura de género. Casi todos los personajes son hombres, pero la mirada de la mujer está siempre presente, a través de las observaciones de la narradora, y de la percepción de los personajes, para el que las mujeres juegan o han jugado un papel muy importante. Es en relación a ellas que experimentan carencias: soledad, falta de ternura, falta de referente y protección. Para Almada el hombre es el otro, al que observa con interés y simpatía. A pesar de la brusquedad de las relaciones, los vínculos son lo más importante para los personajes. El no haber sabido sobrellevarlos, los condena al abandono.

Paralelamente a las historias que el narrador cuenta de cada uno de los personajes y a las escenas en que los mismos participan, incluye en varias partes de la novela un discurso oracular paralelo. Es el sermón del gran orador, el Reverendo Pearson. En esos discursos el Reverendo nos deja saber lo que piensa de la sociedad en la que vive. Aconseja a sus seguidores que desconfíen de las palabras del patrón y del político. Solo deben escuchar las palabras de Dios, que es el padre de todos. El resto son palabras vacías,“palabras que se lleva el viento”(55). Les pide que hablen con el corazón. En él último discurso, antes del desenlace de la obra, el pastor les anuncia que ese “es el momento de cambiar sus vidas para siempre” y les dice que nunca van a estar solos “si tienen a Cristo en su corazón” (109). Les asegura que juntos van a cambiar el mundo. El Reverendo está convencido de esto, por eso viaja por los pueblos abandonados dando la buena nueva: “Juntos vamos a hacer de la tierra un sitio más justo donde los últimos serán los primeros”, dice (110). Ve al final del camino una sociedad capaz de crear un sentido de justicia alrededor de ellos. Depende del trabajo conjunto y de la comunidad el lograrlo. Dios viene para mejorar el mundo.

Almada cierra la novela con un mensaje de esperanza. El Gringo finalmente acepta que su hijo putativo se vaya con el Reverendo. Un nuevo futuro se abre para él. El “viento que arrasa” la vida de los personajes trae un mensaje de salvación.

El mundo proletario del interior que propone Selva Almada es un mundo lleno de vida. En esos pequeños pueblos, que la gente de las ciudades ignora, pasa de todo, hay materia para tragedias y para novelas. Ausente de su obra está la mirada irónica o burlesca del narrador costumbrista. Almada trata con dignidad a sus personajes, los eleva. Ve en ellos sus posibilidades heroicas. El ser humano es necesariamente trágico porque debe enfrentarse a su destino.

Solo una fuerza superior puede cambiar el orden de las cosas. Esa fuerza llega en la trama de la novela con el personaje del Reverendo. Es la fuerza de Dios, “el viento que arrasa”, que limpia, purifica, renueva y regenera. La vida de estos seres no concluye con los sucesos finales, sino que vuelve a empezar. La novela termina con un nuevo comienzo.


Bibliografía citada


Almada, Selva. El viento que arrasa. Buenos Aires: Random House, 2021. Primera edición 2012. Bastian, Jean-Pierre. La mutación religiosa en América Latina Para una sociología del cambio social

en la modernidad periférica. México: Fondo de Cultura Económica, 2012.

Flisek, Agnieszka. “La vida de lo no-vivido: la experiencia de la contemporaneidad en El viento

que arrasa de Selva Almada”. H. González Fernández, A. Calderón Puerta, D. Jarzombkowska, K. Moszczynska-Dürst, Editoras. Genealogías afectivas en la literatura latinoamericana del siglo XXI. Sevilla: Padilla Libros, 2021: 225-243.

Sarlo, Beatriz. “Fin del mundo”. Ficciones argentinas 33 ensayos. Buenos Aires: Mardulce, 2012: 201-206.

Waldegaray, Marta Inés. “Zona interior...la literatura de Selva Almada”. Claudia Hammerschmidt, editora. Escritura locales en contextos globales 2 Estrategias de resistencia. Postdam: Inolas Publishers, 2018: 19-34. 


Alberto Julián Pérez, "El viento que arrasa: los caminos de Dios", publicado en Revista Renacentista, marzo 2023. Online. 



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