I
Inmerso vivo en la rica y seductora
barroca decadencia que me abraza;
prisionero del tiempo, como todos,
gozo lo que puedo aquello que me
toca.
Beneficiarios somos y deudores
de esta lluvia generosa de estrellas.
De mi rotunda tierra soy fruto.
Cómo no agradecer a esta, mi agónica
y bella patria amada, si mi musa
dorada
es hija de su don exquisito.
Porque mi tierra es poeta.
Uds. y yo compartimos la misma
cultura enferma. Nos tienta,
con sus promesas, la infernal
esperanza.
Saquen, si pueden, amigos,
sus conclusiones. Las cosas
van tan bien que no dormimos.
Escuchen mi canto carnal e
interesado,
anticanto también, mestizado de voces
diversas,
chico de la calle que se refugia
donde puede:
del pueblo soy, y de pan vive el
hombre.
De este lado luchamos los caídos.
Aunque mucho no pido, el placer hace
falta.
Me aguarda esta noche una pícara
aventura
(así reverenciamos el amor los
plebeyos).
Voy a deslizarme en lecho de espuma
con la mujer que más deseo,
bien armado y positivo mi cuerpo.
Le pediré ayuda a mi alma pervertida:
mi arte poética necesita el
desenfreno.
Nadaré lentamente por sus doradas
curvas,
bebiendo sus dulces perfumes penetrantes;
cabalgaré ágil entre sus divinas
piernas
buscando en su goce el centro de mí
mismo;
recorreré, torre encendida, con
pasión su cuerpo,
templo profano de amores prohibidos;
descenderé hasta su resguardado nido
que, acalorado y sediento, busca mis
besos;
posesivo, acariciaré sus muslos
impetuosos
con obsceno, voluptuoso, deleite;
reverenciaré sus esculpidas nalgas de
vampiresa
y elevaré una oda sublime a su culo,
sol de nuestra bandera. Argentina
vivirá
en su torneado y bello cuerpo. El
sexo
caliente de mi diosa, será ejemplo
señero
de la perfección sensual de nuestra
criolla gente.
Más tarde, yo, poeta, descansaré mi
celeste cabeza
alucinada sobre sus suaves y blancos
pechos
de Hetaíra. Abrazado, satisfecho, a
su ser fatigado,
le pagaré ricamente por tanto placer
recibido.
Y le brindaré, agradecido, para que
se contemple
y me recuerde, un delicioso bouquet
de rimas decadentes.
No soy ni seré nunca su posesivo dueño.
Satélite del orbe femenino me
consagro,
prendado de su luz y negro agujero.
Descubro, extasiado, tantos versos
hermosos,
en los pliegues irreverentes
de sus tatuados cuerpos. Consentido
por ellas
no dejo de beber sus flujos estelares.
II
Luchar debemos por nuestro arte amado.
No habitamos, lo sabemos, en una edad sincera.
Heredamos sueños desterrados
de antiguos otoños delirantes.
Vivimos y caemos, heroicos, por
nuestras pasiones.
Mi verso lírico-antilírico, vulgar y refinado,
Mi verso lírico-antilírico, vulgar y refinado,
procura ser un diálogo ágil y ferviente
que avanza sin cesar, se abre, generoso,
y abraza y bendice a la materia
impura.
Busca vencer a la sombra amenazante
de la ahuecada voz idealizada, que,
maliciosa,
espera, y en espejo se mira, de sí
misma
enamorada, y confunde su eco con el
mundo.
No quiero ser engolado cantor
de lírica opereta, genio fingido
de arias melodiosas, vanidoso altavoz
de pretendida grandeza.
Prefiero verme en el otro, deformado,
(ese otro será un querido compañero),
y sentir que un poeta soy, grotesco,
atado a los imprevistos de la suerte,
laborioso artesano.
laborioso artesano.
Cercados estamos de falsas
apariencias.
Todo lo que tengo en la vida lo he
ganado.
Con paciencia modelo mis ilustrados
deseos
que, fuertes, se levantan, esculturas
de tiempo,
y son la sonada fuente de mi barroco
canto.
Orgulloso estoy de mis cultos trabajos.
Vean esta mi incisiva pluma, de falso
oro,
cómo brilla. La he comprado en el
mercado.
Democrática aguja de nuestra nueva
época.
Dichoso siglo XXI, con cuánta ilusión
los malditos te esperábamos. Juntos
coseremos todos los costados.
En el reino de la literatura vivo,
pero no todas son flores. Bien lo
sabemos.
Yo he aprendido a luchar contra el
lirismo
porque el canto necesita su anticanto
para que la poesía viva en armonía
(esto lo he tomado de Darío,
que todo lo que adoró, destruyó
luego,
fundando nuestra verdadera poesía).
Prefiero amor villano a opulento
himeneo,
en el pueblo está el ser verdadero.
Pleitesía no rindo excepto al puro
sexo,
que se expresa en la fecundidad
carnal
de las ideas. Por lo que hacemos,
Dios,
nos reconoce. Mis obras con él
comulgan
y se abrazan, necesitadas de su
generosidad
y la de Uds.
III
El propósito de nuestro mundo no está
claro.
Ante todo dudamos, y con razón.
Libres nos sentimos frente a Erató y
su lira.
Agónicos hermanos desesperados
somos, listos a navegar todos los
caos.
Charles Baudelaire es el gurú
moderno,
con él aprendimos a entrar en el
Infierno.
Nuestra maldición pide su propia
verdad.
El camino del yo está sembrado de
espinas.
Angustiosa es la tardanza de las
horas
que nos llegan, silenciosas, del
mañana.
Sin arar en el mar no tendremos
destino.
Siendo ya las estrellas, buscamos el
universo.
Qué se abran las metáforas al
infinito.
Necesitamos sentir que estamos vivos.
Publicado en
Revista Literaria Renacentista 20 .12. 2016. Web.