de Alberto Julián Pérez
Musa amiga: conoces bien las visiones
que pueblan los sueños de los poetas;
invita, te ruego, a mi cuarto
a esas diosas sublimes
que calmar saben la angustia y la pena.
Ya hay demasiado dolor, demasiada muerte.
las canciones azules de los antiguos cantos,
y traiga por igual en la mística nueva
la risa de Darío y los soles de Horacio.
(Del Paraná desciende, indígena y labriego,
el trabajo del hombre y el hambre consumado;
agotados de esfuerzo, de incomprensión heridos,
nos piden su venganza nuestros antepasados.)
Yo, de rodillas, en el Hospital del tiempo,
poso en el Cristo los ojos afiebrados;
atiende, Musa, a este poeta enfermo
o estarán de duelo los ángeles caídos.
(¿Qué hará en este infierno la sacra poesía?
¿Consentirá Erató, en su limbo de nubes,
que regresen al Plata las sirenas del canto?)
Musa, escucha mi ruego. Espejo de todos los seres,
cada uno frente a sí se abisma.
Se asoma al miedo de ser y siente que no es nada.
Amiga milagrosa, toma mi mano;
prométeme, si te parece, el cielo.
(La inmortalidad está cerca.)
Quiero vivir en el Jardín de las Letras,
un país de poetas,
donde la palabra y la música
recreen el amor y el sentido,
y los soñadores, con nuestro don, hagamos
la dulzura del mundo y el goce de la vida.
Buenos Aires, 2021
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